Bert Hellinger / Los textos citados son las transcripciones autorizadas por el mismo Bert Hellinger de sus entrenamientos y conferencias. Algunos son extractos de sus libros.














































Ayudar a los hijos

El movimiento interrumpido

Un trauma infantil muy frecuente es el movimiento interrumpido precozmente hacia la madre o hacia el padre, la mayoría de las veces hacia la madre. Cuando el niño, no puede alcanzar el objetivo hacia el que tiende su amor, se pone triste, se enfada y a veces se desespera. Este enfado, esta desesperación, esta tristeza no son más que la otra cara del amor, un amor que no llega a cumplir su propósito.

Cuando, en la vida adulta, estos hijos intentan ir hacia otra persona, su cuerpo recuerda esta interrupción y el movimiento hacia el otro se interrumpe de nuevo. No pueden caminar con su amor y a menudo vuelven sobre sus pasos. Cada vez que llegan al estado en el que notan de nuevo las sensaciones dolorosas de su infancia, se detienen. En lugar de ir hacia el otro, se dan la vuelta y se desvían iniciando un movimiento circular, alejándose de él y acercándose aún más al estadio de la interrupción de antaño.

Este mismo esquema se repetirá en la siguiente relación con otra persona, comenzando de nuevo un movimiento interrumpido en el mismo estadio. A este movimiento circular que nunca llega a su objetivo, se le llama neurosis. Es como un círculo vicioso que se acerca cada vez más al mismo escenario de la infancia, al momento en el que el movimiento hacia uno de los padres fue interrumpido.

¿Cómo llevar a término un movimiento interrumpido?

A través de los padres

La madre es la más apta para llevar a término un movimiento de amor interrumpido precozmente porque, por regla general, ese movimiento interrumpido del niño se dirige hacia ella. Cuando el niño es todavía pequeño, es fácil para la madre: coge al niño en sus brazos, lo estrecha con amor y lo mantiene el tiempo necesario para que el amor que, a causa de la interrupción, se ha transformado en enfado y en tristeza, pueda dirigirse de nuevo abiertamente hacia ella con toda su fuerza y para que el niño pueda calmarse en sus brazos.

La madre puede ayudar también retrospectivamente a su hijo ya adulto para llevar a término el movimiento interrumpido y anular las consecuencias de dicha interrupción, estrechándolo en sus brazos. Pero para que esto suceda, el acto debe situarse en la época en la que tuvo lugar la interrupción. El movimiento interrumpido debe retomarse en este estadio e ir hacia su objetivo. Porque es el niño de antaño el que busca la proximidad con la madre de antes, y todavía ahora sigue buscando a esa madre. Por lo tanto, mientras la madre abraza a su hijo ya adulto, el niño debe sentirse como el de antes, y la madre como la de antes. Queda una cuestión: ¿cómo hacer para que estos dos seres, separados desde hace tanto tiempo se unan de nuevo?

Veamos un ejemplo: una madre se preocupaba por su hija ya adulta. Pero la hija evitaba el contacto con su madre y no iba más que raras veces a su casa. Le dije a la madre que tenía que sostener a su hija una vez más entre sus brazos como una madre lo hace con su hijo cuando está triste pero que era importante que no fuera ella la que emprendiera algo sino que simplemente dejara actuar esta imagen en su alma, hasta que el contacto se realizara por sí mismo.

Más tarde, me contó que su hija había ido a su casa. Sin decir nada se había acurrucado contra su madre que la abrazó durante mucho tiempo. Después, la hija se levantó y se fue. Ni ella ni su madre pronunciaron una sola palabra.

A través de representantes para los padres

Cuando la madre o el padre no están disponibles, pueden representarlos otras personas. Para un niño todavía pequeño pueden ser parientes cercanos o un profesor; para un niño que ya es adulto, puede hacerlo un terapeuta con experiencia. Pero hay que esperar el momento adecuado. El terapeuta o la persona que va a ayudar se conecta interiormente con la madre o el padre. Después procede representándolos, como si ellos se lo hubieran pedido. Así puede amar al niño y guiar el amor de éste – que aparentemente se dirige hacia él – hacia sus padres. Y en el momento en que el niño entra en contacto con sus padres con amor, el terapeuta se retira. Así, a pesar de ese contacto íntimo, se distancia y se libera interiormente.

La reverencia

A veces el niño, ya adulto, interrumpe su movimiento hacia los padres porque los desprecia o les hace reproches, porque tiene la impresión de ser mejor o de quererlo ser o porque espera de ellos más de lo que pueden darle. En estos casos, el movimiento debe ir precedido de una reverencia. Esta reverencia corresponde, en primer lugar, a una evolución interior. Pero da más fuerza si es visible y audible. Esto se puede hacer en un grupo comprensivo en el que "el niño" sitúa a su familia de origen, se inclina ante los representantes de sus padres hasta llegar al suelo con las palmas de las manos hacia arriba y se queda en esta posición hasta el momento en que es capaz de decir a uno de ellos o a los dos: "Os honro". A veces añade: "lo siento", "no lo sabía", "os he echado mucho de menos" o simplemente: "por favor".

Sólo en ese momento, la persona puede levantarse, acercarse a sus padres con amor, abrazarlos con ternura y decirles: "querida mamá", "querido papá" o simplemente "mamá", "papá" o llamarlos por el nombre que utilizaba cuando era niño.

Es importante que los representantes de los padres no hablen durante todo el proceso y, sobre todo, que no vayan hacia el hijo sino que acepten la reverencia en lugar de los padres, hasta que se haya expresado suficientemente el respeto y haya desaparecido aquello que los separaba. Únicamente pueden abrazar al "niño" cuando éste haya acabado su proceso.

Si, en una constelación familiar, no se puede pedir a la persona interesada que realice la reverencia y siga el movimiento, puede hacerlo el representante en su lugar, diciendo y haciendo lo apropiado en ese momento. A veces incluso, esto es más eficaz que si interviniera la persona interesada.

El movimiento más allá de los padres

El movimiento hacia los padres y la reverencia dan sus frutos si van más allá de estos. Entonces, nos sentimos en profunda armonía con nuestros orígenes y podemos asentir a todas las consecuencias que resultan de ello. De este modo, la reverencia se convierte en un símbolo para realizar nuestro destino.

El que ha "conseguido expresar" así su reverencia y llevar totalmente a término su movimiento, puede, incluso como niño, quedarse de pie con toda dignidad junto a sus padres, al mismo nivel - ni por debajo, ni por encima.

Todos los hijos son buenos – sus padres también

Sé que puedo crear consternación cuando digo: "Todos los hijos son buenos – sus padres también". ¿Cómo es posible? Afirmaciones de este estilo, van muy lejos, porque, en el fondo, aseguran que nosotros también somos buenos, que lo éramos de hijos y que seguimos siéndolo. Dicen que también nuestros padres son buenos puesto que también han sido hijos: han sido buenos como hijos y son buenos como padres.

Me gustaría explicar algo en relación con esta frase, algo que va más lejos de palabrerías superficiales. Cuando decimos: "pero este niño ha hecho tal o cual cosa que no estaba bien, y los padres han hecho tal o cual cosa reprensible".

De acuerdo, lo han hecho pero, ¿por qué razón? Por amor.

Por supuesto, la conclusión es que todos somos buenos tal como somos y que esto es así precisamente porque somos como somos. Por esto, no necesitamos preocuparnos por nosotros mismos, por nuestros hijos o por nuestros padres, poco importa que sean o no buenos. Pero, a veces, no tenemos una visión clara y no llegamos a percibir que somos buenos, que los hijos son buenos y que sus padres también lo son. Me gustaría explicar esto, englobándolo en una perspectiva más amplia.

El campo espiritual

Las constelaciones familiares han puesto de manifiesto que formamos parte de un sistema más amplio, de un sistema familiar. A este campo pertenecen nuestros padres, hermanos y hermanas y también los abuelos, bisabuelos y todos nuestros ancestros. También forman parte de este sistema las personas que, de alguna manera, tuvieron o tienen importancia para este sistema, por ejemplo los antiguos novios y novias de nuestros padres o de nuestros abuelos. Dentro de este sistema, todos son guiados por una fuerza común y esta fuerza obedece a determinadas leyes.

El sistema familiar constituye un campo espiritual. Todos los que forman parte de este campo espiritual, están conectados unos con otros – esto es lo que revelan las constelaciones familiares. A veces, este campo está en desorden. Este desorden nace del hecho de que alguien perteneciente al campo ha sido excluido, rechazado u olvidado. Estas personas excluidas y olvidadas están conectadas con nosotros y se manifiestan en el presente. Porque, en este campo, existe una ley fundamental:Todos los que forman parte del sistema tienen el mismo derecho a la pertenencia.Nadie puede estar excluido. No se puede perder a nadie en este campo porque esto tendrá siempre un efecto sobre él. Si una persona ha sido excluida, cualquiera que sea la razón, otro miembro del sistema, un niño por ejemplo – a través de este fenómeno de resonancia – estará destinado a representar a la persona excluida y se comportará quizá de manera extraña: se drogará o se pondrá enfermo, será un criminal o se sentirá agresivo. Podrá incluso convertirse en un asesino o ser un esquizofrénico, etc.

Pero, ¿cuál es la razón? Esta persona mira con amor y de manera inconsciente hacia alguien excluido y, con su comportamiento, nos obliga a mirar también con amor hacia este excluido, hacia este rechazado. Lo que consideramos malo en su comportamiento, no es más que amor por alguien que ha sido excluido del campo.

Por lo tanto, en lugar de preocuparnos por este niño e intentar cambiarlo – lo cual no ayudaría nada de todas maneras como ya sabéis, puesto que aquí actúan fuerzas más grandes - miramos este campo espiritual junto con el niño, hasta que llegamos, guiados por éste, a percibir a la persona excluida que espera nuestra mirada. Entonces, la tomamos de nuevo en nuestra alma, en nuestro corazón, en nuestra familia, en nuestro grupo y quizá también en nuestro país.

Esto muestra que todos los hijos son buenos si les dejamos serlo. Es decir que, en lugar de mirar a los hijos, debemos mirar en la dirección en la que ellos miran con amor.

Las constelaciones familiares nos enseñan que en lugar de preocuparnos por los hijos o por otras personas pensando: "¿cómo pueden actuar así?", debemos mirar con ellos a la persona excluida e integrarla. A partir del momento en que esta persona está de nuevo integrada en el alma de los padres, de la familia y del grupo, el niño podrá respirar y liberarse de la intrincación con ella.

Sabiendo esto, podemos esperar hasta que percibamos donde quiere llevarnos el comportamiento del niño para con sus padres u otros miembros de la familia. Si le acompañamos hacia esta persona y la integramos, el niño se liberará.

¿Quién más se libera? Los padres y demás miembros de la familia. De pronto, nos volvemos diferentes o más ricos puesto que hemos dado un lugar a alguien que estaba excluido. A partir de ese momento, todos pueden comportarse de una manera diferente. Pueden ser más afectuosos y comprensivos, superando ese concepto barato del bien o del mal que nos hace creer que nosotros somos mejores y los demás peores, ya que los que nos parecen peores no son más que personas que aman de una manera diferente. Si miramos hacia donde un niño mira con amor, ya no podemos hacer esa distinción entre el bien y el mal.

Otra conclusión consiste, por supuesto, en decir que nuestros padres también son buenos y que, detrás de todo lo que podamos reprocharles, sólo hay amor. Pero este amor no va en nuestra dirección sino hacia otra parte, hacia donde ellos han mirado cuando eran hijos, hacia alguien que han querido integrar en su familia. Si comenzamos a dar un lugar a todos estos excluidos, miramos con nuestros padres hacia donde ellos miran. Entonces empezamos a ser libres y nuestros padres también. De repente, nos vemos en una situación completamente diferente y entendemos lo que quiere decir el auténtico amor.

Ejemplos de supervisión

"Me quedo contigo"

Profesor: "Se trata de un chico de 12 años que no acepta ninguna influencia de sus padres ni de sus profesores. Su comportamiento es caótico y agresivo. Su padre está muy enfermo."

Hellinger:"¿Cuál es su enfermedad?"

Profesor: "Tiene úlceras en las piernas y la tensión arterial demasiado alta."

Hellinger(al grupo): "Imaginemos la situación que acaba de describirnos: ¿hacia quién va la mirada del chico?, ¿hacia quién se dirige su amor?"

Profesor: "Hacia el padre."

Hellinger:"Está muy claro."Después de pensar un momento:"Si entramos en la situación: ¿qué frase dice este muchacho en su interior? Le dice a su padre: "Papá, me quedo contigo".

Y el padre, ¿qué le dice?: "Me alegro" "Me siento feliz".

Y tú, su profesor, ¿qué le dices? "Veo tu amor y me alegro".

Así, das un lugar en tu corazón al padre de este chico, se ve enseguida. Si lo llevas en tu corazón, sabrás donde estará seguro este chico. ¿OK?

Profesor: "Sí"

Hellinger:"Bien"

"He querido mucho a tu padre"

Hellinger:"¿Alguien más quiere trabajar conmigo?"

Una profesora llama a una chica de unos 16 años que va a sentarse junto a Hellinger. La chica esboza una pequeña sonrisa, mira un poco a Hellinger y después mira hacia abajo.

Hellingeral grupo: "Si la miráis bien: ¿qué edad tiene, en su alma y en sus sentimientos? Tres años. Tuvo que pasar algo cuando tenía tres años"

A la chica: "¿Qué pasó?"La chica niega con la cabeza y mira hacia su madre que está en el grupo. Hellinger llama a la madre y le dice que se siente a su lado.

Hellingera la madre: "¿Qué pasó cuando tu hija tenía tres años?"

Madre: "Cuando tenía tres años, nos trasladamos a la casa de mi actual marido"

La chica comienza a llorar y a sollozar.

Hellinger: "¿Qué pasó con su padre?"

Madre: "Nos dejó. Se fue con otra mujer."

Hellinger: "Echa de menos a su padre, se ve enseguida"

Hellinger mira a la chica que niega firmemente con la cabeza.

Hellingeral grupo: "Niega con su cabeza. ¿Sabéis por qué? Tiene miedo de confesarlo delante de su madre"

Hellinger mira a la madre.

Hellingera la madre: "Dile: He querido mucho a tu padre"

Madre: "He querido mucho a tu padre"

Hellinger: "Dilo con amor.Cuando la mujer se apresura para decirlo:¡Despacio! Recuerda realmente cómo le has querido. Después, díselo a tu hija, deja que hable tu alma"

La mujer respira profundamente.

Hellinger: "Mírala"

Madre: "He querido mucho a tu padre"

Está muy conmovida. La hija llora.

Hellinger dice a la madre que se siente al lado de su hija y la abrace. La madre rodea a su hija con sus brazos, la besa y la acaricia. Después, las dos se cogen de la mano.

Hellingeral grupo: "Esto es lo único que yo tenía que hacer"

A la madre: "Os deseo lo mejor"

Los dos padres

Hellinger: "Me gustaría decir algo más respecto a esto. Cada niño tiene dos padres. Y siempre necesita a los dos. Un niño debe tener derecho a querer a sus dos padres. Él o ella no comprende porqué se separan sus padres. Quiere a los dos de la misma manera. Pero a veces, cuando los padres se separan y el niño o la niña se quedan con la madre, dependen totalmente de ella y tienen miedo de mostrar que quieren a su padre tanto como a su madre. Tienen miedo de que la madre sienta resentimiento hacia ellos y que después de haber perdido a su padre, la pierdan también a ella. Sin embargo, continuarán queriendo a su padre en secreto. Y cuando oyen decir a la madre que ha querido mucho a su padre, pueden mostrarle que también ellos le quieren. De esta manera, los hijos se sienten aliviados".

En este caso, la madre lo ha comprendido muy bien. Ahora, la hija puede decir abiertamente que quiere a su padre. También sabe que tiene derecho a reunirse con él. Se sentirá bien con él. Ahora, la hija se alegra.

A la chica: Atrévete a mostrarlo. Tu madre se alegra también.

La madre y la hija se miran riéndose. La madre abraza a su hija y la besa.