Bert Hellinger / Los textos citados son las transcripciones autorizadas por el mismo Bert Hellinger de sus entrenamientos y conferencias. Algunos son extractos de sus libros.














































Junto a la madre

Imágenes que liberan, Argentina 2001

Dejar de fumar

Una mujer: Quiero compartir un sentimiento, no es referente a la mañana pero si con lo de ayer. Ayer anoche tuve muy claro que quería dejar de fumar, que era una decisión entre la vida y la muerte, que estaba siguiendo a mi padre. Mi padre murió de cáncer de pulmón y muchos familiares por parte de mi padre han muerto de cáncer. Tuve también la sensación física de calor en el pecho y de repente pude ver a mi padre y a mi madre sonriéndome detrás como dándome la bendición y que puedo tirar para adelante. Tiene mucho que ver con que me estoy entorpeciendo mi éxito en el trabajo, en mis parejas.

Hellinger: Ahora no vuelvas al pasado. Mira hacia adelante.

Mujer: Sí. Quiero saber si tengo que hacer algo más al respecto porque sé que me van a volver las ganas de fumar, hacer algo a este respecto. No lo sé.

Hellinger: Cuando te entren las ganas de fumar, te giras hacia tus padres que están ahí detrás de tu espalda sonrientes, luego te pones el cigarrillo a la boca y esperas a ver qué pasa.

Mujer: Gracias. Muchas gracias.

La imagen de la mujer.

Hellinger: ¿Alguien más?

Hombre: Hasta ahora se ha dado un referente de la mujer, ¿Qué pasa si hay dos o tres referentes de mujer?

Hellinger: No entiendo la pregunta.

Hombre: Pues cuando tienes una imagen de la mujer es la madre, pero qué pasa con la abuela.

Hellinger: En este caso se potencia la imagen de la mujer.

Hombre: ¿Es mejor o peor?

Hellinger: Mejor. Ok. Ven aquí.

Hellinger coloca al hombre en la sala, saca una representante para la madre, dos para las abuelas, cuatro como bisabuelas. Las coloca unas detrás de otras.

Hellinger se dirige al hombre: Y ahora te inclinas con respeto. Y ahora míralas. ¿Cómo te encuentras?

Hombre: Algo confuso.

Hellinger: Inclínate otra vez. Con respeto, más abajo. Baja la cabeza y pon la mano en el corazón.

Hellinger saca representantes de las tatarabuelas. Luego coloca al lado del hombre el representante de su hermano y detrás el padre de ambos.

Hellinger: Tenéis que mirarlas. Respirad profundamente mientras estéis mirando.

Hellinger se dirige al hombre: Y ahora lleva a tu corazón tanto fuerza femenina como fuerza masculina. Respira profundamente con la boca abierta. Así. ¿Cómo te encuentras al hacerlo?

Hombre: Bien, relajado. Tranquilo conmigo mismo.

Hellinger: Ok. Ya está.

Esther: El lugar seguro es al lado de la madre.

Hellinger: ¿De qué se trata?

Mujer: Estos días me he dado cuenta del impacto que hubo entre mi padre y mi abuelo. Mi abuelo tenía una amante a parte de la madre de mi padre. Mi padre vivía en el norte de España y mi abuelo quería que fuera a vivir a su lado. Y mi padre le dijo que iba a vivir a su lado cuando se casara si mi abuelo dejaba a su amante. Y he preguntado estos días en mi familia y nadie quería hablar. Y al final mi madre me contó. Y yo tengo la sensación de haber sido la amante de mi padre. Tanto mi hermana como yo hemos sufrido mucho. Yo fui anoréxica desde los catorce años a los diecisiete y hasta los diecinueve bulímica. Y mi hermana heroinómana y con sida.

Hellinger: Escogeremos a tu abuelo, a tu abuela, a la amante y a tu padre.

La mujer escoge los representantes.

Hellinger: ¿Habéis visto la sonrisa entre ellas dos? Bueno, colócalos.

La mujer coloca a la abuela al lado del padre y en frente al abuelo y su amante.

Hellinger: ¿Qué puede hacer el abuelo si no buscarse una amante? Es que esta mujer no lo quiere para nada. ¿Qué tal la abuela?

Abuela: Mal. Mucha rabia. Pero a la vez quiero guardar la distancia.

Hellinger: Exacto. Hazlo.

La mujer da uno pasos hacia atrás. En este momento el abuelo gira hacia la amante.

Hellinger se dirige al abuelo: Espera ahí. Primero hay que ver la dinámica ahí. El hijo está al servicio de su madre.

Hellinger gira al padre hacia fuera.

Hellinger: Que el hijo haya intervenido en lo que pasó entre ellos dos es arrogancia. Un hijo no debe inmiscuirse en las relaciones íntimas de sus padres, ni siquiera debe saber de estas cosas. Un hijo que ha hecho eso, después, se castiga gravemente.

Hellinger se dirige al padre: ¿Cómo te encuentras?

Padre: Allá yo no era más que un corazón palpitante y solamente veía a aquella mujer. Cuando me pusiste aquí empecé a marearme y no me encuentro bien.

Hellinger: Yo quisiera enseñaros la dinámica auténtica. Lo que en una situación así ocurre, sería esto.

Hellinger junta al padre con la amante del abuelo. Dice: Id hacia delante.

Hellinger: El hijo secuestra a la amante del padre. Es una dinámica muy frecuente. Y también al revés.

Hellinger pregunta al representante del padre: ¿Cómo te encuentras aquí?

Padre: Me lo había imaginado más bonito.

Hellinger se ríe.

Hellinger pregunta a la amante: ¿Y tú?

Amante: Totalmente indiferente.

Hellinger: ¿Y el abuelo?

Abuelo: No quiero tener a la vista este paisaje.

Hellinger lo saca fuera. Retira a la amante del lado del padre y ahí coloca a la mujer constelada. Ella ahora está al lado derecho de su padre.

Hellinger: ¿Cómo es eso?

Mujer: Vergüenza.

Hellinger: ¿Y tú?

Padre: Peligroso.

Hellinger: Ella representa a la amante, estaba claro cuando antes se sonreían. El hijo, cuando quiere hacer prescripciones sobre la moral, aún acaba siendo peor.

Hellinger saca una representante de la madre de la mujer y las coloca juntas.

Hellinger: Ella es la persona segura.

Ambas se abrazan.

Mujer: Mi madre no estaba.

Hellinger: Ahora sí está.

Hellinger: ¿Cómo te encuentras ahora?

Abuelo: Hay algo que no ha terminado.

Hellinger coloca al abuelo frente a la abuela.

Hellinger: ¿Y tú?

Padre: La despedida es difícil, pero la vida sigue.

Hellinger dice a la mujer: Estás con las mujeres.

Mujer: Quiero tener un hijo.

Hellinger: Pero primero un marido.

Mujer: Sí.

Hellinger: Bien.

Hellinger pregunta a la abuela: ¿Qué hay aquí ahora?

Abuela: Mucho miedo y odio.

Hellinger: ¿Y tú?

Abuelo: Indiferencia. Lo que yo no había terminado no es aquí. Era por ahí.

Hellinger: Eso no es importante para la cliente. Lo dejamos aquí. Y ahora salid de los papeles.

Hellinger: Me imagino que muchos tendrían preguntas curiosas. Si ahora las hicierais y yo intentara responderlas, ¿Cómo se encuentra la cliente entonces? Sería meterse en su esfera íntima, por tanto sería fatal. Ella sabe, nosotros no tenemos que saber nada más. ¿Para qué?

El respeto ante la mujer.

Hellinger: ¿De qué se trata?

Mujer: Tiendo a renunciar porque siempre hay otros que necesitan más que yo. Mi madre tenía que cuidar a mi abuela paterna que se estaba muriendo de cáncer. Finalmente se murió cuando yo tenía dos años. Se murió de cáncer de intestinos. Cuando dio a luz a mi padre se le desgarró todo en la pelvis. Mi padre no la conoció hasta que tuvo tres años.

Hellinger: ¿Hacía quién se dirige mi corazón?

Mujer: ¿De estos tres?

Hellinger: ¿A quién se dirige mi corazón en el primer momento?

Mujer: ¿A todos?

Hellinger: En primer lugar.

Mujer: A mi padre. ¿Mi madre?

Hellinger: ¿Quién lleva el destino más duro?

Mujer: ¿Mi madre? ¿Yo?

Hellinger: Está totalmente contaminada por la psicoterapia. Una vez vino un hombre y yo le pregunté por los cinco eventos cruciales de su infancia y entonces recordó que una vez su padre le había acariciado el pelo, después una vez se cayó, después recibió una bofetada y algunas cosas más por el estilo y cuando el tenia 5 años murió el padre y en el grupo todos eran psicoanalistas o psicoterapeutas. Y yo les pregunté, bueno de toda esta información qué es lo más importante. ¿Qué tiene más peso? Citaron todo menos el hecho de que el padre murió cuando el niño tuvo cinco años.

Hellinger se dirige a la mujer: ¿Qué es lo que más peso tiene aquí? ¿Quién ha pagado más?

Mujer: Yo tengo la sensación de un peso grande que estoy llevando yo.

Hellinger: Configuraría a dos personas. A ti y a tu abuela.

La mujer escoge a las representantes. Intenta colocar a la abuela en el suelo.

Hellinger: No, No, No. De píe. No hacemos esculturas.

La mujer coloca a las representantes una frente a la otra. Hellinger saca a otro representante.

Hellinger: Tú eres el hijo de la abuela en cuyo parto ella sufrió mucho. Dile “el precio es demasiado alto”.

Padre: El precio es demasiado alto.

Hellinger: Ahora arrodíllate e inclínate profundamente hasta abajo.

Tras un momento la abuela se acerca al hijo y ambos se abrazan.

Hellinger: Dile, mamá ahora lo tomo también a este precio.

Padre: Mamá, ahora lo tomo también a este precio.

Hellinger: Y te doy la honra.

Padre: Y te doy la honra.

Hellinger: ¿Cómo se encuentra la abuela?

Abuela: Mejor.

Hellinger se dirige a la representante de la mujer: ¿Cómo te encuentras tú?

Representante: Más tranquila. Cuando estaba la abuela delante, me encontraba mal.

Hellinger: Ahora arrodíllate tú también. Y te inclinas ante la abuela hasta el suelo.

Hellinger se dirige al hombre: Dile, Mamá yo pasé aquello que tu viviste.

Padre: Yo pasé aquello que tú viviste.

La representante de la mujer se acerca al padre y a la abuela y se deja abrazar por ellos.

Hellinger se dirige a la mujer constelada: ¿Cómo te encuentras?

Mujer: Estoy muy aliviada porque estos sentimientos están llevados a quien les tocan. Ahora sólo se queda la deuda por mi abuelo que se volvió loco y gastó todo el dinero cuando yo tuve dieciséis años.

Hellinger: Dile a tu abuela, aquí lo que yo llevo es pequeño.

Mujer: Lo que yo llevo es pequeño.

Hellinger: ¿Bien?

Mujer: Sí. Gracias.

Hellinger: Aquello que pasó cuando la abuela dio a luz a su hijo crea miedo en la familia, sobre todo para el hijo. Y así estos hechos muchas veces se limitan y se niegan, reclamando derechos en vez de reconocer que uno recibió a un precio tan alto. El corazón del terapeuta enseguida estaba al lado de la abuela. No la has mencionado. Mencionaste a todos los demás menos a la abuela. En el fondo es una locura. Ok.

La compasión.

Mujer: Me gustaría saber, ¿de dónde se saca la compasión?

Hellinger: Contaría una historia. Una vez hubo un tal Job en la Biblia castigado por dios y entonces se sentó encima de estiércol. Había perdido todo, a todos sus hijos y ahí vinieron tres amigos para consolarlo. Si hubieran venido tres terapeutas, ¿qué hubieran hecho? Hubieran resistido su dolor. Esos tres amigos se sentaron a una cierta distancia y durante ocho días no dijeron ni palabra. Esa es la compasión. Resistir aquello que el otro está sufriendo sin intervenir y sólo cuando nace de dentro quizás uno se acerque.