Revista Hellinger, Marzo 2010
La persona recogida está en sintonía con ella misma y con su entorno, incluso cuando una gran parte de ello se mantiene oculta. Vivimos como algo sanador lo que fomenta este recogimiento y al revés, como desalineado lo que lo perturba. Por cierto, es lo “menos” que recoge y lo “más” que perturba. Cuando se nos dice o se nos desvela demasiado, en lugar de percibir estamos obligados a oír o creer, y lo que estaba recogido se dispersa. Tú hablas más de lo que los otros pretenden y menos de lo que se abre, con esfuerzo y parsimonia, a la mirada recogida.
Sólo lo que surge de ese estado trae luz a la vez que reúne.
Tanto las místicas occidentales como las de Oriente enseñan el desasimiento de las imágenes. La psicoterapia Junguiana ofrece de vez en cuando la tentación de considerar las imágenes como reales. Sin embargo, y se trata de un fenómeno totalmente diferente, al renunciar a todas las imágenes, el alma encuentra a veces una imagen que da consistencia y densidad a la realidad.
En realidad, liberado de las queridas imágenes adquiridas – entre ellas, las del cielo - se trata de permanecer próximo a la mera intuición y de resistir a la tentación de querer saber más de lo que nos es accesible. En esto, la tierra es solamente una metáfora para esta restricción. Evidentemente, se trata de mucho más que lo que está en el primer plano. El secreto no es ni ocultado, ni reemplazado por imágenes, ni interpretado. Precisamente, se lo respeta más por renunciar a aquello. Es más difícil pero en la mayoría de los casos, más conforme con el secreto.
Me alegro de que, a pesar del precio a pagar que te fue exigido, ocurrió todo bien. A veces, podemos valorar algo que ha ido bien sólo cuando hemos aceptado el precio. Le añade a lo que tenemos algo importante. Si lamentamos el precio, quizás perdamos también algo de la dádiva.