Bert Hellinger / Los textos citados son las transcripciones autorizadas por el mismo Bert Hellinger de sus entrenamientos y conferencias. Algunos son extractos de sus libros.














































Ayudar a los hijos

Revista Hellinger, Septiembre 2007

La adopción enfocada desde el Espíritu

El niño adoptado también tiene padres, como cualquier otro niño. El niño adoptado también ha recibido la vida de unos padres en particular. Él pertenece a esta familia tanto como los otros miembros de ella. Él está vinculado a esta familia, sea cual sea su destino, y todos los demás miembros de esa familia estarán afectados por su destino. Ellos forman parte de él, como si su destino fuera el de ellos. La adopción no cambia nada, de ninguna manera.

Para este niño adoptado valen estos padres que le han sido dados como parte de su destino, tal como son y tal como es para él. Tanto los reproches hacia ellos, cargándoles con culpa como las exigencias ulteriores a su respecto, se oponen a esta fuerza del espíritu que mueve a ambos, padres e hijo, y que hace que nadie puede ser como ellos son.

¿Cómo puede y debe entonces arreglárselas un niño, a nivel del espíritu, con su destino de hijo entregado para la adopción? ¿Cómo puede y debe este niño manejar su destino de un modo que le permita reconocer y aceptar como valiosa esta grandeza que se le exige, tal como es?

El otro amor

El niño se puede representar a sus padres, aúnque no los conozca. Sólo tiene que percibirlos dentro de él, y en seguida sabe todo de ellos, ya que están presentes en él. Están presentes en su cuerpo puesto que en él siguen vivos. Están presentes en su alma también. El niño siente como ellos, lleva alguna carga como ellos, y tal vez por ellos. Él está intrincado en el destino de ellos y de su familia. Él sufre como ellos, tiene esperanzas como ellos y espera una sanación como ellos. Se siente culpable como ellos, quiere expiar como ellos, incluso por su abandono.

Igual que sus padres, este niño sólo podrá liberarse de la intrincación y sus consecuencias en un plano del espíritu, al lograr conectarse con aquella fuerza y su movimiento, más allá de las dificultades que ocupan el frente de su vida. Esta fuerza les abarca a todos con la misma dedicación y les toma a su servicio para una meta que les sobrepasa. Es un servicio que rinden y que les hace crecer, así como a otros. La adopción es algo difícil para todos los que participan de ella, y se transforma en destino para ellos, llevándoles a más humanidad, más amor, más humildad y más grandeza.

La despedida

Propongo ahora un ejercicio interior que puede ayudar al niño adoptado a despedirse de sus padres con amor. Esta despedida requiere dos cosas: primero, el tomar, el tomar incondicional de todo lo que le ha sido dado a través de sus padres. Segundo, la renuncia, la renuncia completa a pedir más, y para siempre.

¿Cómo llevar a cabo este ejercicio en la persona?

El niño cierra los ojos y se imagina a sus padres ante él. Se han amado como hombre y mujer. No podían hacer de otra forma. Cualesquiera que fueran las circunstancias, una fuerza mayor los tomó a su servicio. Quiso que de ellos fuera transmitida la vida a este niño. El niño mira pues a su madre y a su padre tomados al servicio de esta fuerza. Y mirando más allá de ellos, se inclina profundamente ante la fuerza que percibe. Él toma consciencia que, a través de sus padres, esta fuerza le brinda la vida y el amor de ellos y también con amor lo cuida. El niño se entrega completamente a aquella fuerza y su movimiento, y dice:"Sí, lo acepto todo de ti, lo acepto como la vida que me das gracias a estos padres. Abro mi alma y mi corazón para este regalo. Lo conservo con fervor y respeto. Lo sigo adonde quiera llevarme. Gracias."

Luego el niño mira a su madre, tal como es, tal como esta fuerza la ha tomado a su servicio, al precio que le ha costado y al que le cuesta quizá aún ahora. Y le dice:"Querida madre, lo acepto todo de ti, al precio que tiene, tu precio y mi precio. Me vale a cualquier precio, el tuyo y el mío. Gracias.

Aunque me hayas abandonado para siempre, te he tomado como mi madre, que me ha sido dada por esta gran fuerza con todo amor. Tú también me puedes tener siempre. Te pertenezco aún. Si alguna vez me necesitas, tienes que saberlo: tú sigues siendo mi madre y yo tu hijo."

Luego el niño mira a su padre, tal como es, tal como esta fuerza lo ha tomado a su servicio, al precio que le ha costado y al que le cuesta talvez aún ahora. Y le dice:

"Querido padre, lo acepto todo de ti, al precio que tiene, tu precio y mi precio. Me vale a cualquier precio, el tuyo y el mío. Gracias.

Aunque me hayas abandonado para siempre, te he tomado como mi padre, que me ha sido dado por esta gran fuerza con todo amor. Tú también me puedes tener para siempre. Te pertenezco aún. Si alguna vez me necesitas, tienes que saberlo: tú sigues siendo mi padre y yo tu hijo."

Después de un rato, el niño mira nuevamente a su padre y le dice:" Querido padre, te veo como mi padre y me veo como tu hijo. Te veo también como hijo de tu padre y de tu madre, vinculado a ellos con amor, y veo su destino y todo lo que han cargado de sus familias. Junto a ti, estoy vinculado a ellos y al destino que tuvieron que aceptar. Te dejo con ellos, así como te corresponde. Y me veo vinculado a ellos también.

No obstante miro más allá, a aquella fuerza que los mueve de forma tal y de la cual están al servicio. Yo también me entrego a ella y junto con vosotros digo "sí". Y "gracias". Y os dejo allí, tal como esta fuerza os atrae y os acoge con amor."

El camino

A continuación, el niño mira a aquellos que lo han recogido y que le han permitido quedar en vida. Les dice: "Me habéis sido brindados, así como sois. Me habéis aceptado cuando para mis padres yo era demasiado. Ahora sois para mí madre y padre. Ahora sois mis padres. Me habéis sido dados como segundos padres. Os tomo tal como me habéis sido regalados, al precio que les cuesta y que me cuesta, cualquier sea el destino que os ha hecho mis nuevos padres.

Luego mira el niño por encima de ellos a aquel poder que lleva todos los destinos en las manos, así como los diseña. Se inclina ante esta fuerza que lo mueve todo. Se entrega a ella y dice:"Sí. Lo tomo todo de ti, mi vida y mi destino. Me dejo llevar y guiar por ti. Cumplo con lo que has elegido para mí y con el rumbo que das a mi vida. Gracias."

El momento presente

¿Cómo y dónde está ahora este niño? ¿Sigue abandonado? ¿O se siente aceptado de un modo maravilloso? Se siente vinculado con el pasado y sus orígenes, tan lejos como lo pueda percibir. En cada fibra de su cuerpo se siente unido a sus ancestros y su energía de vida. Se siente unido a aquel poder del espíritu que los ha tomado a su servicio así como eran y así como son. Nadie, en este servicio, era mejor o peor, más pobre o más rico. Todos eran igualmente amados y dedicados al servicio de la vida.

Y este niño se sabe igual a ellos. Se sabe amado y acogido. Se siente presente en cada instante, totalmente presente, en toda plenitud, amado y junto a todos, unido.

Hijos abortados

Para muchas parejas y muchas familias los hijos abortados traen un destino particular. Si logramos coincidir con su vibrar, y ellos con el nuestro, se ven acogidos y recibidos en la familia. Entonces, en vez de originar un destino difícil, lo que a veces acontece, ellos nos brindan un buen destino.

En relación con esto hay que reflexionar en algo importante. Lo peor no es al aborto en si. Lo peor para el niño no es el aborto. Lo peor es que ha sido objeto de rechazo.

Si nos detenemos a mirar el curso de la vida, no sólo la nuestra sino la vida como una totalidad, entonces vemos esto: la vida sigue porque otros se mueren. Los que se mueren se entregan al servicio de la vida. También un niño abortado se ofrece a servir la vida, desde su alma- porque claro, tiene un alma.

Rilke escribió un hermoso soneto, el segundo soneto a Orfeo. Estos sonetos están dedicados a una joven bailarina, precozmente fallecida. Así va el poema:

Ya partida de aquí siendo aún niña, Lejos de esta suerte de canto y lira, Resplandeciendo tras su velo de primavera, Su lecho se hizo en mi oreja.

Orfeo canta, y esta muerta vibra en el oído de Rilke. Ella oye gracias a él y duerme, ausente al mundo. Rilke cuenta de si mismo en este soneto: todo lo que me pasa, todo lo que siento y percibo, ella lo percibe a través de mí. Luego cuestiona: ¿dónde está su muerte? Mirad. Ella resucitó y se durmió. Durmiendo, vive el mundo.

Ella vibra al unisono, vibra con todo lo que pasa. ¿Acaso le falta algo? ¿Acaso le puede faltar algo?

Si nosotros también podemos dejar reposar en nuestra oreja los hijos abortados o abandonados y si escuchamos el canto de Orfeo, nos unimos a ellos y ellos no se pierden nada.

Aquí no sólo miro al padre y la madre de un niño abortado. Miro a mucho más y vibro junto a mucho más. De esto resulta una felicidad diferente, una felicidad plena en la cual los vivos y los muertos vibran juntos en la vida en su totalidad.