Frankfurt, octubre 2010
Aquí experimentamos hacia dónde fueron las constelaciones familiares y qué profundidad se desarrolló. Para mí es una alegría ver cómo se desarrolla en muchas personas y de varias maneras. No es que yo esté enfrente trabajando solo, sino que conmigo hay un grupo de gente que va en la misma dirección. Lo que vivenciamos antes, lo sorprendente, nos lleva hacia lo importante en este trabajo. Siempre se trata de la vida y la muerte. Esto es el tema. Y cuando nosotros mismos estamos en sintonía con nuestra vida y con nuestra muerte, entonces podemos verlo en otros sin miedo de un modo claro y transparente. ¿Hacia dónde lleva este movimiento cuando lo vemos claro? Para nosotros y los que buscan nuestro apoyo siempre lleva a la vida. Siempre. ¿No es un trabajo bello servir a la vida? Con alegría y ganas de vivir. Esto abre unos espacios nuevos y una condición para ello, naturalmente, es que nosotros crucemos unos límites marcados. ¿Qué límites? Los límites de la buena consciencia, la conciencia que divide. ¿Qué deseo se esconde detrás de la división? El que divide desea la muerte. Todas las religiones desean la muerte a los que no les pertenecen. Por eso inventaron el infierno, que es peor que la muerte.
Entonces el infierno es un invento de los buenos, los que son moralistas y actúan según su consciencia. Y también muchos santos, así llamados espirituales. Porque el cielo verdadero está exactamente aquí (Hellinger toca el corazón y sonríe). Exactamente, esto es el cielo y la vida. Y aquí sigue hacia delante. Y para eso es necesaria la valentía.
Cuando vemos que alguien está atraído por la muerte, se trata de que no se lo ahorremos. ¿El qué? Que no le ahorremos la vida. Le quitamos la vida en vez de, junto a él, salir de la muerte hacia otra dirección, hacia la vida. Y las constelaciones familiares en todos sentidos son el servir la vida. No es en un sentido general solamente. Es un servicio a la paz. La paz significa: la vida para todos. Desear que todos tengan plenitud en su vida. Y entonces estas divisiones se terminan.
Algunos preguntaron, “¿Qué pasa con los países?” El destino de los países significa primero arriba, luego abajo. Y eso es también el destino de toda la gente grande. Primero hacia arriba y luego hacia abajo. Y eso es la rueda de la vida. ¿Y qué ocurre cuando llegamos aquí, abajo? Otra vez sube cuando lo seguimos. Pero crece de otra manera.
He escrito una historia tratando de este recorrido.
¿Debo contarla?
Una persona preguntó a alguien, “Dime, ¿qué cuenta para nosotros?”
Y el otro dijo, “Primero cuenta que estamos vivos durante un tiempo. Eso tiene su principio antes de que hubiera muchas cosas y, cuando termine, volverá al principio. Entonces está completado cuando con ambos, el principio y el final, se hace una unidad. Como siguiente cuenta lo que durante este tiempo hicimos para que esto, lo que huye del tiempo, pertenezca en el otro tiempo. Y nosotros, cuando nos parece que actuamos, estamos utilizados sólo como una herramienta para algo que va mucho más allá de nosotros. Estamos utilizados por eso y luego otra vez dejados de lado. Liberados nos hacemos más completos.”
Y el otro preguntó, “Cuando nosotros y lo que hacemos cada uno en su tiempo, lo que permanece y lo que termina, ¿qué es cuando nuestro tiempo termina?” Y el otro dijo, “Permanece el inicio y el fin como una misma cosa.”
Ok.
Entonces se trataba de subir la cuesta y bajar. Arriba, abajo. Este interminable movimiento circular. Y detrás se esconde también el sentimiento interior de seguridad de que nuestro círculo de nuevo se moverá.
¿He contestado a la pregunta?
Alguien me preguntó cómo tratar a los padres mayores, porque ahí también se cierra un círculo. Su círculo se cierra y el nuestro todavía permanece. Pero hay un problema y esto es una observación importante: los padres no ven a sus hijos. A los padres les acompañan las imágenes interiores cuando miran a sus hijos. Ven a sus hijos como si tuvieran siempre cinco años. ¿Lo sentís? Y al revés, cuando los hijos miran a los padres, de repente se hacen niños de cinco años con el mismo sentimiento que tuvieron entonces. ¿Por qué es así? No lo sé. Pero no lo podemos cambiar. Entonces surge un problema cuando los padres mayores empiezan a necesitar ayuda y cuidados. Y entonces siguen mirando a sus hijos como los hijos de cinco años y los hijos a los padres como los hijos de cinco años. Y ellos se tratan mutuamente como niños de cinco años. Entonces el hijo se siente sobrecargado con esta situación y piensa, ¿Qué voy a hacer con estos padres? Cuando uno lo sabe, entonces puede escapar un poco de ahí. Y hay una frase que podemos decir a los padres y no importan las exigencias que tengan frente a los hijos. “Querida mamá, querido papá por ti haré todo. Todo lo que conviene.” Y al decirlo nos hacemos adultos. Y entonces es más fácil cuidar a los padres mayores de buena manera. ¿Está claro?
Bueno, voy a trabajar más. ¿Alguien quiere trabajar conmigo?
Al lado de Hellinger se sienta una mujer.
Hellinger: Ella está ahora llena de expectativas. Bello. Cierra los ojos e imagínate que dices a alguien interiormente una palabra. Te voy a decir de qué palabra se trata. Cuando lo diga, permite que actúe en ti y no hables de ello. Esta palabra es, “Ah”. Permite que actúe, tienes el tiempo completo. (Tras un tiempo)
¿Está bien así?
Mujer: Sí.
Hellinger: Lo dejo aquí. Te deseo lo mejor.
Mujer: Gracias.
Hellinger se dirige al público: ¿Qué he demostrado ahora? El ayudar con una palabra. Muchos de vosotros han testado como funciona. Así simplemente y así de profundo. No cada palabra funciona así, sino la palabra adecuada. Y eso es la gran expresión del centramiento en este trabajo – ayudar utilizando una palabra o una frase.
¿Habéis visto qué proceso ha tenido lugar aquí? Un proceso intenso. Cada persona puede hacerlo. ¿Queréis practicarlo un poco como el punto central de nuestro trabajo?
Cerrad los ojos.
Mirad a algún niño o a vuestro propio hijo, aquí éste es el más importante. Y el que no tiene hijos mira a un niño que conoce y con el cual está conectado. Y, sin querer nada, imaginaros que este niño está frente a vosotros, a una distancia, y vosotros tenéis a este niño en vuestra alma, tal como es. Y sentís que alrededor de este niño hay algo que lo protege y lo lleva hacia su futuro. Y esperáis así, en esta conexión, mirando al niño teniendo en cuenta lo grande que está esperando. Y de repente viene hacia vosotros una frase o una palabra y sentís que, cuando pronunciéis esta frase o palabra, causáis algo decisivo en este niño. La frase o la palabra es una sorpresa para vosotros. No podéis juzgarlo porque esta frase es la exacta. Y ahora imaginamos qué ocurre con este niño cuando le digáis esta frase o palabra. No tenéis que entender esta frase, pero directamente veis y sentís qué causa en el niño, qué sanador es. Veis lo que causa esta frase en el niño y también lo veis en vosotros.
Ok.
¿Algún hijo se ha hecho feliz? ¿Y vosotros también felices? Es tan fácil cuando estamos conectados con algo más grande.