Bert Hellinger / Los textos citados son las transcripciones autorizadas por el mismo Bert Hellinger de sus entrenamientos y conferencias. Algunos son extractos de sus libros.














































Queridos oyentes

En nuestros tiempos nos avergüenza hablar de Dios. Nos sentimos más seguros cuando en vez de esto hablamos de lo divino. Esta manera de hablar amplía la distancia hacia esa Fuerza que entrevemos detrás de todo lo que existe, sin que la nombremos o intentemos entrar con ella en una relación parecida a las relaciones humanas. Nos sorprende cómo la gente hablaba naturalmente de Dios y de Dioses y como despreocupados querían entrar en una relación con Dios, como si él fuera un hombre casi perteneciente a su familia; tal que hablaban como obviamente de “mi Dios” y del “nuestro”. 

Hoy, cuando percibimos la humanidad cada vez más como “nuestra humanidad”, como con todos en estrecha unión y relación, podemos solo imaginarnos lo divino como una fuerza creadora actuando en el mismo grado sobre todos los humanos y toda la creación como una totalidad. De ahí la relación natural y personal con esa fuerza y con esos poderes pierde cada vez más importancia. 

Sabemos que somos más pequeños e impotentes delante de esas fuerzas. Y por tanto también más reservados en lo que decimos sobre ellas y de lo que personalmente llegamos a saber de ellas. 

Por tanto también somos reservados en hablar del camino hacia Dios.

¿Qué pasa entonces con nuestras relaciones con otras personas? ¿Qué pasa con nuestra vida y con nuestro amor? ¿Vivimos entonces más o vivimos menos? ¿Amamos más o amamos menos? ¿Somos más humanos o somos menos? ¿Estamos entonces, si sigo con este pensamiento sin que tenga permiso para eso, más cercanos a lo divino o menos? ¿Cómo podemos estar más cercanos a lo divino si estamos a distancia de lo humano – o si lo digo más precisamente- cuando estamos distantes de ciertas personas?

No obstante nos sentimos guiados en nuestra vida. Vivimos profunda e interiormente que otras fuerzas intervienen, que nos dejan sentir su poder, desafiando y amando a la vez. 

¿Podemos entrar con ellas en contacto por nosotros mismos o tenemos que esperar hasta que ellas lo hagan? sin que estemos de nuestra parte autorizados o seamos capaces. 

Experimentamos estas fuerzas en movimiento y poniendo algo en marcha. Las experimentamos en último término como un poder creativo, que pone en marcha todo lo que se mueve y lo mantiene en marcha. También en el movimiento que algo acaba. 

La pregunta es: ¿Es esta solamente una fuerza o son varias fuerzas? ¿Son unas fuerzas que están en oposición entre sí? ¿Existe entre esas fuerzas un orden de rango? Y ¿dependen finalmente de una única fuerza para servirla? ¿Entramos a veces en contacto con una de estas fuerzas de alguna manera?

O mejor: ¿ella está con nosotros, para que la adoremos como divina, aunque es una fuerza y poder que está subordinada a una fuerza mayor y le está sirviendo? ¿Qué pasa con nosotros cuando sucumbimos a esas tentaciones y veneramos a la fuerza subordinada y superficial como a la verdadera fuerza final?

¿Podemos atrevernos todavía a hablar de Dios y llamar a una experiencia y una imagen como real y divina, ante tales reflexiones y experiencias?

¿Qué nos queda todavía a nosotros? La humildad. Cualquier cosa que consideremos religiosa, la callamos literalmente y trasmitimos. Incluso nuestro conocimiento calla. Está abierto ampliamente sin reconocer o ni siquiera nombrar nada. Él es una mirada muda, sin pregunta ni respuesta. Él es pura existencia. Pero existencia ante algo misterioso y es una experiencia humana, totalmente humana- y humanamente también acaba…

Hoy me he atrevido a avanzar lejos, pero con amor. Lo he puesto en sus almas y ahí puede quedar y desplegar su silenciosa fuerza. En este sentido les deseo un domingo contemplativo, con un corazón abierto para todos, también para los que son diferentes y un corazón ampliamente abierto a la semana venidera. 

Suyo 
Bert Hellinger. 

Actual 

El género.

Queridos oyentes, 

Este domingo diré algo sobre la devoción a un movimiento que muchos consideran santo. A pesar de que él a menudo santifica el domingo a su manera especial…

Diré algo sobre el género. 

Nuestro cuerpo está organizado según nuestro género. En él construye. Desde él parte, hacia su logro camina su desarrollo. Nuestro género es un gameto de nuestra vida. Sobre el género sigue nuestra vida. Solamente a través de nuestro género podemos perdurar en nuestros descendientes. En nuestro género se concentra nuestro deseo más intensivo - el verdadero deseo de vivir - y después de él, nuestra relajación más profunda. ¿Cómo le va con esto a nuestro espíritu y a nuestra alma? El deseo de la más estrecha unión entre hombre y mujer, es también el deseo más profundo del alma y del espíritu. Se muestra en que en el momento culminante de este deseo, como enchufados, estamos tan llevados por él que con él nuestro cuerpo y nuestra alma se funden en un solo movimiento. Aquí dirige nuestro género, todo lo demás está absorto en él. 

El movimiento que une estrechamente al hombre y mujer en todos los niveles es nuestra experiencia más profunda de la entrega. ¿Entrega a quién y a qué? Primero a los otros humanos, después a la vida que nos lleva a la experiencia de la unión y obliga. Por último es la entrega más profunda a esa fuerza creadora a cuyo servicio está. Por tanto eso es también la más profunda entrega religiosa posible. La adoración más llena y profunda. ¿Cómo? Confiándonos. 

Confiamos con amor. Confiamos con deseo. Confiándonos a su resultado y siendo dispuestos a servirle durante toda la vida. 

Cuando todo lo que sirve al amor esté aceptado y amado, tal como Dios lo aceptó cuando creó humanos como hombre y mujer, festejaremos nuestra vida y este domingo de la manera más completa. 

Un domingo así les deseo hoy y una feliz semana nueva. 

Suyo 
Bert Hellinger. 

06/09/2011

“Padres e hijos”

Muchos padres se preocupan por sus hijos. Algunos entonces vienen hacia mi con sus hijos. ¿Con quién trabajo entonces? Con los padres, naturalmente. Los niños llevan algo por sus padres. Cuando trabajo con los padres, les va bien a los niños. 

Muchas madres tienen una relación especial con su hija, con una de sus hijas. Esta hija lo tiene muy difícil. ¿Por qué? Porque esta hija tiene que representar a la madre de su madre. Entonces la madre espera de su hija lo mismo que de su propia madre. La niña tiene que ocuparse de la madre en vez de la madre de la niña. Eso pasa ahí donde la madre no tiene respeto para su propia madre, cuando no ha tomado a su propia madre. Entonces eso se traslada a la hija. 

Cuando una madre viene con su hijo a mi y me pide que yo haga algo para su hijo, siempre primero hago algo para la madre. Entonces el niño está aliviado. 

Hace poco vino una madre con su hijo de cinco meses de edad y se sentó junto a mi. Mantenía al niño delante de su vientre. Le dije: Mira más allá del niño, a lo lejos.” 

Entonces el niño (de cinco meses) respiró profundamente, miró hacia mí y me sonrió. 

Entonces, muchos padres que se preocupan por sus hijos pueden mirar más allá del niño, en el destino del hijo y aceptar el destino. Pues los padres no tienen poder sobre el destino, pero a menudo se comportan como si tuvieran ese poder. 

En ese caso interfieren en el destino del niño en vez de respetarlo.