La pareja: crecer gracias al contacto con el otro
¿De qué manera puede evolucionar una pareja, uno a través del otro?
Quizá algunos piensen que, una vez establecida la relación de pareja, los componentes de ésta pueden acomodarse tranquilamente y descansar. Pero la relación de pareja forma parte de la realización de la vida, siendo incluso una parte esencial porque la auténtica vida comienza con la relación de pareja. Representa un punto culminante. Después, todo será diferente: más grande, más rico, más completo.
Aprender el amor con los padres
La infancia viene antes que la relación de pareja. La relación de pareja se enseña a edad muy temprana. De hijos, ya empezamos a percibir cual es el amor que necesitamos para la relación de pareja. Lo aprendemos sobre todo con nuestra madre. Sólo si la relación con la madre es completa, es decir, sólo si tomamos de todo corazón lo que viene de nuestra madre, estaremos preparados para la relación de pareja. Respecto a nuestro padre es comparable. Aquellas personas que no han tomado a sus padres no son realmente capaces de acoger a su cónyuge. Una gran parte de los problemas que se dan en la pareja viene del hecho de que alguno de los dos cónyuges no está en paz con sus padres y no asume esa actitud profunda que consiste en respetar y tomar con gratitud lo que viene de ellos...
En el fondo, toda nuestra juventud se basa en acoger, en tomar con amor: tomar y tomar y tomar y tomar... Algunas personas no quieren tomar por diversas razones: piensan por ejemplo que lo que los padres nos dan es tan grande, tan rico, que nunca llegaríamos a equilibrarlo, que nunca podríamos agradecérselo lo suficiente para igualar todo los que nos ha sido dado.
Tomar con amor
La necesidad de un equilibrio entre dar y tomar está anclada en lo más profundo de nuestro ser. Por eso algunos hijos se niegan a tomar, por miedo a ser incapaces de dar en igual medida; prefieren no tomar nada y justifican este rechazo con reproches y acusaciones contra sus padres. Toman muy poco y como toman muy poco, poseen poco también y, por lo general, esto no es suficiente para establecer una relación de pareja. La relación de pareja comienza por acoger los que viene de nuestros padres.
Existe un frecuente malentendido respecto al equilibrio entre dar y tomar. Frente a nuestros padres, nunca podremos equilibrar, pero existe otra manera de hacerlo: transmitiendo lo que hemos recibido a un cónyuge por ejemplo y, sobre todo, a nuestros propios hijos. Conociendo esto, no necesitamos preocuparnos por el equilibrio entre tomar y dar. Por lo tanto, tomamos cada vez más sabiendo que algún día nos sentiremos sobrados y nuestro cónyuge y nuestros hijos se enriquecerán con ello.
Esta es la condición requerida para disfrutar de una buena relación de pareja y, este amor que hará que cada uno de los componentes de una pareja evolucione en contacto con el otro, comienza ya en nuestra infancia.
Tomar más allá del bien y del mal
Hay un obstáculo más cuando se trata de tomar (de los padres) para preparar la relación de pareja: la distinción entre el bien y el mal o la distinción entre lo que es bueno y lo que es nocivo. Muchas veces pensamos que los problemas que tenemos provienen de nuestros padres, idea compartida y fomentada por algunas corrientes de la opinión pública y por ciertas escuelas psicoterapéuticas: si nuestros padres hubieran sido mejores, nos iría mejor. Esto es algo absurdo porque sabemos que el ser humano necesita superar obstáculos para evolucionar.
Otra idea muy extendida según algunos es que para poder evolucionar tenemos que recibir, recibir y recibir más, sin que estemos obligados a hacer nada por nosotros mismos. Pero la realidad es que crecemos cuando hacemos frente a las resistencias y son los errores, los fallos de nuestros padres y/o el peso que quizá hemos debido llevar durante nuestra infancia, lo que nos ayuda a evolucionar. Lo que hemos sufrido no nos perjudica, muy al contrario, representa una oportunidad de avanzar y desarrollar nuestra fuerza para poder vivir nuestra vida.
A veces, intento imaginarme como sería un niño que hubiera tenido padres perfectos, si es que eso fuera posible. ¿Sabría vivir?, ¿conocería algo de la auténtica vida?, ¿tendría la madurez suficiente para llevar a cabo una vida de pareja?
Meditación: preparación para la vida de pareja
Cerrad los ojos. Ahora vamos a visualizar a nuestros padres, a nuestra madre y a nuestro padre, tal como son. Detrás de ellos, a sus padres, porque nuestros padres también fueron hijos un día. Detrás de los padres de estos últimos, más padres, y los padres de esos padres: un sinfín de generaciones. La vida que fluye a través de todas esas generaciones proviene de una Fuente (de un Origen) que no conocemos. La vida es lo más poderoso, lo más grande, lo más espiritual, lo más divino que existe. La experiencia de Dios no puede ser sino la experiencia de la vida. Y toda experiencia de vida, a fin de cuentas, es experiencia de Dios.
Esta vida fluye a través de todas esas generaciones, divina y pura. Nadie ha podido añadir nada, nadie ha podido quitar nada. Acogiéndola, tomando esta vida y transmitiéndola, todas esas personas han sido perfectas. Han estado en perfecta armonía con un movimiento divino. Así, la vida ha pasado a través de todas esas generaciones, hasta nuestros padres. Estos, se han amado como lo hacen un hombre y una mujer. Y nosotros hemos nacido de su amor de hombre y mujer. Nuestra vida es el fruto de su amor.
Ahora los miramos, abrimos nuestro corazón y tomamos de ellos – tal como son – nuestra vida. La tomamos como lo más grande que existe, como algo sagrado, divino. Los miramos y, tomando nuestra vida de ellos, les decimos "gracias". Pero no sólo les decimos gracias a ellos, nuestra gratitud va también hacia todas esas generaciones anteriores y hacia el Origen de la vida. En ese momento cogemos realmente nuestra vida.
Durante muchos años, hemos necesitado que nuestros padres nos cuiden y nos mantengan y ellos nos han ofrecido el regalo de cuidarnos, mantenernos y apoyarnos. Nos han alimentado, protegido y educado; han pensado continuamente en nosotros y se han preguntado: "¿Qué necesita nuestro hijo?" Y así hemos crecido, gracias a su amor y a sus cuidados.
La fuerza creadora y la fuerza divina
"Pero nuestros padres sólo son seres humanos como nosotros, con sus propios fallos. Digo "sus fallos" porque todo lo que evoluciona lo hace no sólo con cuidados, sino a través de fallos y obstáculos. Porque lo Divino que actúa en la vida, es falible en ese sentido. El concepto de que lo Divino es perfecto es insostenible porque toda fuerza creadora sólo lo es porque algo ha sido antes imperfecto. La creación no es posible más que cuando las cosas son imperfectas, cuando están incompletas, cuando tienen fallos y errores. De igual modo, la fuerza creadora que nos llega a través de nuestros padres se hace posible a través de fallos y dificultades, a través de la imperfección y la culpabilidad. Y así, miramos todo ello como necesario para nuestra vida y nuestra evolución y tomamos todo en nosotros asintiendo a ello: "Sí, eso forma parte de mí y me hace crecer. Es una parte de mí y puede seguir siéndolo".
Entonces, sentimos que algo pasa en nuestra alma: sentimos como nos abrimos interiormente y como nos hacemos fuertes.
Abrirse a la relación de pareja
Algunos se imaginan como debería ser idealmente su cónyuge. Pero es imposible evolucionar con un cónyuge ideal. ¿Quién sería ese compañero ideal? Alguien a quien podríamos decir: "Tu eres mi madre y yo soy tu hijo". ¿Dónde nos llevaría tal relación de pareja?
Cada uno de los miembros de una pareja, hombre y mujer, ha crecido en una familia concreta con dificultades concretas y, cada uno de ellos, ha evolucionado a través de todo ello de una manera concreta. Después, estos dos seres diferentes entre sí, se conocen y cada uno de ellos representa un desafío para el otro. Si tomamos al otro tal como es, exactamente tal como es, evolucionamos con este contacto. Crecemos con este contacto a condición de que el otro sea diferente. Es imprescindible.
Así, podemos mirar de otra manera las dificultades que encontramos en la relación de pareja y apreciarlas; y podemos hacer que esa relación sea cada vez más plena y feliz.
Ejemplo: amar con la fuerza de la madre
Hombre: "Mi mujer y yo hemos llegado a una etapa de nuestra vida de pareja en la que pensamos que podría haber otras cosas. Sentimos barreras entre nosotros. Hay ciertos conflictos y sabemos muy bien de donde vienen. Respecto a mí, mi comportamiento hacia mi mujer me recuerda a menudo cómo me comportaba hacia mi madre. Pero la mayoría de las veces, me doy cuenta cuando ya es demasiado tarde. Hablo sólo por mi, pero siento como esos mecanismos interfieren en nuestra relación".
Hellinger: "Hay una regla muy sencilla para tratar ese tipo de situación. ¿Quieres que te la diga? Ama a tu mujer junto con tu madre y te imaginas como podría ser: la amas con la fuerza de tu madre.
Al grupo:a veces, cuando un cónyuge reprocha al otro: "Eres como tu madre" yo digo: "Gracias a Dios". Porque, ¿qué podría ser mejor?
Al hombre: lo que acabo de decir va a corregir un poco tu imagen interna. Ahora, tu madre te mira con ternura. Ella ha amado.
Las familias están en resonancia
El amor no se limita al individuo. No es el hombre como individuo el que dice a su mujer: "Te quiero". Es demasiado pequeño para eso. Lo mismo pasa con la mujer por supuesto. Detrás del individuo están los padres y todos los ancestros con sus destinos y todos ellos están presentes en esta frase de una manera muy poderosa. Si ahora el hombre le dice a la mujer "te quiero", algo que viene de muy lejos resuena en esta frase, una sinfonía gigantesca con un poderoso movimiento. En ese momento, la pareja ya no se centra únicamente en si misma, sino en sintonía con sus familias. Ésta es una imagen muy hermosa.
Ejemplo: la fuerza en una separación
Hombre: Mi mujer me ha dicho que quiere separarse de mí.
Hellinger: Si realmente lo hace, ¿evolucionarás con esta experiencia o te destruirás?
Hombre: Temo que me destruya. Porque todavía quiero a mi mujer.
Hellinger: Sí, eso parece.Al grupo: ¿Quién puede hundirse cuando hay una separación? – Un niño.
Al hombre: Acabo de mostrarte un camino: el niño (en ti) debe separarse primero. El niño puede separarse de alguien – y esto es válido para cualquier forma de separación – cuando haya tomado todo, acogido todo lo que el otro ha querido darle. Así, por ejemplo, puedes separarte de tu madre si tomas todo lo que viene de ella, tal como es. Lo mismo sucede si te separas de tu padre.
Al grupo: Aquí vemos lo importante que es "tomar completamente" durante la infancia para, más tarde, poder llevar a cabo su relación de pareja.
Al hombre: Este es el primer paso que hay que hacer. El segundo, consiste en tomar de tu mujer todo lo que ella ha querido darte y honrarlo. Y verás como creces a través de esta experiencia y te vuelves más fuerte. Poco importa lo que pase después: tendrás la fuerza para hacer frente a ello, sea lo que sea.