Bert Hellinger / Los textos citados son las transcripciones autorizadas por el mismo Bert Hellinger de sus entrenamientos y conferencias. Algunos son extractos de sus libros.














































La ayuda buena

Madrid, junio 2003

De qué se trata

Se trata de una ayuda profesional, ni interpersonal ni familiar.

No dejarse enganchar, no dejarse llevar por un vínculo afectivo, sino la terapia está abocada al fracaso.

No hacer más de lo que uno sabe hacer.

No dar más de lo que pide el otro.

Los cambios importantes requieren tiempo.

Se trata de una ayuda sistémica: siempre dirigirnos a la persona como miembro de un sistema, como parte de un sistema.

Conocer muy bien las leyes, las intrincaciones y las dinámicas sistémicas.

Pedir al cliente que exprese su petición en una o dos frases para evitar la dispersión y permitir que el tema resuene en el terapeuta. Hablar de tema, no de problema.

A menudo, lo que la persona expone no es más que la expresión de la realidad. Ponerlo en evidencia y buscar lo que hay detrás: ¿y qué? ¿Cuál es tu necesidad, en una sola frase?

Preguntarse en todo momento ¿quién es el grande, quién es el pequeño aquí?

No sustituimos ni al tratamiento en psicoterapia, ni al tratamiento médico, le acompañamos.

Cuando el terapeuta crea más problemas

Los problemas aparecen cuando una persona posterior ayuda a una persona anterior. Por lo tanto si el terapeuta toma el lugar de uno de los padres del cliente, está creando un problema en vez de resolver algo. Para poder ayudar hay que reconocer y aceptar el rango de los padres, propios y del cliente, y respetarles.

El terapeuta y el cliente están unidos, vinculados; pueden llegar a establecer una relación triangular en la que el vínculo con el terapeuta va a sustituir el vínculo con la realidad; esto pone en peligro los vínculos reales, bien con uno de los padres, bien con el conjugue.

Nos tenemos que poner al servicio de los vínculos reales.

Terapeuta hijo parental

Si el terapeuta es un hijo parental, está en una energía infantil, ineficaz y se coloca por encima del cliente. El cliente crece, se transforma en el padre o madre no respetado del terapeuta, lo que hace que el terapeuta se sienta impotente como un niño que ocuparía un lugar que no le corresponde. Pues este terapeuta ha excluido al padre o a la madre del cliente y quiere ocupar su lugar.

Solución: mentalmente el terapeuta junto con su cliente se inclinan ante los padres del cliente, y el terapeuta les pone en su corazón.

Rival de la madre

Cuando una terapeuta se ha sentido mejor pareja que su madre para su padre, es que ha expulsado a su madre de su corazón y entrará en rivalidad con las pacientes y también con las madres o parejas de sus clientes en general. Al creerse la más fuerte, la mejor, es cuando pierde fuerza.

Al honrar a la madre de la cliente, la terapeuta da más fuerza a esa madre, lo que le permite querer a su hija transmitiéndole su fuerza, y la cliente puede recibir la fuerza de su madre.

La mayoría de los problemas son causados por el hecho de rechazar a su propia madre, cortándose así de la fuente de la energía de la vida.

El Padre

El padre viene en segundo lugar.

La mayoría de los terapeutas se comportan como una madre con su cliente, y el padre del cliente se transforma en un rival. La relación terapéutica se convierte en una relación Madre-hijo, con exclusión del Padre.

Es preciso pues que el padre esté presente dentro del terapeuta y sea honrado por el mismo. El terapeuta dejará entonces de ser la madre del cliente. La presencia del padre reconocido da la energía necesaria.

Siempre tener los padres presentes, para que el cliente no nos engañe.

Estar en el adulto

Si, tanto el terapeuta como el cliente, cada uno ha estado en su adulto, sin sueños ni deseos ilusorios, entonces la relación terapéutica no crea dependencia, y cada uno recobra su libertad al final de la sesión.

Los adultos tienen sueños y deseos que les llevan a la acción, para concretizar y hacer reales esos sueños. Se viene a la terapia como adulto o como niño. Nadie puede ayudar al que viene como niño. Sin embargo el terapeuta va a sentir compasión hacia esa persona, protección, ternura, va a sentir el deseo de hacer de madre con él, y la relación de transferencia-contra transferencia se instala. Y en ese momento el cliente toma el control. Y al final el terapeuta se enfada con el cliente porque no cambia.

Preguntar al cliente ¿Qué quieres hacer? o ¿A quién quieres? Esto le permite salir de su postura de niño y ponerse en su adulto.

Ser muy breve y muy vigilante al principio para evitar la instalación de la dependencia.

La queja

Cuando un cliente se queja de su destino o de sus padres, no podemos hacer nada. El que se queja de sus padres los ha perdido y no podemos ayudarle.

Decir al cliente: mirándote se puede ver que realmente han sido grandes.

Cuando alguien se queja de su situación, como un niño, está esperando que cambie algo de lo que ya ha sido. Si el terapeuta cae en la trampa de la compasión (consolador, salvador) es que desea lo mismo que el cliente, que algo de su vida sea distinto de lo que es. Ambos están entonces cortados de la realidad.

El hecho de aceptar, con alegría, lo que ha sido, inmediatamente da fuerza.

Mi experiencia: cuando un paciente se queja, miro a esa persona y a todas las personas de su familia con amor, y, a veces, una sola frase me viene y cuando la digo todo cambia. Es la terapia de una sola frase. Es posible cuando uno está en la fuerza del amor más grande.

La frase mágica: “disfruto de lo que me queda.

La realidad dura

Si el terapeuta siente el dolor, el horror o la desesperación del cliente, si quiere ayudarle, le quita fuerza. Pues este sentimiento de dolor del terapeuta es un reproche contra la vida tal y como es e impide que el cliente la asuma tal y como es.

La solución: inclinarse ante el destino. Hacer que sea reconocido, aceptado, y quizá entonces se abra una puerta.

Si se ha vivido algo duro y grave es bueno sentirlo, realmente es una pena, a la vez que se asiente a ese destino.

Muchos terapeutas no resisten a la prueba de la realidad, la tapan, la disminuyen: por ejemplo no aceptar que un cliente sea peligroso, no aceptar que la muerte de un cliente sea próxima.

Mientras que si aceptamos ese destino, el cliente se refuerza a través de nuestra fuerza y puede él también aceptar su destino y crecer.

Cuando se dejan actuar los movimientos profundos del sistema, ellos mismos resuelven los desequilibrios, llevando a la reconciliación.

Mirar en nuestro interior al padre, a la muerte, a la enfermedad que asustan, para que el cliente pueda mirarlos

Tomar partido

Si opinamos, si tomamos partido ya no podemos ayudar: por ej. Si nos oponemos a la enfermedad, a una autoridad malévola, a un incesto, etc.

Solamente cuando todas las personas son respetadas, victimas y perpetradores, es cuando es posible ayudar permitiendo los movimientos profundos del sistema hacia la reconciliación de lo que estaba separado.

Hay que deshacerse de la noción del Bien y del Mal para poder ponernos al servicio de la paz, de la reconciliación.

La fuerza

El terapeuta se pone al servicio de la mayor fuerza, al servicio de la fuerza de la vida.

Estar siempre atento a nuestra propia fuerza, saber si estamos en nuestra fuerza, o estamos cediendo. Todo lo que conlleva pérdida de fuerza es falso, hay que detenerlo inmediatamente.

Si de antemano el terapeuta quiere conseguir algo: un perdón, un reconocimiento, etc., ya no puede ayudar, ha perdido su energía, está en el triángulo de la manipulación, ya no está en contacto con la realidad.

Percepción

Sintonizarse con los representantes y la frase necesaria saldrá sola. Preguntar lo menos posible a los representantes lo que sienten, pues quita energía al movimiento que está emergiendo. Ser muy paciente y muy confiado.

Si el terapeuta duda o no confía en su percepción se queda bloqueado y no puede avanzar.

Antes de empezar el terapeuta visualiza:

- a sus propios padres, el destino de ellos, y los honra,

- los coloca detrás de sí, a cierta distancia,

- visualiza su propio destino, lo honra, lo coloca detrás, entre sus padres y él,

- visualiza al cliente, a sus padres, o a su sistema completo, junto con el destino del cliente. Luego deja al cliente frente a su destino, mientras mira al padre y a la madre del cliente, para que estos adquieran fuerza y sostengan a su hijo cuál sea la situación.

El amor

Estar en el amor en terapia es recibirlo todo, tal cual, sin querer cambiar nada, sólo como es. Tomar la vida como se presenta, la nuestra, la de los demás. Todo tal y como se presenta.

Y en esta vida también existen la lucha, la guerra, los polos opuestos, victoria-derrota, vida-muerte, el pasado tal y como fue, el futuro tal y como será.

Estar en ese amor permite sentirse amplificado, en acuerdo con todo. Llena. Da serenidad. Aceptar nuestro destino, el de cada uno.

De esta manera podemos observar como las cosas se desarrollan para ofrecer una ayuda.