Bert HELLINGER (2008)
El Amor del Espíritu. Un estado del ser. 2008. pág. 138
Muchos de los problemas que tenemos con nuestros clientes tienen que ver con los muertos. Lo muertos nos influencian y nosotros, tal vez, también a ellos.
Si con los muertos de nuestra familia, algo no ha encontrado solución actúa en el presente como perturbación. Entonces quedamos apegados al pasado, en vez de mirar hacia el futuro.
¿De qué forma estamos ligados a los muertos? Estamos ligados a ellos a través del recuerdo. Muchas veces los recordamos de manera amorosa. Los echamos de menos, los añoramos, estamos enlazados a ellos con amor y con luto.
¿Cómo les va a los muertos si adoptamos esta actitud? ¿les va mejor? ¿Qué es lo que hacemos si los recordamos de este modo? Nos aferramos a ellos. ¿Qué es lo adecuado aquí? Si su muerte aún está cerca, el dolor y el duelo son adecuados. Nos ayudan a separarnos de los muertos. Tal vez, esto también ayude a los muertos. Entonces también ellos se pueden liberar de nosotros.
¿Cómo se logra, de la mejor manera, el duelo por los muertos? Si le agradecemos. Si miramos lo bueno que hemos recibido de ellos como obsequio, y le decimos: “Gracias. Lo honro y hago algo con ello”. De pronto los muertos se pueden soltar porque aquello que nos han obsequiado sigue teniendo su efecto. Ha hecho su servicio.
Esta es una manera. Pero muchos quedan enfadados con los muertos. Les guardan rencor por algo. Es frecuente que clientes que se nos acercan les guardan rencor a sus padres, si bien éstos quizás, ya hace mucho han muerto. Con ello, los vivos quedan ligados a los muertos. Y lo muertos, tal vez, no encuentre la paz, porque los retenemos con nuestras expectativas y exigencias.
¿Cuál sería aquí la solución? Les decimos: “Lo que quiera que haya sido, para mí fue valioso”. Así es. Lo que quiera que haya sido, en cuanto lo aceptamos y asentimos a ello se convierte en fuerza. Se hace valioso. Sólo cuando lo rechazamos se convierte para nosotros en una carga. Por lo tanto, si hay muertos con los cuales estamos enfadados, porque aún esperamos algo de ellas también decimos: “Gracias”. En ese momento, todo lo que haya sido se transforma en un tesoro valioso.
También hay muertos con los cuales nos hicimos culpables, a los cuales hemos hecho daño, a los cuales hemos perjudicado en cuerpo y alma y donde hemos causado perjuicio a su vida. Entonces quedamos ligados a ellos y ellos ligados a nosotros porque aún tienen un reclamo con nosotros.
Esto lógicamente sólo es una imagen. Si realmente es así, no lo sabemos. Pero para nosotros tiene un buen efecto si con los muertos, con los cuales nos hicimos culpables, logramos conectarnos con Amor, y decirles, por ejemplo: “Lo siento, si puedo reparar algo, lo haré”. A veces, por ejemplo, se puede compensar algo en sus hijos. Si asentimos a ello y nos decidimos a hacerlo, también podemos soltar a estos muertos y ellos a nosotros.
No obstante, a menudo, sentimos, que le hemos causado tal daño o, los hemos perjudicado tanto en cuerpo y alma, que ya no hay reparación posible. Hasta nos podemos sentir culpables por su muerte.
¿Cómo manejamos esto? Les decimos: “Yo sé lo mucho que pesa esta culpa. Pero me quedo con ella. No hago intento alguno de quitármela, por ejemplo, por expiación. Con esa fuerza hago algo bueno, en memoria de Ustedes”. Entonces esos muertos pueden reconciliarse con nosotros. Nos pueden dejar, sin exigencia y, nosotros los podemos dejar en paz.
¿Qué significa esto para el ayudar? Como facilitadores abarcamos en nuestra mirada a estos muertos. Es decir, miramos más allá del cliente y de los miembros vivos de su familia hacia esos muertos. Los honramos, escuchamos lo que aún quieren y se lo trasmitimos al cliente. Le ayudamos a que resuelva la situación con los muertos y pueda quedar libre para su vida.
Todo lo que hayamos aprendido en nuestra formación como facilitadores o psicoterapeutas fracasa ante esta tarea. Aquí se requiere y exige algo más. Pero si nos abrimos a ello nos sentimos amplios y profundos de una manera especial y tenemos fuerza.