Bert Hellinger / Los textos citados son las transcripciones autorizadas por el mismo Bert Hellinger de sus entrenamientos y conferencias. Algunos son extractos de sus libros.














































Hombre y mujer

Revista Hellinger, Junio 2006

Vínculos anteriores permanecen

Hoy en día consideramos como normal - y nos comportamos en consecuencia- que la relación de pareja sólo abarca un hombre y una mujer. Los dos se quieren, se atraen mutuamente y forman pareja. Pero fácilmente perdemos de vista que cada uno viene de una familia en particular, cada uno de ellos tiene otros padres y otros antepasados. En cada familia ha pasado algo distinto y estas realidades se prolongan en la relación de pareja. Ambas partes provienen de un campo energético propio, de un sistema familiar distinto del cual, en muchos aspectos, se hacen cargo. Por lo tanto ninguno de ellos es libre.

Cuando a esto se agrega el que uno, o mismo los dos, ha estado comprometido anteriormente a otra pareja con la cual talvez ha habido hijos, este pasado se junta al presente de mil maneras. Se junta a los niños y al padre o a la madre de los niños. Precisamos considerar que cada participante en estas relaciones quiere y debe poder permanecer de una forma determinada. Ninguno puede exigirle al otro en el nuevo lazo que renuncie a aquellas relaciones previas. Esto se comprueba a veces cuando la pareja no consigue vivir junta a pesar de desearlo.

Los campos del alma

En una familia considerada aquí en su sentido amplio, es decir incluyendo a los antepasados, todos están vinculados como si tuvieran un solo alma grande. La podemos nombrar también "un campo del alma". En éste alma grande están presentes todos los que en otros momentos han formado parte de ella, también los muertos, todos los muertos. Por ejemplo, forman parte los niños abortados y los niños precozmente muertos. Pertenecen también a este campo del alma los que han sido apartados y de los cuales se ha ignorado todo. En este campo permanecen presentes. Todos están allí con todos, en resonancia recíproca.

Al mismo tiempo se da en este campo un movimiento que requiere con insistencia reunir a los separados. A raíz de éste, dos movimientos distintos sirven aquel propósito: uno de ellos es el que lleva a un vivo hacia los muertos, uniéndolos en la muerte. A menudo es éste un movimiento del amor y sin embargo, en lugar de la vida, lleva hacia la muerte. Pero a la vez se da aquí el otro movimiento, el otro tipo de amor, que nos mantiene en vida. Puedo por ejemplo acoger en mí a un excluido, acogerle dentro de mi alma con amor. Como consecuencia, en vez de atraerme hacia la muerte, por ser reconocido me brinda protección en mi vida. Esto es un movimiento contrario, un movimiento sanador.

Estando nosotros enredados de tantas maneras, es evidente que nuestras ilusiones con respecto a una existencia plena y feliz no logran hacerse realidad. Justamente porque estamos enredados. Pero en cuanto consentimos a estos vínculos del destino, cosa que ellos nos piden, ganamos una profundidad especial, una profundidad lograda a través de la renuncia. En aquel instante, obviamente, crecemos. Nos hacemos más humanos, nos relacionamos con la totalidad y tenemos otra fuerza.

El movimiento profundo del amor

El movimiento profundo del amor, el comienzo del amor es: tomar, tomar, tomar todo así como es, sencillamente tomar. Más que tomamos y más ricos nos volvemos. Esto es el comienzo del amor. Cuando hemos tomado mucho, rebalsa el amor. Pero no antes.

Los niños a menudo quieren dar demasiado pronto. Aman a sus padres y desean hacer algo por ellos, cosa que no les corresponde. Aquí también vale que primero importe que tomen en lugar de dar. Tomar, tomar, tomar es el principio de todo amor que sirve la vida.

A continuación, a los veinte años aproximadamente, el niño no aguanta más el tomar, sin más. Entonces se junta con una pareja y se ve dispuesto y capaz de dar. No es más como un niño que sólo toma. Ha tomado tanto ya, que ahora puede dar. Entonces acontece el intercambio pleno, maduro entre hombre y mujer en el amor. Un intercambio con dar y tomar.

Esto querría decir con respecto a un importante orden del amor en la relación entre hombre y mujer.

La desilusión

¿Por qué estamos desilusionados con respecto a nuestra pareja? Pues porque esperamos del otro algo que no puede dar. Porque tenemos expectativas que van más allá de lo común. Estas expectativas se originan muy a menudo en la infancia. Y más específicamente, relacionadas con la madre.

Hay un ejercicio al respecto, que permite superar esta desilusión. Podríamos, por ejemplo, sentarnos una tarde y tomar cinco hojas de papel, no menos de cinco, y empezar a visualizar nuestra pareja, rellenando las hojas con todo lo que hemos recibido de él o de ella. Cinco largas páginas, que por cierto no bastarán. A medida que vamos escribiendo, vamos vislumbrando más, cada vez más. Es un bonito ejercicio.

La comunidad de destinos

Contrariamente a lo que imaginamos a menudo acerca del amor romántico, muchas otras fuerzas actúan dentro de una relación. En el amor romántico, los dos están en cierta forma cegados el uno por el otro, cegados quiere decir que no ven nada. La atracción mutua es tan exclusiva que el mundo alrededor queda como ignorado. El amor romántico no se mantiene por mucho tiempo, porque pronto se manifiesta el entorno.

Veo también la relación de pareja en conexión con otro aspecto. Cada sistema familiar lleva consigo un destino particular así como un desorden particular. El desorden se manifiesta porque algunos de los que pertenecen al sistema no están reconocidos como perteneciendo. Entonces ejercen una presión hasta que se los reconozca. Y esta presión del campo obliga más tarde a un niño a representar a estos excluidos, sin por lo tanto que sea consciente de ello. Con frecuencia, se trata de una pareja anterior de los padres o abuelos que ha sido apartada, tal vez por haber muerto pronto. Quizá también haya muerto una mujer en el parto. Estas personas quedan sin que nadie las mire en su sistema, porque su destino asusta a lo demás. Pero más tarde, se manifiestan en un niño. El niño no sabe que está poseído por algo y que se encuentra intrincado en el destino de otra persona.

Al no resolver el problema de la exclusión de una persona, el niño pues, al ser adulto, se busca una pareja que le ayude así como a su familia a solucionar este problema. Es decir, el sistema de la mujer busca, a través de la mujer, en el sistema de un hombre la solución para un asunto pendiente. Y también quizás al revés. El hombre y su sistema buscan, a través de la mujer y su sistema, una solución para su problema. Así, inician ambos una comunidad de sistemas en la cual cada uno mira hacia el otro para una solución.

Asistí en Suiza a un ejemplo extraordinario al respecto. Un hombre tenía un hermano, muerto de hambre en la guerra. No había suficiente comida para la familia. El hombre estaba muy vinculado a su hermano y temía perecer de hambre también, temía que fuera éste su destino. Y ¿qué hizo? Se casó con una mujer anoréxica. Ella debía morirse de hambre en su lugar.

Pues, se dan este tipo de intrincaciones. A veces nos llevan en direcciones que parecen monstruosas. Les daré otro ejemplo de un curso con parejas en Washington. Una mujer vino sin su marido a una constelación de pareja. La configure a ella y delante de ella un hombre para su marido. El hombre empezó a temblar por todo el cuerpo, un obvio pánico a la muerte. Le pregunté a la mujer: ¿acaso has pensado en matarle alguna vez? Me respondió: sí. Su hija, que también estaba presente, había intentado ya quitarse la vida. Pues, en esta familia había un fuerte potencial agresivo. Cuando algo así sale a la luz, están algunos tentados de decir: “una mala mujer”. No lo digo. Pero a ella le dije:” en tu familia tuvo que haber ocurrido algo especial”. Después de una pausa, ella vino hacia mí y me dijo:” mi padre participó en la fabricación de la bomba atómica”. Y añadió: me pregunto también por qué me he casado con un japonés”. ¿Cuál era aquí la intrincación? La guerra entre Japón y EEUU se continuaba en esta pareja. Ninguno de los dos estaba consciente de ello. Esto es una comunidad de destinos. Puede llevar a la muerte.

Cuando se reconocen estos vínculos del destino, surge de repente una buena solución para ambos. Entonces ambos encuentran su paz. A esta pareja, después, le ha ido de maravillas. La hija se fue a Japón un poco más tarde. Estudió allí y se desarrolló.

La relación de pareja y toda relación humana íntima tienen una profundidad increíble. Cuando nos exponemos a todas sus dimensiones, descubrimos otra forma de amar y de relacionarnos. Mucho más profundo y abierto a todo.

Como ya he dicho, siempre se trata de reintegrar a los que fueron excluidos.

Este es el movimiento principal, el que lleva, en una relación, al orden y a la felicidad para todos.