Revista Hellinger, Junio 2006
La rabia se manifiesta de diferentes maneras, útil o devastadora, fuerte o débil. Aquí presento algunos de estos aspectos bajo la lupa.
1. Alguien me ataca o me causa una injusticia y reacciono en función de ello con cólera y rabia. Esta rabia hace posible que me defienda con fuerzas o que me oponga. Me hace capaz de manejar la situación, es positiva y me fortalece. Esta rabia viene al caso y por esto tiene medida. Se disuelve en cuanto alcanza su meta.
2. Me pongo rabioso y enfadado cuando me doy cuenta que no he tomado lo que habría podido o tenido que tomar, o que no he reclamado lo que habría podido o tenido que reclamar, o que no he rogado por lo que habría podido o tenido que rogar. En vez de hacer frente y buscar o tomar lo que me hace falta, me enfado y me pongo rabioso con las personas de las cuales no he tomado o reclamado o rogado cuando lo habría podido o tenido que hacer.
Esta rabia es un sustituto para la acción y la consecuencia de una dimisión. Ella me paraliza, me hace sentir inapto y débil y perdura durante mucho tiempo.
Del mismo modo, esta rabia actúa como defensa contra el amor. En lugar de exteriorizar mi amor, me vuelco hacia los que quiero con rabia. Ella se origina en la niñez, cuando surge como consecuencia de un movimiento interrumpido. En situaciones similares posteriores, trae el recuerdo de lo anterior y de ello tira su fuerza.
3. Estoy enfadado con alguien porque le he hecho algo de daño y no lo quiero admitir. Con esta rabia me protejo de los efectos de la culpa. Los proyecto sobre el otro. Esta rabia también es un sustituto para la acción. Me paraliza y me debilita.
4. Alguien me da tanto y en cantidad tan grande que no se lo puedo devolver. Sólo me queda el peso de ello. Entonces me defiendo del donante y sus dones enfadándome con él. Este enfado se expresa en forma de reproches, por ejemplo de los niños hacia sus padres.
Es el sustituto para el tomar y dar las gracias. Nos paraliza y nos deja vacíos.
O talvez se manifiesta como depresión. La depresión es la otra cara del reproche. Es también un sustituto para el tomar, el dar y el agradecer. Nos inmoviliza y nos vacía. Nos mantiene, después de una separación, en un duelo sin terminar, cuando aún nos sentimos en deuda en el dar y tomar, frente a los muertos o a los que se han separado de nosotros. Puede también que nos sintamos, como en la 3ª forma de la rabia, presos de nuestra culpa y sus consecuencias.
5. Algunos sienten una rabia que pertenece a otros pero que hacen suya.
Un ejemplo sería : cuando en un grupo un participante reprime su propia rabia, al cabo de un tiempo otro participante se siente fastidiado, a menudo el más débil, que a la base no tiene motivo para serlo.
En familia, el elemento más débil es un niño. Cuando una madre está encrespada con el padre pero no lo deja entrever, casi siempre un niño se enoja con él.
El más débil no sólo se hace cargo de la rabia sino que a veces la rabia lo toma como blanco: cuando un subordinado siente ira hacia su superior sin poder exteriorizarla, la vuelca hacia otro más vulnerable. O cuando un hombre se pone rabioso con su mujer sin dejarlo aparecer, a menudo carga a su hijo con ello.
No sólo puede transferirse la rabia de un individuo para otro, como de padre a hijo, sino que también puede que el destinatario sea un representante para el verdadero destinatario, es decir que este papel es desplazado de una persona con fuerza a otra más frágil. Con lo cual, una hija que se hace cargo de la rabia de su madre hacia su padre, dirige esta rabia contra alguien que percibe como más vulnerable que su padre, por ejemplo su propio marido.
En grupos se nota que la rabia transferida no se dirige a los responsable como lo sería el jefe del grupo, sino que recae sobre el más débil que, de esta forma, asume el rol de bode expiatorio de los fuertes. En las transferencias de rabia, los actores se sitúan fuera de si mismos, siendo presuntuosos y sintiéndose en su derecho. Pero actúan desde una fuente de energía y de derecho que les es ajena y que no les permite ni el éxito ni la fuerza. Las víctimas de las transferencias se sienten por igual presuntuosas y en su derecho porque saben que sufren una injusticia. Ellas igualmente quedan sin fuerzas y sin éxito en su dolor.
6. Existe una cólera que es virtud y valentía.
Es una fuerza de penetración atenta y recogida, al servicio de la miseria y de la necesidad que, con osadía y sabiduría se enfrenta a los poderosos y a los que ejercen mucho peso. Sin embargo esta cólera es sin emoción. Si lo requiere la situación, actúa provocando daño al otro, sin temor y sin maldad. Es pura energía agresiva. Es el fruto de una larga disciplina y práctica y surge no obstante sin esfuerzo. Se expresa incluso como capacidad para negociar estratégicamente.