Bert Hellinger / Los textos citados son las transcripciones autorizadas por el mismo Bert Hellinger de sus entrenamientos y conferencias. Algunos son extractos de sus libros.














































Ayuda para vivir

La espera

“¿Qué esperas?” decimos a veces a alguien que está vacilando.

Tal vez espera una intuición, tal vez un apoyo, y a menudo anhela el amor inspirador.

Casi siempre, lo que esperamos es el buen momento. A veces tarda. ¿Qué hacemos entretanto? Pues, nos centramos, y juntamos nuestras fuerzas para actuar en el buen momento, cuando finalmente llega.

En ese sentido, la espera es un tiempo de plenitud, dirigido hacia delante, siempre hacia delante hasta que aparezca lo que hace el actuar posible y necesario.

También ocurre que esperemos en vano. Esperamos algo que deseamos, sin que ello se pueda aproximar. Pero lo que se puede acercar, se acerca. Es cuestión de esperar.

Todo lo que tiene que venir viene, con o sin nuestro deseo. Viene porque no hay otra opción. Así es como llega nuestro fin, sin siquiera que tengamos que esperar. Con toda certeza, llega.

Entonces, ¿qué esperamos? Pues, más que todo, esperamos la felicidad. Esperamos su venida, pero tal vez ya está. Cuando esperamos la felicidad, es frecuente que se hace desear. Lo que ya hay, ¿por qué esperarlo? Lo que está muy lejos nos exige más paciencia. No sabemos cuándo llega. Pero lo que se halla cerca, ya está al alcance, incluso la felicidad cercana.

Inesperadamente aquí está, totalmente. ¿Cuándo? En cuanto lo amamos.

Más

Todo desarrollo está orientado hacia el “más”: más vida, más amor, más felicidad, más éxito, más posibilidades, más conocimiento y comprensiones. En el “más”, podemos ver un movimiento creativo a la obra. Siendo un movimiento de creación, sólo conoce el “más”. ¿Cómo podría ir menguando un impulso creativo?

Sin embargo, nos limitamos a nosotros mismos, en el servicio del “más”. En el proceso de juntar las fuerzas, desatendemos otras cosas y las dejamos atrás: el “más” entonces se vuelve” menos”. El “más” es en realidad distinto del “mucho”, es mucho más que el “mucho”. Es más de aquello que sirve la vida.

Por ejemplo, la disciplina es por una parte “menos” y por otra “más”, porque hace posible más. El recogimiento es también “más” y “menos”. Alcanza más porque es un menos, menos de los aspectos accesorios que reducen el avance en lugar de incentivarlo. Incluso en el amor, el menos es a veces “más”, menos expectativas y menos sueños. Y, claro, menos errores, menos engaño y menos desgaste son “más”.

El poder “menos” no es nunca un “más”, tampoco el saber “menos” o el comprender “menos”.

Pero sobretodo, algo se vuelve “menos” cuando hay exclusión. La ilusión que logramos recibir más y alcanzamos más cuando le quitamos algo a otro, nos lleva casi siempre a “menos” en vez de “más”.

El “más” es inclusivo, incluyendo cada vez más. Se enriquece y se completa gracias a lo otro. Este “más” reunifica en vez de separar, siendo un “más” de amor hacia todo tal y como es, hacia todo tal y como se mueve y se expande. En ese sentido, es necesario un “más” en la oposición, para llevar a todos hacia delante. En esta oposición se encuentra el conocimiento, y crece con ella. Por supuesto, sólo cuando esta oposición permite la inclusión y renuncia a la exclusión.

El movimiento hacia “más” se dirige a todo y a lo último. Aquí se transforma en un movimiento del espíritu que nos lleva hacia aquel espacio donde todo ya está incluido y que nos abarca. Aunque nosotros empezamos apenas a tomar consciencia de ello.

Para el espíritu que todo lo crea en acorde con su pensar amoroso, no existe ni “más” ni “menos”. Sólo hay el todo.

Nos quedamos abiertos a ese todo, en nuestro movimiento hacia “más”. Con ese todo presente a nuestra mirada, con todos, cada vez más presentes a todo, con amor.

Feliz

Ser feliz significa ser extenso. Al sentirnos feliz, nos estiramos, respiramos hondo y con más libertad. Cuando nos sentimos feliz, brillan nuestros ojos. Perciben mejor y con mayor amplitud lo que ante ellos se presenta y lo capturan para volcarlo en nuestro foro interno, donde se hace aún más vasto y más abundante.

Cuando estamos feliz, nos encontramos relacionados con lo mucho, y unido a ello. Cuando estamos feliz, nuestro yo baja sus fronteras, porque estamos en la felicidad con muchos otros. Al ser felices, estamos más libres. Dejamos atrás lo del pasado, somos optimistas y miramos hacia el futuro.

A veces, disfrutamos los recuerdos en silencio, los recuerdos de una hermosa fiesta quizá, pero probablemente, más que todo, los recuerdos felices de nuestra infancia. En un momento de bajón, con sólo traer esos recuerdos a la superficie, se ilumina nuestro rostro.

¿Pueden esos recuerdos alejarnos de nuestra situación actual? O quizás, en el momento presente nos permiten conectar con la alegría y el buen humor nos impulsa a mirar hacia delante, hacia lo que hay ahora para estar feliz.

Sobretodo, se es feliz en el espíritu. Al ser feliz, nos sentimos parte integrante de un movimiento que nos alza hacia arriba y hacia lo lejos. Abandonamos en ello lo difícil de nuestra vida, lo que nos arrastra y nos retiene, lo dejamos atrás. Se trata ahí de un movimiento del espíritu.

Somos felices estando en ese movimiento, un movimiento potente, juntos con muchos otros. Como cuando bailamos. Felices, entramos en una vibración que contagia todas las fibras de nuestro cuerpo, haciéndolo cantar con nosotros.

Sobretodo, la gente feliz canta, canta al unísono, vibrando en una gran melodía, en un canto de los planetas, en un ritmo infinito, en el pulso de la vida, en el pulso de toda vida y de todo amor.

Para terminar, el maestro aconsejó al padre manifestar a su hija cuan feliz se sentía cuando ella agradaba a su madre.