Bert Hellinger / Los textos citados son las transcripciones autorizadas por el mismo Bert Hellinger de sus entrenamientos y conferencias. Algunos son extractos de sus libros.














































La enfermedad

Alemania noviembre de 2011

Muchos de los que llegan a constelaciones familiares buscan ante todo sanación y, a través de las constelaciones familiares, los trasfondos de las enfermedades en muchos sentidos surgieron a la luz.

Es extraño que nosotros apenas percibamos una enfermedad en nosotros. Hacemos los intentos más diversos para deshacernos de la enfermedad. En constelaciones familiares sin embargo salió a la luz que las enfermedades son mensajeros de otro poder y, si nos queremos deshacer de las mismas, no tenemos posibilidad de descifrar el mensaje. Y nuestros intentos de deshacernos de la enfermedad en muchos sentidos nos ocasionan un daño, y no solo a nosotros, sino también es un perjuicio para nuestra familia. 

Representar a un excluido

Por ejemplo, como Sophie y yo ahora comúnmente lo hacemos, si colocamos un representante para la enfermedad, surge a la luz. Y la enfermedad muchas veces representa a un miembro de la familia al que se ha rechazado, al que se ha excluido, y al que no se da el derecho de pertenencia dentro de la familia. Esto es, una persona excluida. Es decir que levanta la mano y quiere decirnos algo a través de la enfermedad. Si entonces logramos reincluir a esta persona y darle un lugar en nuestro corazón y reintegrarla en nuestra familia, la enfermedad se puede retirar porque ha cumplido con su servicio. Esto es una parte. 

“Yo te sigo”

Luego otra cosa importante salió a la luz. Hay dos frases que llevan a una enfermedad. Una frase es: “Yo te sigo”. Y entonces se enferma, y muchas veces esta enfermedad está relacionada con el género, con el sexo y ante todo con el vientre. Y la mujer no sabe de dónde proviene esta enfermedad. Pero ese hijo perdido da su mensaje a través de esa enfermedad, y si ahora está reintegrado tanto en el alma como también en el cuerpo, la enfermedad se puede retirar. Esta es una de las frases. Pero también lo vemos si la creatura ha perdido a su madre durante el parto. Es decir, la madre falleció durante el parto. Cuando la madre muere en el parto, entonces la criatura quiere seguir a la madre. Eso se ve muy a menudo y la criatura enferma y muere. Esa es una de las frases.

¿Me pueden seguir?

Porque esto es fundamental, es otra comprensión de la enfermedad.

“Yo por ti”

Ahora la segunda frase. Y esta frase es la responsable de la mayoría de las enfermedades. Cuando una criatura percibe que su madre quiere morir, entonces la criatura dice a su madre, “Yo por ti”, “A cambio de que tú vivas, mejor muero yo”. Y así la criatura enferma o muere, y detrás se encuentra otra frase. Muchas veces también la madre dice y en relación a ello también padre, “Tú por mi”, “Muere por mi”, “Enferma tú en mi lugar”. Es decir, es un doble movimiento, la madre o el padre desplazan las consecuencias de su culpa a su hijo. Y el hijo dice, “Sí”. Obviamente aquí tenemos que considerar lo que ya comenté acerca de la culpa y la expiación. Estos movimientos se dan en los ámbitos de la consciencia del bien y el mal y tenemos que crecer más allá de ello. Tenemos que superar la culpa y ante todo tenemos que crecer más allá de la expiación por la culpa.

Quiero añadir algo acerca de las religiones. 

Y aquí, ante todo, en el cristianismo. Toda la religión del cristianismo se basa en la frase, “Yo por ti”. Toda la concepción de la salvación de nuestros pecados significa que decimos o que esperamos que el otro en nuestro lugar expíe la culpa. Por ejemplo, Jesús a cambio de que nosotros encontremos la muerte, él murió por nosotros. Y en la Biblia se encuentra una frase: “un amor mayor no tiene más que aquel que entregue su vida para otros”. Esta terrible frase que causa tanto daño en nuestro ámbito familiar, ese “Yo por ti” se convierte en una ejecución religiosa con la cual alcanzamos o merecemos el cielo. 

¿No es terrible esto? ¿No es totalmente loco? Y ese concepto de que Dios quiere esos sacrificios sangrientos para reconciliarse con nosotros. ¿Y cómo podemos sanar todo esto? ¿Cómo nos podemos mantener sanos? ¿Cómo podemos mirar a la enfermedad si a ese Dios lo enfrentamos y le decimos “Tú eres el erróneo. Tú no puedes ser el Dios de la creación. Tú fuiste creado según nuestra imagen.” ¿Y quién tiene fuerza para decirlo? Más bien morimos con el concepto: yo soy un salvador. Puede tener una connotación más loca, pero, ¿quién tiene fuerza de crecer más allá de esto? ¿Qué sucede con la persona que lo hace? Pierde el derecho de pertenencia a su grupo. Es decir, vive un movimiento del espíritu, crecemos hacia otro nivel de consciencia. Ese nivel de consciencia es la base de la sanación.

Ahora sí hablé demasiado, pero fue importante lo que aquí expresé.

Separación temprana de la madre

En mi libro “La sanación” me dediqué a esta dinámica. Este libro ha sido traducido a varios idiomas, también al ruso. La observación que he hecho es que en la mayoría de los seres humanos ha habido una separación temprana de la madre y el efecto es que después de eso la criatura se aleja de la madre. Muchas veces la criatura está llena de rabia, e interiormente se separa y ya no se acerca a la madre. Es decir, la separación no tiene nada que ver con querer o no querer. Es la consecuencia de un trauma de separación y esta vivencia tiene un efecto sobre todas las relaciones posteriores, sobre las relaciones de pareja, y también tiene consecuencias en nuestra profesión. En la configuración lo podemos observar cuando colocamos enfrentados hombre y mujer y uno de ellos o ambos se quedan detenidos, no se acercan al otro, se mantienen esperando a que el otro se acerque. Y si éste se acerca, el otro se retira. Y todo está en relación con esa separación de la madre.

Entonces se da la pregunta, ¿cómo podemos superar esa separación temprana? ¿Cómo podemos volver a retomar el movimiento hacia la madre para volver a sentir la unidad? Es un proceso muy complicado y está relacionado con un profundo temor, y si lo logramos tiene efectos sobre todas nuestras relaciones posteriores. Ahora me desvié, me perdí. Porque yo quería quedarme con las enfermedades, pero aquí pudimos ver que también tenía un papel importante. Ahora me pregunto, ¿sigo con las enfermedades o lo llevo en dirección hacia la madre? Lo segundo. ¿Ok?

Entonces voy a explicar algo con respecto a esto. Después de la separación, después de esta experiencia, cambia en nosotros la imagen que tenemos de la madre. Habíamos tenido y hecho experiencias tan bellas contenidas por ella, acariciadas por ella. La miramos a los ojos y nos encontramos felices. Y ahora pruébenlo en ustedes mismos.

Cierren los ojos.

¿Cuántas imágenes guardan de su madre? ¿Y cuáles son las emociones ligadas a estas imágenes? Según mi observación, la mayoría no tiene más que cinco imágenes de su madre. Cinco recuerdos. Todos negativos. Todos ligados a un rechazo o un reclamo. Y si ahora me imagino y si solo observo cómo las madres se ocupan de sus hijos y muchos de ustedes que tienen hijos, ¿Cuánto amor se entregó a los niños? Y lo mismo vale para el padre. ¿Y ahora solo le quedan a la criatura cinco imágenes negativas? ¿No es extraño eso? ¿Y cómo estas pocas imágenes y estas emociones envenenaron toda nuestra vida y envenenaron todas nuestras relaciones? Ok.

¿Lo comprendieron ahora? La pregunta es, ¿Cómo superamos eso?

Ahora voy a hacer un ejercicio con ustedes.

Cierren los ojos.

Ahora regresamos al tiempo antes de esa vivencia de separación, de división. Regresamos a la felicidad temprana. 

Por ejemplo, regresamos al útero materno, totalmente uno con ella. Respiramos con ella. A través de su respiración, respiramos. Cuando ella exhala, también nosotros exhalamos. A través de la misma sangre, lo que siente también lo sentimos nosotros. Si está contenta tal vez nos movemos en su regazo. Y ella siente que nosotros compartimos esta alegría. Y si tiene temores también lo sentimos. En todo sentido somos con ella un corazón y un alma. 

Luego nacemos. De pronto separados de ella y por primera vez respiramos por nosotros mismos. Inhalamos el aire, y nuestros ojos buscan los ojos de la madre. De inmediato la reconocemos. Le tendemos las manos y ella las toma y nos acerca al pecho. Finalmente de nuevo con ella. Nos da su pecho, nosotros tomamos y continuamos. La miramos a los ojos, protegidos y seguros en todo sentido junto con ella. 

Y luego siempre está ahí presente. 

Solo necesitamos gritar y de inmediato está ahí. Así vamos creciendo, jugamos con ella, ella con nosotros y nos sentimos felices ligados a ella en todos los sentidos. Y ahora nos detenemos y nos aferramos a estas imágenes hermosas. Nos llenamos de las imágenes y, mientras nos dejamos iluminar por ellas, nos sentimos felices. Las imágenes negativas se desplazan hacia el fondo y las emociones ligadas a estas imágenes también se desvanecen. De pronto nos sentimos uno con nuestra madre.

Y ahora nos imaginamos así como nos encontramos ahora, estar frente a nuestra madre a cierta distancia, la miramos a los ojos continuamente. 

Y ahora con esas imágenes en el corazón y con la mirada de sus ojos, damos un pequeño paso hacia ella. Y sentimos los temores, el temor de dar ese paso. Los temores y dolores antiguos vuelven a resurgir, pero con las imágenes hermosas y felices frente a nosotros y con la mirada a sus ojos damos el primer pequeño paso hacia ella. Este paso lo logramos y esperamos. 

Nuevamente enfocados en los recuerdos felices y, cuando notemos que hay suficiente fuerza en nosotros, damos el siguiente pequeño paso. Y entonces el tercer paso y el cuarto y volvemos a esperar. Ya se hizo más ligero y más fácil acercarnos a ella. Respiramos profundamente y nos alegramos del recorrido logrado de habernos acercado a ella.

Luego el siguiente paso. Cada vez se hace más fácil. 

La miramos a los ojos y nos alegramos. Y ella se alegra de que finalmente nos acerquemos. Otro paso más y otro más. Ahora ya nos encontramos muy cerca, la miramos a los ojos y le decimos, “Querida mamá”. Y nos entregamos a sus brazos. De nuevo con ella. Finalmente de regreso a casa. 

Y ahora sentimos lo diferente que se siente todo nuestro cuerpo, cómo nos ampliamos interiormente. Por fin de nuevo completos.

El Dios de la Biblia: “Tú por mi”

Les cuento una historia de las sagradas escrituras, una historia espantosa. Una historia de un hombre piadoso y un hombre terrible. Gracias a Dios solo es una historia de la Biblia pero aquí pudimos ver que en muchas familias sucede exactamente lo que esta historia cuenta. La historia cuenta, ahora voy muy lejos, algo acerca de las nuevas constelaciones familiares. Ahora están muy ansiosos de saber de qué historia se trata.

Un hombre soñó en la noche que había escuchado la voz de Dios que decía: “Ponte de pie, toma a tu hijo, el único, el amado, y llévalo a la montaña que te indicaré y sacrifícamelo en el holocausto. Por la mañana el hombre se levantó, miró a su hijo, al único, al amado, miró a su mujer, la madre de la criatura, miró a su Dios, tomó al hijo, lo llevó a la montaña, construyó un altar, y tomó el puñal para sacrificar a su hijo a Dios. De pronto escuchó otra voz y a cambio de sacrificar a su hijo, sacrificó a una oveja. Más adelante siempre que los animales eran sacrificados a Dios representaban a sacrificios humanos. A ese Dios que se come a los niños. 

Bueno, después de todo esto, ¿cómo mira el hijo al padre? 

¿Cómo mira el padre al hijo? 

¿Cómo mira la madre al padre? 

¿Y cómo ese hombre a su mujer? 

¿Y cómo miran ellos a Dios? 

¿Y cómo mira Dios? Si es que existe, ¿cómo les mira Dios a ellos? 

¿Se les hace conocido esto en la propia alma, en la propia familia? Con la mirada hacia tantos y tantos sacrificados a Dios.

Gracias a Dios hubo otro hombre que soñó en la noche. Había escuchado la voz de Dios que le decía, “Ponte de pie. Toma a tu hijo, al único, al amado. Llévalo a la montaña que te indicaré y ofrécemelo ahí en holocausto. Por la mañana el hombre se puso de pie, miró a su hijo, al único al amado. Miró a su mujer, la madre del hijo y miró a su Dios. Le hizo frente, le miró a la cara y dijo, “Yo no lo hago”. 

¿Cómo mira el hijo al padre?

¿Cómo el padre al hijo?

¿Cómo la mujer al hombre?

¿Cómo el hombre a la mujer?

¿Y cómo miran a Dios?

¿Y cómo mira Dios? Si es que existe, ¿cómo les mira Dios a ellos?