Bert Hellinger / Los textos citados son las transcripciones autorizadas por el mismo Bert Hellinger de sus entrenamientos y conferencias. Algunos son extractos de sus libros.














































Situaciones de la vida

Revista Hellinger, Junio 2008

La posada

Un hombre pasea por las calles de su tierra. Todo aquí le suena conocido y un sentimiento de seguridad le acompaña – así como una pizca de tristeza. Porque mucho le quedó ocultado y numerosas veces se topó con puertas cerradas. Estuvo tentado de dejar todo atrás y mudarse lejos, muy lejos de allí. Pero algo lo retuvo siempre con firmeza, como si estuviera luchando con algún desconocido, sin lograr soltarse antes de recibir su bendición. Así pues, se siente preso entre avanzar y retroceder, entre quedarse y marcharse.

Llega a un parque, se sienta en un banco, sintiendo el respaldo, respira profundamente y cierra los ojos. Deja estar su largo combate y abandonándose a la fuerza interior, siente descender la calma en él y afloja, como un junco en el viento, en sintonía con la diversidad, el amplio espacio, el largo tiempo.

Se ve a él mismo como una casa abierta. Cualquiera que lo desea puede entrar y el que entra trae algo, se queda un rato – y luego se marcha. En esa posada es un continuo entrar, traer, quedarse – y marcharse. El nuevo visitante trae consigo algo nuevo y con el tiempo se hace viejo. Y llega el momento en que se va.

A aquella posada llegan muchos desconocidos que eran olvidados o excluidos desde hace mucho. Ellos también traen algo, permanecen un momento – y se van. Cualquiera de ellos, al llegar, se encuentra con los que llegaron antes que él y los que llegan después de él. Ya que son muchos, todos deben compartir. El que tiene un lugar, conoce sus límites. El que quiere algo debe acomodarse con lo que hay. El que ha venido tiene la posibilidad de desarrollarse, mientras se queda. Pudo entrar porque otros se fueron y se marchará en cuanto otros lleguen. De esta forma, en aquella casa hay sitio y tiempo para todos.

Mientras la persona está ahí sentada, se siente como en su casa, en confianza con todos, los que vinieron y siguen viniendo, los que trajeron algo y aún traen algo, los que quedaron y aún están, los que ya se fueron y los que ahora se marchan. Esta persona percibe cómo lo incompleto de antes se siente ahora entero, percibe cómo la lucha llega a su término y cómo la despedida se vuelve posible. Espera aún el momento oportuno. Luego abre los ojos, hecha un vistazo al rededor, se incorpora – y se marcha.