Bert Hellinger / Los textos citados son las transcripciones autorizadas por el mismo Bert Hellinger de sus entrenamientos y conferencias. Algunos son extractos de sus libros.














































Lo que nos hace felices

Conferencia en Viena, 1.10.2008

Ahora empezamos con la felicidad. ¿Están listos para la felicidad?

Felicidad es una palabra clave, una palabra única. La felicidad es: más, más, más. La felicidad siempre crece.

Cuando ustedes se compenetran con el movimiento interior: ¿Hacia dónde va ese movimiento?

Ejercicio: Más o menos

Cierren los ojos y sientan: ¿va el movimiento hacia más vida, más amor, más felicidad, más salud, más alegría, más éxito y, naturalmente por cierto, más dinero? Esto es una parte. Fíjense ahora: ¿hacia dónde va ese movimiento interno en ustedes? ¿Se dirige hacia menos éxito, menos trabajo, menos servicio, menos amor, menos salud, menos alegría?

El movimiento de la vida va siempre hacia el más. El movimiento hacia el menos termina con la vida antes de tiempo y se encamina hacia la muerte.

Ahora interiormente podemos invertir ese movimiento. Siempre lo tenemos en la mano a nuestra disposición. La felicidad está en nuestras manos cuando nosotros estamos dispuestos a más, más, más. Ahora nos encontramos ya en medio de la felicidad, en el movimiento que conduce a la felicidad.

Amor y vida

La felicidad tiene que ver con el amor y con la vida. Ambos van unidos. Toda vida surge del amor. Se despliega con amor y será transmitida con amor.

¿Dónde comienza la felicidad? ¿Dónde comienza nuestra vida? Comienza con el amor de nuestros padres como hombre y mujer. Ese es el comienzo del amor, el comienzo de nuestro amor y nuestra vida. ¿Estamos abiertos a las consecuencias de este razonamiento de que toda vida comienza con el amor de nuestros padres? ¿Y que la vida continúa en nosotros porque nuestros padres se amaron tanto?

¿Al servicio de quién estaban nuestros padres cuando como hombre y mujer se amaron? En la Biblia se dice algo sobre la creación del mundo. Después de haber trabajado mucho Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”.

¿Cuál era la imagen que Dios tenía de los hombres? Él los creó como hombre y mujer. Esta es la imagen que Dios tiene de los hombres. ¿Qué significa esto? Dios los creó como hombre y mujer porque a través de ellos hace progresar la vida en el mundo. La creación no terminó el séptimo día. Cada día avanza un poco más. ¿Cómo avanza la vida? A través del amor del hombre y la mujer. Toda vida humana surge del amor del hombre y la mujer. Cuando nuestros padres se amaron como hombre y mujer, con ellos Dios hizo avanzar su creación. Es lo mismo que sucedió con la creación del mundo. Cuando el hombre y la mujer se aman como hombre y mujer ellos dicen, al igual que Dios durante la creación: “Así será”. ¿Existe una sintonía más profunda con Dios que ese movimiento del amor del cual surge algo nuevo? ¿Puede Dios en su grandeza manifestarse de una forma más maravillosa que en nuestra madre y en nuestro padre?

El comienzo de la felicidad

Me gustaría hablar sobre la felicidad. ¿Dónde comienza la felicidad? Cuando comprendemos lo que significa que nuestro padre y nuestra madre hayan sido uno en el amor y dijesen: “Así será”. ¿Existe algo más grande, existen consecuencias de mayor alcance que mi padre y mi madre con su amor me hayan querido y concebido?

Yo miro a muchas personas y naturalmente también me miré a mí mismo. ¿He realmente comprendido lo que significa que mi madre y mi padre estaban al servicio de una fuerza creativa cuando ellos con su amor me concibieron?

Yo también era un niño que se hacía preguntas sobre estos temas. Entonces mi padre me dio una vez una bofetada –merecida, por cierto- y yo me enojé con él. Después durante 30 años pensé en esa bofetada. Esa era la imagen que yo tenía de mi padre.

Ahora miren dentro de ustedes: ¿Qué imagen tienen ustedes de su madre? ¿Y qué sentimientos se concentran alrededor de esa imagen interior? ¿Cuántas imágenes tienen ustedes en total de su madre? Yo tenía tres imágenes de mi madre. Ninguna de ellas era buena. Con esas imágenes yo me arrogué el derecho de hacerle un reproche, inclusive de sentirme mejor que ella. ¡Pero qué clase de enano soy yo en comparación con mi madre que me dio la vida!

De esa manera muchas personas llevan en su alma tres imágenes de su madre. Mayormente imágenes negativas. ¿Pueden ellos estar plenamente en la vida? ¿Hasta qué punto? ¿Y dónde está su felicidad? ¿Tiene la felicidad una oportunidad?

Meditación: Ver a nuestros padres con otros ojos

Cierren nuevamente los ojos. Voy a hacer una pequeña meditación con ustedes. Comparemos las imágenes interiores que tenemos de nuestra madre con nuestra madre como ella fue en realidad. ¡Todo lo que ella soportó para que nosotros vivamos! El embarazo, nueve meses, siendo consciente de los riesgos que ese embarazo traía consigo. Por supuesto que ella tenía miedo de si todo iba a salir bien. Por ejemplo, en el nacimiento la preocupación de que el niño fuese sano. O tal vez la preocupación de haber tenido que cuidar durante toda la vida a un niño minusválido. Todo esto atravesaba sus pensamientos y a todo con amor le dio su consentimiento en sintonía con un movimiento del espíritu.

Luego entre dolores nacimos nosotros y fuimos su hijo. Junto con nuestro padre nos miró. Ambos se sorprendieron de esa criatura de Dios. Todo estaba allí, nosotros estábamos completos y ellos estaban al servicio de esa vida.

De esa manera, como recién nacidos, miramos a nuestra madre a los ojos y vemos a su lado a nuestro padre. Ambos se miran y dicen: “Nuestro hijo”. En el fondo de su alma ellos saben lo que les ha costado que yo sea su hijo. Cuántos años de preocupaciones, de pensar siempre en lo que nosotros necesitábamos. Cuando teníamos hambre, ellos estaban allí. Cuando teníamos miedo, ellos estaban allí. Cuando estábamos enfermos, ellos estaban allí. Siempre estuvieron allí, durante muchos años.

Ahora comparémoslo con las tres imágenes que tenemos de nuestra madre. ¡Qué ridículo! ¡Qué mezquino! Apartemos entonces todas esas imágenes y miremos a nuestra madre y a nuestro padre con recogimiento, como si estuviésemos frente al mismísimo Dios. Es que él está en ellos, con todo su poder y su amor. Así los tomamos en nuestro corazón, a nuestra madre y nuestro padre, y somos felices.

Con ese amor en el corazón nosotros crecemos, somos competentes, aprendemos a amar -igual que nuestra madre, igual que nuestro padre- y hacemos felices a otros.

Ahora ¿cómo se sienten? ¿Son más felices que antes? O sea, todo amor comienza con los padres. Solamente si se logra el amor a los padres, sobre todo el amor a la madre, se lograrán más tarde todas las otras relaciones.

Hombre y mujer

¿Es necesario que lo explique? Hace rato que esperan que yo diga algo sobre las relaciones de pareja. La relación de pareja es nuestro anhelo más profundo. En la relación de pareja ansiamos nuestra felicidad más profunda. La felicidad en la relación de pareja se logra cuando hemos logrado la relación con nuestra madre. Por supuesto, escucho muchas voces interiores que dicen: “Sí. pero mi madre tiene…” Es cierto, ella lo tiene. ¿Y por eso ella es menos vuestra madre? ¿O ella es igualmente vuestra madre? En relación con esto ¿qué importancia tiene como ella se comportó en su vida?

Pero una madre no tiene derecho de ser una persona normal, como nosotros. Nosotros nos equivocamos, somos culpables, les hacemos cosas a los demás. Pero nuestra madre no tiene el derecho a ser una persona como nosotros. Ella tiene que ser como Dios. Pero no como el Dios verdadero, sino como el que nosotros nos imaginamos: Siempre a nuestra disposición, todo el tiempo. Sólo hace falta que chistemos y él ya está allí. A él lo llamamos Dios querido, nuestro señor. Y así tiene que ser nuestra madre. Una vez tomé conciencia de lo que yo había hecho con mi madre elevándola al cielo y esperando de ella que fuese como Dios. Entonces mentalmente le escribí una carta. Al final de esa carta yo le decía: “Querida mamá, yo te libero de mis expectativas que te pusieron al lado de Dios. Yo te quiero tal como tú eres. Entonces también yo puedo ser como soy”. Es decir, la aprobación de la madre tal como ella es, al margen de todo lo que pudiese haber sucedido, es la verdadera respuesta a su amor y su grandeza. Ahora vuelvo atrás a la relación de pareja. Efectivamente yo quería decir algo sobre las relaciones de pareja.

La pareja ideal

Obviamente todos buscamos al compañero ideal. ¿Han tenido alguna vez el deseo de encontrar la pareja ideal?

Imagínense una pareja ideal. ¿Qué chance tienen ellos de encontrar la felicidad? ¿Qué quiere decir ideal en este contexto? Tú eres igual que yo, eso significa ideal. ¿Qué sucede en el interior de una relación de pareja cuando ambos son iguales, cuando no existe la confrontación entre hombre y la mujer y no existen diferencias? ¿Qué aporta esa relación de pareja?

Crecemos en la relación de pareja porque cada uno es distinto del otro. Recién entonces alcanzamos ese amor que da su consentimiento al otro tal como él es.

Así como tú eres

Pueden volver a cerrar los ojos. No sólo voy a decir algo sobre la felicidad, los voy a conducir a la felicidad. Solamente necesitan acompañarme. Cierren entonces los ojos. Ahora miramos a nuestro compañero tal como él es y le decimos: “Yo te amo así como eres, exactamente como eres. Me alegro de ti así como eres, exactamente como eres. Mi felicidad es que tú seas como eres”. ¿Cómo se siente ahora nuestro compañero? Luego él nos dice lo mismo: “Te amo como tú eres, exactamente como tú eres. Tú eres mi felicidad así como eres”. Lo que acabo de describir no es solamente un amor humano. Es el amor divino, pues la fuerza que todo ha creado y que todo mantiene en movimiento como es, está dedicada a todo tal como es, exactamente como es. Cuando de esa manera le damos el consentimiento a nuestra pareja, hemos alcanzado el amor de Dios.

Me imagino cuando ahora ustedes lleguen a casa y miren a vuestra pareja, lo contenta que ella se pondrá. Ustedes han cambiado y el compañero tiene ahora el derecho a ser como él es, así como es.

¿Pueden seguirme? Nunca recibimos suficiente felicidad. Nadie obtiene suficiente felicidad.

La felicidad total

¿Por qué puedo decirle a mi compañero: “Te amo como tú eres, exactamente como tú eres”? Porque primeramente se lo dije a mi madre -recién entonces- y a mi padre. Ahora regresemos una vez más a la madre y el padre. Miramos a la madre y decimos: “Te quiero como tú eres, exactamente como tú eres. Así como eres, eres la adecuada para mí. La mayor gracia que Dios me ha concedido son ustedes. El mayor amor que Dios me ha concedido son ustedes. Los amo así como ustedes son, incluso con todo lo que eso le ha exigido a mi vida. Allí he crecido, allí he crecido en mi amor”. Vuelvo a mirar a mi pareja. Con la madre y el padre en el corazón miramos a nuestro compañero y le decimos: “Sí. Así como eres, eres perfecto para mí”. Gracias a que de esa manera entramos en contacto con nuestra madre y nuestro padre, podemos también decirle a nuestra pareja: “Quiero a tu madre tal como ella es, exactamente como ella es. Y quiero a tu padre tal como él es, exactamente como él es”. ¿Cómo se siente entonces nuestro compañero? Él se siente en casa, realmente en casa. Y cuando él nos lo dice, somos nosotros quienes junto a él nos sentimos en casa. ¿Qué es entonces lo que se opone a la felicidad? Nada. Esa felicidad continúa su marcha. Cada día estará más llena y será más.

Un poco más

A veces me lo imagino. Hay una pareja y ellos están juntos en la cama. Él se despierta primero, mira a su mujer y se alegra, simplemente eso. Luego se despierta ella y ve como él se alegra y entonces ella comienza a alegrarse de él. Así se inicia un día feliz. Una y otra vez él le echa un vistazo, ve lo que ella hace ¡ah, otra vez ella ha hecho algo bello! y vuelve a alegrarse. Ella vuelve ocasionalmente la vista hacia él, se pregunta que ha hecho él ahora y se alegra. Así crece la felicidad de la mañana a la noche. Por la noche ellos caen cansados en la cama y a la mañana siguiente todo recomenzará. No de la misma manera, sino cada vez un poco más, un poco más, un poco más. Este es el secreto de la relación de pareja: siempre un poco más. Cierren otra vez los ojos. Miramos a nuestro compañero y detrás de nosotros sentimos a nuestra madre. La honramos como nuestra madre, con su destino, con aquello que ella ha vivido, con aquello por lo que ella tal vez se sintió culpable y le decimos: “Tú siempre serás mi madre”. Entonces nos volvemos hacia nuestra pareja sabiendo que nuestra madre está detrás de nosotros tal como ella es, y que el amor que nosotros recibimos de ella ahora fluye hacia nuestro compañero, fluye y trasciende.

Ir y venir

La felicidad nunca llega tarde. Algunos esperan que la felicidad les llegue. Ella, entonces, se hace esperar. Es mucho más sencillo que nosotros vayamos hacia ella. Entonces siempre la alcanzamos. Marchamos hacia la felicidad y damos el primer paso. El primer paso hacia la felicidad es el primer paso hacia nuestra madre. Algunos esperan que la madre venga. Ella no necesita venir, ella ya está aquí, todo el tiempo ella ha estado aquí. Damos entonces el primer paso hacia nuestra madre y alcanzamos la felicidad.

La felicidad está cerca

Quiero agregar algo importante sobre la felicidad. Primero, la felicidad está cerca. Algunos buscan la felicidad en la lejanía. Sueñan con ella y todo el tiempo pasan por alto que la felicidad se encuentra directamente a sus pies o inmediatamente frente a ellos. Sí, la felicidad está cerca. Vamos hacia la felicidad cuando miramos al otro a los ojos, así de simple. Delante nuestro hay alguien. Lo miramos a los ojos y seremos felices, inmediatamente seremos felices. Sí, la felicidad está cerca.

La felicidad es sencilla

Segundo, la felicidad es sencilla porque es profunda. La vida simple, la vida cotidiana es la vida feliz. Muchos esperan un gran acontecimiento. ¿Y si viene, qué harán? Sentarse a la mesa y comer con los demás. Eso también lo pueden hacer cualquier otro día. Eso está cerca y es posible, no hay porque esperar ese movimiento simple que nos une a los demás.

La felicidad sirve

¿Qué otra cosa hace feliz? Yo no sé si debo decirlo. Pero es tan simple. Seremos felices cuando servimos. Cuando alguien sirve, cuando está a disposición de otro y le da algo, será feliz. Y sobre todo feliz será el que sirve. Cuando se acaba el servicio, se acaba el amor.

Esto vale también para la relación de pareja. Allí donde disminuye el servicio, disminuye el amor y disminuye la felicidad.

¿Qué hacemos entonces? Hacemos algo, algo muy sencillo que alegrará al otro y a nosotros mismos. También la alegría es sencilla. Toda gran alegría es sencilla. ¿Cuál es la alegría más grande que yo vi en mis 82 años? Cuando los padres miran a un niño pequeño. La alegría en los ojos de los padres ¿hay algo más hermoso? ¿Y más sencillo? Eso es la alegría de vivir.

Yo lo resumí en una historia: la felicidad más grande y la felicidad más sencilla. Les contaré ahora esa historia que tiene el curioso título:

La felicidad dual

Una vez hace mucho tiempo, cuando los dioses parecían todavía estar muy cerca de las personas, vivían en una pequeña ciudad dos cantantes llamados Orfeo. Uno de los dos era el más grande. Había inventado la cítara, una antecesora de la guitarra, y cuando él rasgaba sus cuerdas y cantaba todo el mundo a su alrededor quedaba cautivado. Los animales salvajes se tumbaban mansos a sus pies, los altos árboles se inclinaban hacia él: nada podía resistirse al embrujo de sus canciones. Como él era tan grande quiso conquistar a la mujer más hermosa. Luego comenzó el descenso. La bella Eurídice murió durante la boda y la copa que Orfeo mantenía en alto se rompió. Sin embargo, para el gran Orfeo la muerte no significó el final. Con la ayuda de sus grandes artes encontró la entrada al mundo subterráneo, bajó al reino de las sombras, cruzó el río del olvido, pasó frente al cancerbero, alcanzó vivo el trono del rey de los muertos y lo conmovió con sus cantos.

La muerte dejó a Eurídice en libertad, pero bajo una condición, y Orfeo que estaba tan feliz no se percató de la malicia que se escondía detrás del favor.

Orfeo inició el camino de regreso y escuchó detrás de sí los pasos de la mujer amada. Ambos pasaron frente al cancerbero, cruzaron el río del olvido, comenzaron la subida hacia la luz a la que veían en la lejanía. Entonces Orfeo oyó un grito –Eurídice había tropezado- aterrorizado Orfeo se dio la vuelta y vio todavía cómo las sombras caían en la noche. Estaba solo. Consternado de dolor cantó la canción de la despedida: “¡Ah, la he perdido, toda mi felicidad acabó!”. Orfeo pudo encontrar el camino de regreso pero su vida luego de su paso por el reino de los muertos se le había vuelto ajena. Algunas mujeres borrachas quisieron atraerlo a la fiesta del vino nuevo, Orfeo se resistió y entonces las arpías lo despedazaron vivo. Tan grande era su desgracia, tan efímero su arte. Pero: ¡Todo el mundo lo conoce! El otro Orfeo era el pequeño. El sólo era un cantante popular, actuaba en pequeñas fiestas, tocaba para la gente común, brindaba pequeñas alegrías y él mismo se divertía. Como él no podía vivir de su arte aprendió otro oficio, un oficio común y corriente, se casó con una mujer común y corriente, tuvo hijos comunes y corrientes, pecaba de vez en cuando, vivió una felicidad común y corriente y murió viejo pleno de vida.

Pero: ¡nadie lo conoce, salvo yo!