Revista Hellinger, Marzo 2009
Al mirar a nuestra madre y a nuestro padre, los vemos como individuos corrientes. Nos solemos comportar con ellos como si sus vidas hubieran empezado con nuestro nacimiento, como si no tuvieran pasado. Pero sin embargo, en ellos está actuando todo lo que los hace así como son y cómo eran.
Cerrad los ojos. Nos imaginamos primero a nuestra madre. Está ahí de pie y alrededor de ella están muchas otras personas, tal vez diez, doce, hombres y mujeres. No sabemos quiénes son. Y vemos cómo se inicia entre todos ellos un movimiento. Los movimientos del espíritu son muy lentos, muy recogidos. Todos son movidos por una fuerza exterior a ellos. Sólo miramos lo que pasa.
Después de un rato: Bueno. ¿Habéis podido percibir de otra manera a la madre? ¿Más plena? ¿Ramificada en muchas direcciones?
Os doy la posibilidad de hacer unas preguntas sobre lo que ha transcurrido.
Mujer: Tengo una pregunta acerca de la mala percepción. Es cierto que, en mi experiencia personal, he aprendido la mala percepción de niña. De niña no tenía aún la posibilidad de escoger la buena percepción, por ser dependiente y no tener capacidad para optar. Mi experiencia es que la mala percepción está metida en mi cuerpo e idéntica a mí. En mi vida, he estado ya en depresión grave, de niña incluso, por la difícil historia con mi madre. He estado siempre consciente de que mi percepción era negativa, pero no tenía cómo cambiar eso. Si alguien me hubiera dicho, en mis momentos depresivos, que: ah, tu percepción es mala, me habría suicidado por sentirme culpable.
Entretanto, me he formado como terapeuta. Mi pregunta es: me viene una angustia terrible cuando digo a la gente que pueden escoger la manera cómo perciben. Cuando toman consciencia de eso, llega una fase, así fue para mí, en que todo se vuelve peor antes de poder mejorar. Espero que en la mística natural como la describes, ese movimiento es también natural, que hace que en un comienzo es muy doloroso el descubrir que soy creadora de mi propia mala percepción.
Hellinger: Me ocuparé de esto, ahora. La buena percepción se da en el instante, es directa. La mala percepción es también directa, instantánea.
Pero fuera de la experiencia directa, pensamos en imágenes. Nos guiamos por imágenes internas. Por ejemplo, tenemos recuerdos del pasado. Son imágenes hechas por nosotros. No existe un conocimiento del pasado, sólo hay reacciones acerca de algo del pasado y esas reacciones se cristalizan en imágenes internas.
Un ejemplo: me siento solo. Conoces ese sentimiento. Me siento solo y tengo imágenes internas. Las imágenes se refieren a algo que aconteció en el pasado, o tal vez en el presente o tal vez acerca del futuro. Esas imágenes liberan un sentimiento de soledad. El sentimiento refuerza las imágenes y luego ellas se concretizan. Pero sólo se trata de imágenes construidas por mí.
A la mujer: Ahora cierra los ojos y ve esas imágenes. Luego te das el permiso de ver otras imágenes del pasado, que también las hay, imágenes de alguien que estaba a tu lado, alguien que te ha sonreído, que te ha regalado algo, que te ha cuidado, que te ha traído algo porque se acordaba de ti. Hay muchas imágenes así. De repente, te sientes conectada con aquella persona que acabas de ver y encontrar. Y con eso, cambia en seguida el sentimiento.
Te puedes incluso imaginar que alguien te está esperando desde hace ya un tiempo. Imagínate que vas hacia él, que le llevas algo, quizás le ayudas en algo, le dices que puede contar contigo, que estás dispuesta a cumplir algo por él, muy naturalmente. De inmediato, te encuentras en contacto, todo el tiempo. Al hacer algo por otro, dejo de sentirme solo, permanezco vinculado.
Gracias al cambio de las imágenes internas y al actuar correspondiente, desaparece ese viejo sentimiento, para siempre.
La mujer y el grupo se echan a reír.
He visto ahora el efecto de las nuevas imágenes. Tu pregunta está contestada.
Mujer: Ayer usted hablaba de la intranquilidad y de su contrario. Me gustaría retomar el tema, porque siento a menudo una gran intranquilidad en mí.
Hellinger: Hagamos juntos un pequeño ejercicio. Cierra los ojos.
Imagínate una rosa. La miras, la percibes, con toda calma tomas consciencia de su presencia. Y permaneces así, orientada hacia la rosa.
De pronto, la vista se amplía por encima de la rosa, a tu derecha, a tu izquierda, lejos y cerca, en lo profundo y en lo alto. Así te quedas, expuesta a todo, con la rosa en el centro. Luego, desde lo hondo de tu alma dices una palabra. La palabra es: sí.
En la Divina comedia de Dante, hay muchas descripciones de portales. Encima de uno de ellos, hay una inscripción: Aquel que pasa por aquí, abandona todas sus esperanzas. ¿Adónde lleva ese portal? Al cielo.
La mujer se ríe.
Te va mejor. Sobre el portal que lleva a la tranquilidad está escrito: sí.
Aún me gustaría hacer con vosotros algunos ejercicios que hacen feliz. El andar con el espíritu siempre hace feliz.
Cerrad los ojos.
Miramos a nuestra pareja o a otra persona que nos es próxima. Empezamos a percibirla de una buena manera. La percibimos tal como es, exactamente como es. Percibimos su secreto, su porvenir, el profundo movimiento del espíritu actuando en ella.
Nos olvidamos de lo viejo, de lo que era. La vemos solamente en su movimiento hacia delante y le decimos: sí. Sí, tal y como es, sin el menor deseo de que sea distinta de lo que es. Le decimos: tal y como eres, así te quiero. Tal y como eres, me alegro por ti.
Ya veo rostros felices, aquí.
Nos imaginamos que nuestra pareja nos dice lo mismo. Nos acepta tal y como somos. Se olvida de lo viejo, ve nuestro camino en el futuro hacia nuestro destino, nuestra realización, tal y como somos, tal y como nos adelantamos hacia ese futuro. Nuestra pareja nos dice: sí.
Son dos asentimientos simultáneos. Hay una linda palabra para describir lo que de ello surge: el cielo en la tierra.
Eso es percibir. ¿Queréis oír más acerca de la felicidad en la tierra? El secreto de la felicidad es el sí. En ese asentimiento, nuestros ojos empiezan a brillar. En ese brillo está el asentimiento.
La pareja es el hijo/hija de sus padres, madre y padre. Le decimos: a tu madre digo sí, tal como es y la quiero tal como es. Y me alegro por ella, tal como es. ¿Qué siente la pareja cuando le digo esto y lo mismo de su padre?
Como padre, él es el más grande, el más importante para ti y ella es la más grande y la más importante para ti. Tú estás entre ellos como hijo. Os digo sí a los tres, tal como sois. Me alegro por vosotros.
¿Qué siente la pareja? En seguida se le ilumina la cara. Si alguien nos dijera eso, se nos iluminaría también la cara. Nos sentimos conectados con algo mayor.
Todo eso es el andar con el espíritu. Se acaban las diferencias, se acaban los juicios. Todo se encuentra transportado por un hondo movimiento que sirve la vida y el amor. El sí es un movimiento del espíritu, un movimiento eterno.
“Exacto” quiere decir: al grano. Justamente, porque la atención está focalizada en un punto, todo lo que hay alrededor está descartado. El que quiere saber algo con exactitud, quiere quedar fijado en un punto.
Pero la exactitud se opone al avance. Cada paso adelante es inexacto puesto que se aparta de lo exacto. El movimiento del espíritu se detiene en presencia de la exactitud. Por ser cada vez nuevo, ese movimiento es inexacto. Todo lo nuevo es inexacto. Sólo lo viejo es exacto, así pensamos. Pero eso, lo podemos olvidar.
Hombre: Quiero hacerte una pregunta sobre el desarrollo de tu trabajo. ¿Por qué, en los últimos años, das el nombre de espíritu a aquello que es inexacto, que es sin nombre? ¿Por qué insistes tanto en ello?
Hellinger: Es importante que lo indiques. En el momento en que conozco el espíritu, dejo de comprenderlo. Posiblemente, es eso lo que quieres decir.
Tenemos conceptos específicos que nos permiten orientarnos y con los cuales nos manejamos. Esos conceptos son más o menos exactos.
Luego, hay cosas que no podemos entender para nada y sin embargo les atribuimos un nombre. Al hacerlo, perdemos el vínculo con ellas. Tomemos el ejemplo de la palabra Dios. En cuanto la pronuncio, pierdo el contacto con lo que se puede nombrar.
“Espíritu” tan sólo describe un movimiento, tal como lo podemos imaginar, el movimiento del pensamiento, pensado por un sujeto con respecto a un objeto, pero pensado de tal forma que el objeto pasa a existir.
Nosotros también llegamos a ver concretizados pensamientos nuestros. El hecho de pensar algo lo hace ser. Una nueva comprensión actúa en el instante en que surge, teniendo quizá un largo futuro pero actuando en seguida.
Aquí se trata para mí del movimiento de una fuerza de la que todo proviene. Para nuestra realidad, esa fuerza es un pensamiento. Es lo que llamo “espíritu”. Sin embargo, la palabra alemana “Geist” no lo engloba todo. Existe una traducción inglesa que Suzi Tucker me ha dado, la palabra “mind-spirit” la consciencia del espírituAbarca mucho más.
Pero en cuanto hablo del espíritu como si pudiera producir algo con él, me encuentro fuera de lugar. Gracias por haber hecho la pregunta.
Existe la posibilidad que nosotros también, de semejante manera, percibamos con creatividad y entendamos con creatividad. Lo he demostrado aquí. Cuando se me ocurre de pronto una palabra, una palabra esencial, me encuentro entonces en un movimiento que pone algo en marcha, de inmediato. Entonces, la ayuda se limita a esa única palabra. Es todo. En cuanto encuentro esa palabra, se desarrolla todo como por si sólo hacia delante.
Lo haré con vosotros, en forma de ejercicio.
Cerrad los ojos y mirad a un niño, el vuestro propio o el hijo de alguien próximo. Os colocáis en el movimiento de asentimiento, en un movimiento del espíritu. Sin propósito, sencillamente. Esperáis una palabra, una sola palabra que el niño también está esperando. Cuando llega, decidla al niño. Y mirad el efecto que tiene en él. Siempre es una palabra que hace feliz.
Después de un rato: Bueno. Esas palabras tienen un efecto doble, para vosotros también, claro. Son movimientos del amor que se manifiestan en vosotros.
Podéis hacer más preguntas.
Mujer: ¿Qué poder tiene el pasado para influenciar el futuro? La mujer empieza a llorar.
Hellinger: Bueno, tomaremos el tiempo necesario para eso. Cierra los ojos, visualiza ese pasado delante de ti e inclínate profundamente ante él. Espera hasta que te hayas calmado.
Luego levántate y vete alejándote despacio, muy despacio. Guarda el pasado en tu campo de visión pero retrocede muy lentamente.
Al cabo de un momento, la mujer se levanta y regresa a su sitio.
Ahora, os diré en resumido lo que significa la mística natural. Significa el adiós al cielo. Y el adiós a lo alejado. No existe lo alejado, se encuentra cerca de nosotros.
Cuando buscamos a Dios por ejemplo- existen los que se llaman buscadores de Dios- ¿adónde nos vamos? Pues, siempre lejos de nosotros mismos. Aquel que se aleja de sí mismo, se aleja de lo esencial, de lo último que se manifiesta dentro de él. Lo esencial sólo se alcanza dentro de nosotros mismos porque es ahí donde se halla, en su totalidad. La condición es la total entrega al momento presente y a todo tal como es ahora. Entonces, es posible unirse a lo esencial, a lo último, ahora y dentro de nosotros mismos, en un movimiento unificador.
Y comoquiera que nos movamos en sintonía con él, ese esencial se mueve en nosotros y a través de nosotros. Este movimiento es siempre un movimiento de amor. Es un amor puro, sin ego, un amor encajado en un movimiento dedicado a todo igualmente: a cada ser humano así como a nosotros. Ese movimiento es totalmente sereno, no tiene meta, está en constante oscilación hacia lo nuevo. Y así, nosotros también sentimos el frescor del amor hacia otros, en cada momento nuevo y feliz.