Bert Hellinger / Los textos citados son las transcripciones autorizadas por el mismo Bert Hellinger de sus entrenamientos y conferencias. Algunos son extractos de sus libros.














































La salud espiritual

Jornadas didácticas. Las dimensiones de la ayuda.
4-5 de julio de 2006 en Buenos Aires

  • La salud espiritual
  • Movimientos del alma, movimientos del espíritu
  • La paz
  • La responsabilidad del perpetrador

La salud espiritual

¿Qué es lo que nos enferma? ¿Cuándo enfermamos?

Enfermamos cuando uno se desvía del movimiento del espíritu.

Es decir, los movimientos del espíritu afectan por igual a todas las personas, nadie queda excluido del movimiento del espíritu. Y tampoco podemos excluir a nadie de los movimientos del espíritu. En cuanto lo intentamos perdemos la sintonía, la concordancia con el movimiento del espíritu. Pero el espíritu no nos abandona. Nos mira con benevolencia. 

También en lo que aparentemente hacemos mal, también donde aparentemente nos hacemos culpables. Solamente que en ese caso el espíritu nos lleva de una manera distinta. Vemos cómo nos despierta a la consciencia. 

¿Cómo? Por ejemplo, mediante una enfermedad. 

Entonces, la enfermedad está al servicio del movimiento del espíritu. A saber: un movimiento del espíritu vuelve a traer, mediante el dolor, mediante el sufrimiento, a aquellos que hemos excluido.

Entonces en ese caso una enfermedad nos hace conscientes para que nosotros miremos a aquellos a los que no queríamos mirar. Nos obliga a regresar a un movimiento del espíritu más abarcador. 

Pero muy a menudo ¿qué hacemos con una enfermedad? queremos deshacernos de ella. En lugar de permitir que esta enfermedad nos guíe como un movimiento del espíritu que nos quiere unir con alguien que hemos excluido o relegado, queremos deshacernos del medio de sanación. 

La enfermedad como medio de sanación. 

Quizá vuelva en la próxima generación, o en la siguiente. 

Movimientos del alma, movimientos del espíritu

Quiero llamar la atención sobre algo muy importante: los movimientos del alma, los movimientos del espíritu.

Tuve otras comprensiones. Mucho de lo que yo describía como movimiento del alma es movimiento del espíritu. 

Y entonces, ¿qué es un movimiento del alma?

Bueno. Estos movimientos del alma tienen lugar en el nivel de la conciencia. ¿Qué significa aquí conciencia? Que alguien se siente mejor, el mejor. Todo aquel que se siente “mejor que” excluye a alguien; si no, no podría sentirse mejor. Cuando me siento “mejor que alguien” le estoy denegando el derecho a vivir. Es decir que la soberbia en el alma, este sentimiento, es un asesinato.

Y dentro de la conciencia hay un movimiento de compensación, una necesidad de compensar, y esa necesidad de compensación se da en el marco del alma de la familia, en esa alma grande. Por eso muchas veces le toca a alguien compensar, alguien que es totalmente inocente. No es el que se hizo culpable el que compensa. No necesita hacerlo, porque un niño, un hijo, muy a menudo lo hace por él.

Dentro del alma hay una continuación interminable de intentos de compensación. Sin ningún éxito. Y esta alma familiar es un campo morfogénico. Ruppert Sheldrake que lo ha entendido a nivel de la biología con mucha claridad dice que dentro de un campo mórfico no hay nada nuevo, solo interminables repeticiones. Por eso dentro de una familia a través de las generaciones se vuelven a repetir los mismos acontecimientos. Siempre las misma intrincaciones. 

A veces las sacamos a la luz.

¿Y cuales son las consecuencias?

A pesar de todo continúan, lo habéis visto. 

Porque los individuos quedan como capturados por ese campo mórfico: es el campo de la diferenciación entre el bien y el mal, el campo de la necesidad de compensación. 

Luego, Ruppert Sheldrake vio que un campo así puede cambiar por una influencia externa, a saber, una influencia espiritual. Y eso es una comprensión, que proviene del espíritu.

Una vez que esa comprensión se introduce en el campo algo se modifica. ¿En qué dirección? En una dirección mas allá del bien y del mal, en una dirección en la que hay que reconocer de repente que los movimientos del espíritu nos toman a todos y que cada uno está en orden tal como es. 

Entonces los movimientos del espíritu que hemos observado aquí nos pueden, de alguna manera, elevar a otro nivel donde la influencia de la conciencia se detiene, donde la necesidad de la reparación, de la expiación, termina. Y donde una enfermedad, porque es sentida dentro de este movimiento, se transforma en un movimiento del espíritu que nos une con aquél que había sido excluido. Y este movimiento del espíritu lleva a la salud, a una salud espiritual. Entonces nos sanamos en el espíritu. 

Cuando queremos ayudar a alguien solemos hacerlo dentro del campo mórfico del alma y entonces todo se va repitiendo.

A nivel espiritual todos sanan. También nosotros.

La paz

Cuando surge un problema, surge siempre de la misma manera. 

Alguien es separado. Cuando una persona se siente separada o se la separa de las personas que para ella son importantes eso para ella se vuelve un problema. Y todo problema surge de una separación, y la solución es tomar el camino inverso… En el fondo es muy fácil.

El proceso interno

El proceso interno de cuando nosotros le ayudamos a alguien a unirse a lo que antes estaba separado. Está muy claro que los movimiento del espíritu siempre unen lo que antes estaba separado. ¿Cómo puede ser? 

Es porque los movimiento del espíritu miran con buenos ojos a todos por igual. ¿Y cómo podemos sintonizarnos con este movimiento?

¿Cómo podemos nosotros contribuir para que lo separado se vuelva a unir?

Si miramos a todos por igual. 

La mayoría de los clientes que vienen a vernos han rechazado a alguien o se sienten rechazados, y entonces le hacen un reproche a alguien, o se lo hacen a ellos mismos. 

Cuando escuchamos esto es como si nos pidieran que nos opusiéramos a alguien, que rechazáramos a alguien. A veces también aunque parezca raro, la cliente espera que la rechacemos a ella, que la juzguemos. Por ejemplo cuando una madre dice que “lo hice todo mal”, nos esta invitando a que la rechacemos. Todos estos intentos agravan el problema, y si permitimos que nos seduzcan estamos echando leña al conflicto en vez de solucionarlo. 

¿Cuál es el proceso?

Para comenzar, internamente, en nuestra alma, unimos todo lo que está separado en el alma del cliente. Miramos al cliente tal como es. Tal como es, fue como el espíritu lo quiso. Por esa razón tampoco puede ser distinto de lo que es. Como es está bien. El espíritu lo pensó así. Y así para nosotros está bien.

Cierren los ojos

Visualicen este tipo de clientes. No importa su conducta. Qué ocurre en el alma de ustedes? Tienen quizá algo en contra de este cliente. Interpretan quizá su conducta como una forma de ser despreciable. ¿Realmente tenemos la sensación de desearle todo lo mejor? ¿de tener benevolencia hacia él? ¿Y sentimos la misma benevolencia hacia sus padres, su familia, su pareja, sus hijos? 

Repentinamente sentimos que algo en nosotros cambia por la benevolencia. La benevolencia hacia todos como son, a cada uno tal como es, por igual hacia todos, sin diferenciaciones. Entonces estamos en el movimiento del espíritu. Y luego el espíritu se hace cargo de guiar con benevolencia a todos y une a todos a su manera, mas allá de lo que nosotros podemos imaginar.

¿Cuál es el aspecto más bonito de la benevolencia?

Cuando nos sentimos bien con el otro tal como es, tal cual es.

Cuando nos podemos poner contentos por los miembros de la familia del cliente como son. Y esto es muy fácil. Si nos movemos con los movimiento del espíritu porque el espíritu siente alegría con todos tal cual son. 

Y así estamos al servicio de la paz.

Tiene un efecto bonito para nosotros: nos sentimos felices.

La responsabilidad del perpetrador

No hay nadie que por lo que hace puede ser hecho responsable. 

A nadie se le puede hacer responsable por sus actos. Porque nadie es libre. Aquí pudimos verlo. 

¿Podía uno ser distinto de lo que fue? 

¿Quién es responsable por todos los actos, por los asesinatos? 

El espíritu. Él lo quiere, él lo piensa y porque lo piensa ocurre, y todos están al servicio de este espíritu. 

La gran tentación para nosotros es que creemos que el individuo y su destino son importantes, como si el espíritu, o como si Dios, debiera mirarnos a cada uno y ocuparse de nuestro bienestar.