París, octubre 2004
El hombre y la mujer son empujados el uno hacia el otro con el amor que hace avanzar el mundo. La mujer se hace mujer a través del hombre, el hombre se hace hombre a través de la mujer.
Es porque son distintos que se atraen y tienen algo que ofrecer al otro, por ello debemos respetar la diferencia, lo diferente, y tener conciencia de lo que falta a cada uno y lo que le ofrece el otro. Y a veces se miran, y se dicen:
gracias,
por favor,
sí.
El hombre que se queda en la zona de influencia de la madre no tiene respeto por los hombres. La mujer que se queda en la zona de influencia del padre no tiene respeto por las mujeres. Son adolescentes.
Al casarse, uno se casa también con la familia del otro en el sentido de que estamos vinculados a nuestras familias por un amor muy profundo, que se refleja en el sentimiento de buena y mala conciencia. La buena conciencia de cada uno es distinta, los valores son diferentes. El que se adhiere a los valores de la otra familia tiene mala conciencia con su propia familia.
Cada uno debe reconocer que la otra familia es buena y válida como la suya propia. Debe tomar en su corazón los valores de la otra familia. Así los hijos se pueden sentir en casa en ambas familias.
Hay que tomar al otro con su diferencia y tomar a su familia con su diferencia y tomarlo todo con el sentimiento que tiene el mismo valor que lo nuestro.
Los hijos están en seguridad cuando los padres son más fuertes que ellos. Los hijos son felices cuando sienten que ambos padres respetan y aman al otro en ellos.
Los que llevan a su madre en su corazón son resplandecientes, luminosos y los demás los aman.
La relación sexual crea un vínculo imborrable.
El enamoramiento es un periodo infantil, muy bonito. El amor adulto viene después.
Cada uno tiene un destino diferente. Este destino está predestinado por la familia de origen, los acontecimientos y las intrincaciones. Esto crea un destino propio para cada uno, diferente de lo que habríamos deseado. A veces uno está cogido por su destino, se quiere marchar, debe separarse, y esta separación se transforma también en el destino del otro.
A veces el destino de uno necesita del destino del otro para que algo se resuelva. El otro es utilizado; no es con mala intención, no tenemos conciencia de ello. Y es recíproco, y une a la pareja.
El destino puede ser definido por una culpa personal y sus consecuencias. Uno puede entonces hacer que el otro lleve las consecuencias de su culpabilidad por él. El segundo se suicida por el primero, y el primero se siente aliviado. El que siente que lo hace por el otro debe separarse para poder seguir su propio destino. Esto permite que el otro gane fuerza al asumir su propia culpabilidad.
La frase que une o separa: “te quiero y quiero a lo que nos guía, lo que te guía a ti, lo que me guía a mi.”
Hijos y padres se pueden decir esta frase, sobre todo cuando los hijos evolucionan de un modo distinto de lo que deseaban los padres. Permite no inmiscuirse en el destino de otra persona.
El alma familiar es una fuerza que une lo separado para dirigirlo en una dirección determinada.
El alma une a los miembros de la familia, los vincula y los dirige. Es un alma más amplia, no tolera la exclusión.