Bert Hellinger / Los textos citados son las transcripciones autorizadas por el mismo Bert Hellinger de sus entrenamientos y conferencias. Algunos son extractos de sus libros.














































Revista independiente Hellinger

Revista Hellinger, Marzo 2006
Traducción de Patricia Sánchez

La "Benevolencia" hacia todos nos hace felices

¿Qué hace felices a los hombres?

¿Qué me hace feliz? ¿Y cómo ser feliz?

Cuando me vuelvo hacia todos de la misma manera. Volverse hacia todos no quiere decir amar a todos de manera emocional sino dirigirse a todos con respeto y animado por un amor espiritual. Eso es volverse hacia todos participando en un movimiento de creación que está Trabajando detrás de todo, que se dirige a todo de la misma manera.

No es posible considerarlo de otra forma.

Cuando excluyo a alguien de mi atención benevolente, pierdo la felicidad. ¿Cómo puede un ser humano excluir a otro? Sólo es posible si se siente superior.

Todos los que se sienten mejores que los demás, excluyen a alguien. Todos los que juzgan de manera negativa a alguien o le condenan, le excluyen. Esta arrogancia nos viene de la moral.

Si lo pensamos bien, esta arrogancia llega tan lejos que, en nombre de la moral, los que se sienten superiores dicen a los demás: "éste tiene derecho a vivir, este otro no".

¿No es monstruosa la pretensión que se oculta tras esta moral? ¡Pero la gente moralizadora no es feliz, seguro que no!

La felicidad nos viene de esta disponibilidad para con los demás. Esta "disponibilidad" es un trabajo y una cualidad de toda una vida. En el fondo, no es nada más que "benevolencia" hacia cada uno.

Sentid un poco lo que pasa en vosotros cuando os entrenáis en la benevolencia. Quizá tengáis algo contra alguien. Ahora, mirad a esa persona y decidle: "Te deseo lo mejor – desde todos los puntos de vista".

Leo en la cara de algunos de los que están aquí que ¡se sienten más felices!

La "benevolencia" nos hace felices; la "malevolencia", por el contrario, nos hace desgraciados, no sólo al otro sino también a nosotros mismos.

Podemos comprobar y renovar esta benevolencia con nosotros mismos. Yo compruebo a menudo esta benevolencia en mí.

He comprobado que cuando caigo en la agitación o en los celos, ya no estoy unido con mi alma ni con mi corazón.

Vosotros también podéis sentirlo inmediatamente. Entonces, por la noche me siento – si no puedo hacerlo esa noche misma, lo hago como muy tarde al día siguiente por la mañana – y me pregunto: "¿a quién he negado mi benevolencia?"

Y, de pronto, aparecen esas personas ante mí internamente y me vuelvo de nuevo hacia ellas, simplemente con benevolencia. Con benevolencia, sin juzgar, simplemente benevolente. Entonces, vuelvo a encontrarme sereno.

Esta es otra manera de ser feliz, por el camino de la Benevolencia.

El momento presente

Ahora, me gustaría decir algo más sobre la felicidad.

¿Cuál es el secreto de la felicidad? ¿Dónde encuentra su plenitud la felicidad?

En el momento presente.

La felicidad está entera en el momento presente.

¿Y qué se opone a la felicidad? El hecho de alejarse del momento presente. Ya sea porque miramos atrás o porque miramos hacia delante.

Entonces, olvidamos el momento presente.

Y al mismo tiempo, olvidamos la felicidad del momento. Estar presente en cada momento es una elevada disciplina en la que podemos entrenarnos.

Cerrad los ojos. Toda la vida está sólo en el momento presente. En cada momento, la vida está ahí en toda su plenitud. En cada momento, ahora, está la plenitud de la vida.

Entonces abrimos nuestro corazón a este momento, nos alegramos de este momento, agradecemos este momento.

Aquí no hay nostalgia ni temor tampoco. Todo temor se establece en el futuro. Toda nostalgia pertenece al pasado. En el momento mismo, no lamentamos ni tememos nada.

¿Por qué los niños son tan felices?

¡Porque sólo viven el momento presente!

El trabajo

Un hombre: Se trata del trabajo.

Hellinger: El problema del trabajo es fácil de resolver. (Hellinger coloca primero al hombre y después a una representante para el trabajo, enfrente de él. El trabajo da un paso atrás y se da la vuelta).

Hellinger: No es extraño que no tengas trabajo. ¡El trabajo no te quiere! Está contra ti porque no le respetas. El trabajo huye de ti. Pero no es su culpa. Ahora, ¿quién era el trabajo?

El hombre: Cualquier cosa con la que no estoy unido y por ello estoy sin motivación.

Hellinger: ¿A quién representa el trabajo aquí? ¡A tu madre! Sin madre, no hay trabajo - ¿qué le has hecho a tu madre?

El hombre: En este momento, siento que se ha alejado de mí.

Hellinger: Mi pregunta era muy concreta.

El hombre: Me he ido.

Hellinger: ¿Qué quiere decir eso?

El hombre: Tengo poco contacto con ella. Me he alejado de ella.

Hellinger: ¿Qué le has hecho realmente?

El hombre: Me he apartado claramente de ella.

Hellinger al grupo: Creo que va a seguir en paro. ¡No hay nada que hacer! Sin madre no hay trabajo. El que se aparta de su madre, se aparta del trabajo – y el trabajo se aleja de él.

Hellinger al hombre: Tú le has hecho algo y eso le ha hecho daño.

Cierra los ojos.

(El hombre pone se cubre la cara con sus manos y comienza a sollozar ruidosamente).

Hellinger (después de un tiempo): ¿Vive todavía tu madre?

El hombre: Si. Mi padre ya ha muerto.

Hellinger: Entonces, todavía tienes una oportunidad. ahora, has entrado en contacto con ella, está bien, es bonito, muy bonito.

Voy a hacerte algunas sugerencias concretas.

Le escribes una carta. Recorres tu infancia a partir de tu nacimiento y miras todo lo que ha hecho por ti durante todo ese tiempo. Le escribes eso, diciéndole que lo llevas en tu corazón. Todo lo que te ha dado, lo tomas en tu corazón.

(El hombre asiente bajando la cabeza).

Hellinger: ¡Exactamente!

Al final, le dices algo más: si alguna vez me necesitas, estoy aquí para ti.

(El hombre está muy conmovido).

Hellinger: Ahora, vas a encontrar trabajo muy pronto.

(Ambos se ríen a carcajadas).

Hellinger al grupo: Ahora es feliz. Es bonito. No hay duda, las madres nos hacen felices.

Hellinger al hombre: Bueno, lo dejo aquí.

Tomar por completo a los Padres

Hellinger al grupo: Quisiera decir algo más en este contexto.

A menudo, miramos a nuestra madre y a nuestro padre y pensamos: hay algo que no iba. No eran perfectos. Tenemos expectativas muy extrañas hacia nuestros padres, como si tuvieran que ser como Dios. No exactamente, todavía un poco mejor por supuesto.

Es terrible lo que hacemos a nuestros padres con tales expectativas. Después creemos que tenemos derecho a pedirles cuentas por ello, porque no eran como Dios.

Hemos crecido y nos hemos vuelto capaces de desenvolvernos en la vida porque eran normales, con defectos, casi con los mismos que nosotros tenemos.

Ahora, acabo de tener una extraña experiencia interna.

Antes he contado como había aumentado tanto mi sentimiento fundamental. Tomé a mi madre en mi corazón, la tomé totalmente.

Lo sorprendente es que todo aquello por lo que pensaba poder hacerle reproches – decirle: "habrías debido hacer eso mejor" – todo ello quedaba fuera (como en la puerta).

Curiosamente, cuando tomamos a nuestro padre y a nuestra madre tal como son en nuestro corazón, siguen totalmente en nuestro corazón sin aquello que nos hacía tener objeciones, fuera lo que fuera.

Es una bonita experiencia. También ayuda poder hablar así.

La reconciliación

Esta reflexión viene tras la Constelación de un hombre, cuyo abuelo había llevado un transporte de prisioneros a un campo de concentración. Hacia el final de la guerra, el abuelo de este hombre, murió en ese mismo tren durante un ataque aéreo.

Los perpetradores sólo pueden descansar al lado de sus víctimas. Pero no pueden ir hacia sus víctimas más que si ellas les dan un lugar. Aquí, hemos podido ver lo difícil que era para las víctimas.

Una de las víctimas permitió que el perpetrador tomara contacto con ella. Después estuvieron en paz entre ellos. La representante de esta víctima invitó con la mirada a los que todavía no se habían reconciliado. Que ella hubiera dejado un lugar a su lado para el perpetrador no convenía a las víctimas. ¿Para quién es grave esto?

Es grave para las víctimas mientras se nieguen a dejar un lugar para el perpetrador.

Después, he añadido un representante para Alemania. A menudo, hay otro obstáculo para la reconciliación entre perpetradores y víctimas. ¡Es Alemania, o más bien, lo alemanes!

Respecto a esto, me gustaría hacer un pequeño ejercicio con vosotros.

"Reconozco que soy como vosotros"

Cerrad los ojos y sentid interiormente que pertenecéis inevitablemente a este campo espiritual que es Alemania.

En este campo están presentes los perpetradores, las víctimas y todos los que eran entusiastas. Y todos están en ese mismo campo, de la misma manera.

Nos exponemos a ellos, tanto a los entusiastas como a los que pretendían no saber nada y también a los que se distanciaban de todo ello como si no pertenecieran a ese campo.

Y nos exponemos a los perpetradores, a los soldados y a las víctimas de cualquiera de los lados.

Nos exponemos a los perpetradores pero también – por así decirlo– nos abandonamos a ellos, abiertos a todo y compartimos su sentimiento, exactamente como ellos; y les decimos:

"Reconozco que soy como vosotros, sin distinción. Con humildad y amor, honro vuestro recuerdo en mi alma. Os reunís en mi corazón con el sufrimiento y la culpabilidad, con todo tal como ha ocurrido".

Después, miramos más allá, hacia algo más Grande, más allá del Todo, al que todos pertenecen de la misma manera y al que han sido entregados de la misma manera y donde todos están en buenas manos de la misma manera.

Ante esta fuerza, nos detenemos, inmóviles, con recogimiento, sin preguntas, simplemente así.

Felicidad y Desgracia

En el momento en que una persona deja en paz a las del pasado y no carga más con lo que les pertenecía, éstas están también en paz y pueden seguir su propio camino. Por lo tanto, es grave cuando algunas personas piensan después que deberían hacer todavía algo por estos muertos.

Como por ejemplo: vengarlos o encargarse de determinadas cosas en su lugar, o compensar. De esta manera, se inmiscuyen en situaciones que no les conciernen.

Esta es también una de las causas que lleva a la desgracia y nos hace desdichados.

¿Habría quizá que explicar un poco más lo que se está Realizando en Segundo plano?

La felicidad de la pertenencia

Una de mis tomas de conciencia fundamentales, se refiere al funcionamiento de la conciencia.

Por así decirlo, he hecho bajar la conciencia del cielo para traerla a la tierra.

De repente, me he dado cuenta de que la conciencia es un instinto y no algo espiritual.

¡Un perro también tiene conciencia!

¿Habéis observado que, a veces, un perro puede tener mala conciencia? Por lo tanto, la conciencia es un tipo de instinto. Sólo la encontramos en las jaurías, en los rebaños.

Cuando un miembro de la manada hace algo por lo que podría ser excluido, tiene mala conciencia. Entonces, cambiará su comportamiento para poder formar parte, de nuevo, del grupo.

Y ahora, si trasponemos eso a los hombres, esto es lo que pasa.

La conciencia nos une a un grupo que es importante para nuestra supervivencia, pero también nos une con los demás grupos con los que queremos relacionarnos.

La conciencia es un órgano de percepción instintivo. Podemos compararla con el sentido del equilibrio. El sentido del equilibrio también es un órgano de percepción instintivo con el que podemos constatar rápidamente si estamos en equilibrio o no. De la misma manera, mediante la conciencia, podemos percibir si todavía tenemos derecho de pertenecer a nuestro sistema o no.

Cuando hemos hecho algo que podría excluirnos, tenemos mala conciencia. Entonces, cambiamos de comportamiento para poder pertenecer de nuevo a nuestro clan.

Y si tenemos permiso para pertenecer allí, nos sentimos felices e inocentes. En el fondo, la mayor nostalgia del hombre es: su pertenencia.

Esta es la razón por la que no hay mayor desgracia que la de estar excluido. ¿Y cómo castigamos a los criminales?

¡Excluyéndolos por supuesto!

Los metemos en la cárcel o los matamos.

La exclusión es lo peor que puede existir.

El mayor bien es la pertenencia. Y con la ayuda de nuestra conciencia, sabemos lo que está bien para nosotros y para el grupo y lo que está mal para nosotros y para el grupo.

La felicidad ciega

Voy a explicar esto un poco más en detalle.

Para pertenecer a su sistema, un niño es capaz de todo. La pertenencia es más importante para él que su propia felicidad y su propia vida.

Mucha gente sacrifica su vida por esta pertenencia.

Por ejemplo: los soldados.

Mucha gente comprometida con los demás, están dispuestos a sacrificar su vida por la comunidad - ¡como ellos dicen!. Pero, de hecho, se trata de pertenencia. ¿Y cómo se les honrará especialmente? Cuando hayan hecho algo por su grupo poniendo en peligro su vida.

A veces, en nombre de la pertenencia, una persona se dice interiormente determinadas frases: por ejemplo, dice a su madre muerta o a su padre muerto o a un hermano o a una hermana muerta: "te sigo".

Entonces, puede que se enferme o que quiera morir en su lugar. Lo vemos con la anorexia por ejemplo.

Una niña anoréxica dice en su corazón: "prefiero desaparecer yo antes que verte desaparecer". ¿A quién se lo dice? A su querido papá. Es lo que dice por regla general. La mayoría de las veces, hace eso por su padre. Es amor y este amor viene de la conciencia.

Cuando esos niños o adultos mueren, todos tienen: "buena conciencia".

¡Se sienten inocentes y además, felices!...

¡Dios mío, qué felicidad! ¡Y que desdicha para aquel al que le dicen: "mejor yo que tú"!

¿Cómo se siente el padre al que su hija le dice interiormente: "me muero en tu lugar"?

Esta dinámica viene de la conciencia, haciéndonos felices e inocentes por una parte y, por otra, oponiéndose a la vida. Por lo tanto, no está en acuerdo con la vida. pero la Gran Felicidad está en armonía con la vida.

La felicidad es más que el sentimiento de inocencia

Otra de mis tomas fundamentales de conciencia es también ¡que hay dos conciencias!: una superficial y otra oculta detrás. En nuestra cultura somos inconscientes de esta conciencia. Se trata de una conciencia arcaica, la más antigua y que ha existido antes de la conciencia moral que sentimos. Esta conciencia es la conciencia arcaica del grupo. Ella vigila que se respeten determinadas leyes dentro del sistema.

La primera ley es: esta conciencia no tolera ninguna exclusión.

Con la conciencia moral, excluimos a personas sintiéndonos mejores que ellas. Con esta otra conciencia, esto no existe. Todos los que pertenecen al grupo tienen el mismo derecho de pertenencia. Es una ley férrea en lo que la concierne.

Ahora, imaginad una época antigua, en la que los hombres vivían en hordas. ¿Podían excluir a alguien? ¿Era imaginable? Es esta conciencia la que los mantuvo unidos. Nadie podía ser excluido, habría sido lo peor que hubiera podido pasarle a la horda, ni siquiera se les hubiera pasado por la cabeza. Todos formaban parte del grupo.

¿Y qué hacían con los asesinos? Si hubieran sido cristianos, les habrían matado o enviado al desierto.

Todavía actualmente, existen grupos arcaicos. Allí se manifiesta de lo que es capaz esta conciencia original.

El año pasado, hablé con un jefe indio en Canadá. Me dijo que, en su lengua, no había palabra para "la justicia". Ellos no tienen el concepto de conciencia tal como nosotros lo entendemos. Con nuestro concepto de conciencia, gritarían enseguida justicia. Al contrario, están en acuerdo con la conciencia original. Le pregunté: "¿Qué hacéis entonces con un asesino?".

Y me respondió: "es adoptado por la familia de la víctima". Ahí no hay exclusión. Están en resonancia con esta conciencia arcaica.

Esta conciencia actúa también en nosotros, pero de manera ampliamente inconsciente. ¿Cómo actúa? Cuando excluyo a alguien de mi corazón, me vuelvo como él, exactamente como él.

Una cosa más, después alguien del grupo se identificará con el excluido y lo representará sin darse cuenta.

¡Eso es una intrincación! Viene de esta conciencia arcaica y responde a otra ley fundamental que es: todos los que han llegado después, van después y eso desde todos los puntos de vista.

Esto quiere decir: todos los que han llegado antes, tienen prioridad sobre aquellos que han llegado después al grupo.

Por eso, las personas que han llegado más tarde, no tienen derecho a tomar algo del destino de una persona que estuviera allí, antes de ellos.

Toda violación de esta ley es severamente castigada con la desdicha.

La violación de esta ley conduce a la desgracia.

Cuando alguien dice: "te sigo (en la muerte)", viola esta ley.

Pero viola esta ley con buena conciencia. Eso es lo extraño porque estas dos conciencias se oponen entre sí.

¿Cómo alcanzamos la felicidad?

Dando prioridad a la conciencia arcaica. Eso implica que hay que renunciar a la inocencia de la conciencia moral.

La conciencia arcaica es mucho más exigente. Es aquí donde estamos unidos a muchas más personas. Las tragedias, todas las tragedias, incluidas las tragedias familiares, vienen del hecho de que alguien que ha nacido después, carga con buena conciencia algo de alguien que ha nacido antes.

Como por ejemplo: queriendo vengar o queriendo encargarse de algo de un ancestro. Todas las tragedias terminan con la ruina de los héroes aunque hayan tenido buena conciencia y hayan actuado por amor.

Por lo tanto, la felicidad es mucho más que el sentimiento de inocencia, es mucho más, ¡es una hazaña!

Una hazaña del alma – que pasa a través de la toma de conciencia -.

La Gran Felicidad

Cuando hablo de estas tomas de conciencia mías y también cuando saco las consecuencias que esto conlleva, enfado mucho a los moralistas.

Una vez más, esto dice mucho de la otra conciencia. Esta conciencia que nos une a nuestro grupo y nos separa de otros.

Peor todavía, nos hace enemigos de los demás grupos.

Todas estas hostilidades se alimentan de la buena conciencia.

Esta voluntad de aniquilamiento se manifiesta, si llega el caso para algunos de ellos, teniendo buena conciencia.

Esto no les hace felices, podemos verlo. Pero quizá podamos reconocer más claramente lo que significa finalmente la gran felicidad.

La realización de la Felicidad

El tema era lo que hace felices a los hombres. ¿Pero qué pasa con las cosas difíciles que las personas deben superar? Para responder a esto, hay un poema de Rilke en los Sonetos a Orfeo, respecto a la queja.

El poema dice:

Sólo en el espacio de la celebración

cabe la queja,

la ninfa de la llorada fuente,

la que vela sobre nuestro abatimiento,

para que se aclare ante la misma roca

que sostiene pórticos y altares.

Mira, junto a sus hombros callados alborea

la luz de un sentimiento: que ella es la más joven

entre sus hermanas de alma.

El júbilo conoce, la nostalgia confiesa,

sólo la queja aprende todavía; con manos de niña

cuenta noches enteras el antiguo mal.

Mas de repente, de través, torpemente,

una constelación de nuestra voz sube

hasta el cielo, sin que su aliento se empañe.

Y, de repente, la queja se vuelve feliz.

¿Conocéis la queja o la acusación? ¿O bien los reproches con los que se pasan noches recapitulando todas las malas cosas del pasado.?

Por supuesto, es la receta para ser desdichados.

Aquí, querría precisar algunas cosas para ejercitarnos en liberar el camino de la gran felicidad.

La felicidad tiene algo que ver con la evolución interior. Cuanto más crecemos interiormente, más colmados nos sentimos. Hay una felicidad ligera que es contentamiento y alegría. Es una bonita felicidad. Y hay una felicidad tranquila que está simplemente en resonancia. Esta felicidad tiene fuerza y no se detiene nunca. No está en peligro.

Para mí, lo importante es que el crecimiento exige dos cosas: en primer lugar alimento y después resistencia.

Todo crecimiento se afirma frente a la resistencia. El árbol más viejo del mundo se encuentra en California, en lo alto de una montaña completamente hirsuta, en mal estado y tiene tres mil quinientos años. ¿Cuál de los árboles felices puede compararse con él en lo que a fuerza se refiere?

En nuestro culto al bienestar, nos imaginamos generalmente que debemos ser alimentados, alimentados y más alimentados todavía. Recibimos, recibimos, recibimos y entonces somos felices.

Después está lo que nosotros pensamos que debe ser:

¿Qué es una buena infancia?

¿Qué son unos buenos padres?

Dan, dan y dan más. Esto es lo que llamamos buenos padres. Es la imagen ideal. Maldición si no han dado bastante. Por eso que tengo problemas ahora. Es por su culpa.

Después, compongo canciones de queja contra mis padres, que canto durante toda mi vida. ¿Qué pasa en ese momento? En realidad, todo lo que me pasa, sea lo que sea que haya pasado, es una oportunidad para ser más fuerte y crecer – yo digo sí a todo eso -.

En el momento en que estoy en acuerdo con ello, todo es bueno. Es gracias a esa aprobación que se convierte en bueno y se transforma en fuerza. Si persisto en la negación o si me quejo, lo pierdo. Cada ser humano del que me quejo está perdido para mí. Si me quejo de mis padres, los pierdo. Qué miseria de vida entonces, totalmente miserable.

Cerrad los ojos. Este es un ejercicio para ser feliz.

Ahora, mirad a vuestra madre y a vuestro padre tal como son, exactamente tal como son. Os alegráis de verles exactamente tal como son. Y les decís: "Sí", tal como son y "Gracias" por todo. Puede que algunas cosas fueran diferentes de lo que hubiéramos deseado. Miráis lo que ha sido difícil o doloroso. Y le decís: "Sí, tomo en mi corazón todas esas cosas, tal como han pasado, y haré algo con ello. Esto me ha permitido crecer. Gracias".

Así, atravesamos nuestra vida comenzando por la primera infancia y miramos todo aquello de lo que queríamos desembarazarnos, por ejemplo una enfermedad o una persona y le decimos: "te tomo en mi corazón tal como eres. Tú me permites crecer. Me has mostrado y me has dado algo importante".

Después miramos aquello de lo que queremos desembarazarnos, como por ejemplo: una culpabilidad que tenemos y le decimos: "Sí, formas parte de mí; de ti saco una fuerza especial y una suavidad especial. Tienes derecho a quedarte conmigo".

Mas de repente, de través, torpemente,

una constelación de nuestra voz sube

hasta el cielo, sin que su aliento se empañe.

Muchas personas quieren ser perfectas como Dios, quieren ser como Dios.

Un ángel quiso hacer realmente eso un día. ¿Y sabéis en lo que se convirtió? En un demonio...

Vibrar al unísono

A veces, podemos ayudar a alguien con una simple frase. ¿Cómo se puede hacer eso?

Voy a explicároslo y podréis sentir de qué manera se puede llegar a ello. Yo utilizo una imagen.

Imaginad que trabajo con una pareja. El hombre está a un lado y la mujer al otro.

Ambos tienen la misma oscilación vibratoria a su propia altura. Cada uno tiene su propia tonalidad. Aunque tengan una resonancia diferente, oscilan juntos. Es una relación en armonía.

Pero haciendo esto, ocurre algo en el alma. Si se quedan únicamente a ese nivel, no basta. Cada uno pasa simultáneamente a las armónicas agudas de su nota. Cuanto más alto suben, más se parecen. Es a este nivel espiritual, donde pueden vibrar al unísono.

¿Por qué os he contado esto?

Primero porque nos hace felices poder compartir la vibración del otro en esta experiencia.

Cuando alguien se me acerca y me pide ayuda, respecto a un problema, primero entro en vibración con él y me armonizo con su nota. Sin embargo, no es la misma nota, sino una nota con armónicas superiores donde, de pronto, vibramos al unísono. Entonces, entra en juego algo espiritual.

En esta vibración común, a veces percibo de qué se trata con la velocidad de un rayo, para encontrar la solución. A menudo, no es más que una frase, a veces sólo una palabra. Es todo lo que necesito en ese momento.

Esta manera de ayudar a alguien, de ayudarle en su vida, es el extremo condensado de este trabajo.

Está lleno de benevolencia y de respeto, sin necesidad de mantener una relación.

Cada uno sigue totalmente en él mismo, en su campo. Y sin embargo, hemos vibrado juntos por un momento.

Después, puedo retirarme. Eso sólo puede hacerse con la benevolencia.

Entonces es un logro.

El pasado visto con un nuevo enfoque

Hellinger dirigiéndose al grupo: a mi lado hay dos hermanas. Una de ellas me ha dicho que su abuelo murió intoxicado por gas. Estaba en una clínica psiquiátrica y aparentemente murió tras un programa de eutanasia.

Hellinger a las hermanas: cerrad los ojos las dos. Imaginad a vuestro abuelo.

Cuando me pongo en esa vibración, me imagino que hay una fuerza que le rodea con mucho amor, con un amor muy especial. Y en ese momento, su cara se ilumina.

Hellinger: (Cuando la cara de las hermanas se ha transformado también) - ¡Exactamente!

Ahora tengo que continuar un poco más. A su lado están sus asesinos, todos aquellos que han sido co-responsables, rodeados del mismo amor también. Y sus caras (las de ellos) se iluminan también.

Hellinger: (a una de las hermanas que todavía está luchando consigo misma):

¿y cuándo va a iluminarse tu cara?

(Tras un tiempo): deja el argumento en el que está escrito: "abuelo".

(De nuevo tras un tiempo):

después, te das la vuelta interiormente de todo el pasado, y te vuelves pequeña.

Hellinger: al grupo: se ha servido de ese pasado para colocarse por encima, para ponerse en la posición de "grande".

A esa hermana: no estás a la altura, no es para ti.

La felicidad se queda con los pequeños.

Hellinger: (cuando su cara comienza también a iluminarse): creo que puedo dejarlo aquí. ¿De acuerdo?

(Las hermanas asienten con un movimiento de cabeza).

Hellinger: al grupo: Ahora el abuelo va a estar contento. Suerte.

Hellinger: al grupo: ¿qué acabo de hacer?

Me he puesto en la vibración del abuelo. ¿Cómo queréis que se sienta bien si ellas se comportan así? ¡Pobre abuelo! Aquí hay algo claro.

Mientras miremos únicamente estas relaciones: tú y yo, y nuestra familia; lo que es decisivo se nos escapa. Debemos mirar más allá, hacia algo más Grande, que provoca lo que es decisivo detrás de todo. Y entonces nadie va mal. Y nadie va mejor o menos bien. ¿Cómo es posible?

En este área, nuestras distinciones morales de culpabilidad y de inocencia no juegan ningún papel. ¿Y cómo es eso? Todo lo que ocurre, lo bueno y lo malo, viene del mismo movimiento. ¿De dónde podría venir si no? Es imposible de imaginar.

En este movimiento, todo es justo y todo es importante exactamente como ha sido. Nadie ha sido mejor o menos bueno.

Ningún destino ha sido más fácil o más difícil. Todos eran parecidos. Eso es una actitud religiosa. No es una creencia. Es simplemente una actitud llena de respeto ante algo inalcanzable.

Solamente entonces, adquirimos la fuerza necesaria para terminar algo que quedaba por hacer, y estar al servicio de la vida durante el tiempo que nos quede.

El niño herido

Hellinger al grupo: esta mañana he dicho algo respecto al sentimiento fundamental.

Hellinger: al hombre que está sentado a su lado: ¿dónde se sitúa tu sentimiento fundamental?

A menos cincuenta. ¿Puedes sentir cómo es justo en este momento? No son juicios. Sólo es una indicación. Hay muchas personas que faltan en tu alma, que no tienen lugar en ella.

Cierra los ojos.

(La cara del hombre se transforma en la cara de un niño desesperado).

Hellinger: al hombre: quédate como estás.

Hellinger: al grupo: cuando miramos su cara, vemos la cara de un niño de unos cuatro años. En ese momento, pasó algo grave para el niño. El niño estaba totalmente desesperado.

Hellinger: al hombre: quédate exactamente así.

Hellinger: al grupo: voy a hacer un ejercicio con él y vosotros también podéis hacerlo al mismo tiempo.

Simplemente, voy a contar una historia

Alguien piensa: ¡de nuevo el fin de semana, qué buen día! Hoy voy a regalarme algo bonito. Sale de casa y siente el aire fresco. El sol brilla y va a pasear por los campos de espigas maduras, atraviesa un puente, continúa paseando y llega al linde de un bosque.

Penetra en el bosque sombrío, se abre camino a través de espesos matorrales y llega a un claro.

Se tiende en la hierba, mira el cielo, ve las ramas de los árboles balancearse con el viento, escucha el gorjeo de los pájaros, oye el chapoteo de un arroyo cercano.

Después cierra los ojos, se duerme y comienza a soñar.

En el sueño, vuelve a su infancia, se ve de niño, ve todo lo que ha pasado para ese niño y siente compasión por él. Duerme y sueña durante mucho tiempo.

Después, se despierta, se frota los ojos, se sienta, mira ante él y ve a lo lejos a un niño.

Al mirar más de cerca, reconoce que es él mismo de niño. Y que ese niño tiene miedo de él como adulto. No se atreve a acercarse.

El adulto espera prudentemente, sin moverse, para que el niño pueda confiar poco a poco en él. al cabo de un momento, el niño se acerca lentamente. Él le mira y ve que está herido de gravedad. Espera un poco más y después, llora con el niño. El niño empieza a sentirse confiado y el adulto le coge delicadamente en sus brazos.

Le mira a los ojos, le acaricia suavemente sus heridas, le lleva hasta el arroyo y le lava las llagas con agua clara. El niño se siente mejor. Entonces, él le levanta le abraza y vuelve con él al claro del bosque.

De pronto, el niño comienza a hablarle. Le dice lo que quiere ofrecerle, algo parecido a los frutos de todo lo que ha sufrido. El adulto coge lo que el niño le da, lo que es pequeño y lo que es grande.

Después ve que el niño está cansado y le deja suavemente en la hierba. El niño cierra los ojos y él se da cuenta de que ahora el niño desea morir.

Espera hasta que todo se termine y le mira una vez más con amor: "GRACIAS por todo. Lo guardaré en mi corazón y haré algo hermoso con ello, en recuerdo tuyo".

Lentamente, se da la vuelta y deja al niño en paz. Se abre de nuevo camino a través de la maleza, sale del bosque, se encuentra en un espacio libre, da algunos pasos y llega a un cruce.

Siente donde le lleva el camino y da el paso siguiente.

(Al cabo de un momento) Hellinger al hombre: ahora el niño te sonríe.

Hellinger: al hombre: Lo dejo aquí.

Las cosas van a continuar haciéndose en tu alma.