Bert Hellinger / Los textos citados son las transcripciones autorizadas por el mismo Bert Hellinger de sus entrenamientos y conferencias. Algunos son extractos de sus libros.














































Hombre y mujer

Revista Hellinger, Septiembre 2008

 

La relación de pareja

Quiero acercarme a un ámbito muy importante en nuestro trabajo y en nuestra vida personal. Es el ámbito de la relación de pareja entre hombre y mujer. Hacen falta unas modificaciones de las imágenes internas. Trabajaremos con este rumbo.

La carne

Aquí en Occidente, tenemos una larga tradición de considerar el amor sexual entre hombre y mujer como siendo inferior – me expreso con mucho cuidado – como no espiritual y que nos arrastra hacia los bajos fondos de la carne. ¿Quién mora en estos bajos fondos? Dios. La carne es su templo. La carne es el templo de Dios. En esta perspectiva, la creación se manifiesta de un modo totalmente generoso. Justamente, porque no podemos resistirnos a las exigencias de la carne, se ve que la carne es divina. Aquí, estamos tomados al servicio de la vida por una fuerza de origen divino, a menudo en oposición a nuestro entendimiento y juicio.

Esto es una visión del mundo completamente distinta de la que acostumbramos tener. No existe nada que tenga la capacidad de hacer el individuo tan responsable ni que le exija más que el resultado de este amor. No hay nada que se le pueda comparar.

¿Qué monje presta más servicio, de quién se exige más que de una madre? Verdaderamente, no hay nada comparable en cuanto a grandeza, profundidad, amor y crecimiento interior.

Pues, esto es lo primero en la relación de pareja ante lo cual nos inclinamos con reverencia, esta grandeza que nos coge y coge al otro. Sólo entonces, estamos habilitados a obrar con la relación de pareja, tanto en nuestras vidas como en nuestro trabajo, con profunda deferencia.

La deferencia

¿Cómo se manifiesta primero esta deferencia? En que no quiero saber nada sobre la relación íntima del cliente. No le pregunto nada, jamás. Algunos hacen alusiones, como por ejemplo: mi marido es impotente. Esto es una indicación que me da una pista para ayudar en una dirección precisa. Pero no entro nunca en detalles.

En realidad, no trabajo para nada con la pareja. Si se me acerca una porque tiene dificultades, casi siempre rehúso la petición. Pero les digo a veces que me llamen por teléfono, desde la distancia, cada uno por separado. Entonces, uno de ellos me llama y me cuenta de qué se trata. Le digo algo, pero con la condición de no repetírselo al otro. Luego me llama el otro. A él también le digo algo, a menudo lo contrario y también le pido que no se lo repita. Así les despido, cada uno con su dignidad.

Nadie tiene derecho a intrometerse en una relación de pareja. ¿Qué es lo que uno puede buscar en un lugar tan santo? Nadie tiene derecho. Una pareja tiene la fuerza de hacer lo que le corresponde. Como ayudante, me quedo fuera. A veces doy una mano, pero el trabajo y la solución se hacen en la pareja. ¿Cómo nos sentimos en este respeto? Pues, nos hace bien y a los demás también.

El origen

Una de las dificultades que aquí se presenta es que la relación de pareja se ve capturada en el marco de la psicoterapia, a pesar de que esa relación no corresponde ahí. La pareja no está enferma, sólo tiene dificultades por resolver. Similarmente, tanto las constelaciones familiares como lo que hacemos aquí se ve captado por el ámbito de la psicoterapia. En este ámbito, el patrón es que nos movemos en una relación de uno a uno: yo, el terapeuta, tú, el cliente. Entonces, empezamos a buscar los problemas en la vida personal del cliente o de su pareja. Nos quedamos en el plan de yo con yo, de yo con tú, ignorando por completo que la relación de pareja alcanza muchísimo más lejos que eso.

Aquellos dos participantes se han casado hace poco. Me han enseñado una foto de la boda. Había 90 miembros de sus familias presentes.

Algunos dicen: “Nos casamos”, invitan a unos pocos amigos y se olvidan de sus familias. Con las familias, se está uno integradno en el caudal de la vida. Causa mucho impacto tener a 90 personas consigo, todas alegrándose de que la vida se perpetúe. Hay fuerza en esto.

Meditación: A lo lejos

Si nos toca trabajar con una pareja, podemos empezar con el hombre y la mujer. Pero luego abrimos el campo. Lo haré ahora con vosotros, permaneced centrados, cada uno consigo, cerrando los ojos.

Nos vemos con nuestra pareja. Le miramos a los ojos. ¿Acaso le hemos mirado verdaderamente alguna vez, le hemos mirado a través de los ojos hacia la profundidad de su alma? ¿En la profundidad de su destino y de su grandeza?

Ahora, lo tomamos en nuestra alma, tal y como es, en su totalidad, con todo lo que le pertenece. Asentimos a él, tal y como es. Le decimos:”Sí”. Le decimos:”Sí, tal como eres, así como eres, te quiero. Tal como eres, estás bien para mí. Tal como eres yo crezco gracias a ti. Tal como eres, eres para mí el mayor regalo. Sí. Tal como eres, me alegro por ti”.

Sentimos el efecto en nuestra alma y sentimos el efecto en nuestra pareja cuando de repente él/ella percibe que vibramos en unísono con él/ella tal y como es, en armonía.

Entonces, el otro vibra con nosotros, porque nosotros vibramos con él, cada cual con su propia nota. Y sin embargo, ambos vibrando en sintonía en una melodía.

Otra cosa importante. Cada uno tiene un secreto, algo que le pertenece y que no es visible. Aceptamos este secreto, sin violarlo. Esto sería la relación de yo con yo, de yo con tú.

Pero para nosotros hay más que yo con tú. Ahora ampliamos el asentimiento a nuestra pareja. Le decimos:” Quiero a tu madre, tal y como es, así mismo. La respeto cómo tu madre. Respeto su grandeza cómo tu madre. En ella está presente lo que encuentro en ti. Eso viene de ella. Sólo gracias a ella, veo tu plenitud. Y similarmente, quiero a tu padre, tal y como es, así como es. Haya hecho lo que haya hecho, lo bello y lo rico, lo cargado y lo pesado, le quiero tal y como es. Le respeto tal y como es. En ti, respeto también a tu padre”.

Mi pareja me dice lo mismo: “Quiero a tu madre tal y como es y a tu padre tal y como es y a toda tu familia tal y como es. Me inclino ante su grandeza y su destino”.

¿Cómo cambia entonces el amor del hombre y de la mujer? ¿Cuánto más rico se vuelve, cuánto más sólido, cuánto más seguro y más relajado? Relajado, tolerante y abierto.

Los dos

Esto era para nosotros, personal. La pregunta es: ¿Cómo nos comportamos cuando una pareja nos pide ayuda? ¿O cuándo uno de los dos, habiendo alcanzado su límite, acude solo a nosotros? Pues, lo hacemos con él de la misma manera.

Miramos al hombre y a la mujer y los aceptamos así como son. Sin ideas preconcebidas acerca de cómo tendrían que ser y todo lo que les queda por hacer aún, si quieren ser capaces de llevar una relación de pareja. Existen, a veces, todo tipo de condiciones que el otro debería cumplir previamente. Han mirado primero en libros, luego al otro y dicen:” Aún no es como consta aquí dentro”. Claro, así se pierde a la pareja.

Cada relación de pareja es única. Así como es, realiza lo que realiza. Pues, lo primero es: aceptar a cado uno.

Por estar educados en términos de bien y de mal, pensamos talvez, cuando acude alguien: …ah, este…ah, esta…y ya estamos al lado del asunto. En seguida.

Pues, reconocemos a cada uno tal y como es, porque no conocemos su secreto. Si lo supiéramos, de repente lo veríamos de otro modo. Por lo tanto, nos mantenemos en la aceptación, con cierta distancia, sin ningún prejuicio por lo que está bien o mal.

Le decimos:”Sí”. Y decimos Sí a sus padres, a su familia, a su destino.

La relación triangular

En nuestro trabajo acontece con frecuencia que una persona de la pareja viene sola para contarnos algo del otro y para ganarnos a su favor. Es un riesgo grande en el psicoanálisis porque el otro no tiene allí ningún acceso. Lo que el terapeuta y el cliente intercambian o abordan sobre la pareja se queda en el secreto de la consulta. El ausente está excluido. Y entre el terapeuta y el cliente se desarrolla una clase de relación de pareja de la cual está excluido el otro. Se trata luego de una relación triangular.

Por eso es tan importante, como lo he dicho antes, que me mantenga completamente al exterior. Cuando se me acerca alguien con un problema de pareja, le digo: “Lo mejor sería que vinieras con tu compañero”. A menudo, esto marca el final. Es un buen método para mantenerse al margen y protegerse de un acaparamiento de uno de los dos.

Otro método puede ser éste: alguien habla de su pareja y en seguida tomo a esa pareja en mi corazón. Con esto, me encuentro protegido contra el acaparamiento y la posibilidad de estar arrastrado en una relación triangular.

Bueno, lo que hemos practicado aquí, lo aplicamos en nuestro trabajo práctico como actitud interior de respeto, de aceptación y de amor por todos.

Meditación: La seguridad en la relación de pareja

¿Seguimos?... Cuando se trata de relación de pareja, ¡no necesito preguntar si seguimos! Todos están de acuerdo. Son asuntos que nos llegan al alma. Bueno pues, podéis cerrar otra vez los ojos.

Lo decisivo en una relación de pareja, es la seguridad. Nuestra necesidad de seguridad es la necesidad más profunda. La hemos vivido primero en casa, la casa de nuestros padres.

En una situación normal, los niños se sienten seguros con sus padres, completamente seguros. Los padres están, simplemente.

Cuando los padres no están o no estuvieron, otros han estado en su lugar. Gracias a eso, hemos sobrevivido.

Hoy día se da una tendencia que lleva a los padres a confiar a sus hijos a otras personas, para estar disponibles en su profesión. Más que nada, para que las mujeres puedan dedicarse a su trabajo. Entonces, los niños están entregados a otros. Y esto lleva a que los niños pierdan esta seguridad, con consecuencias dramáticas.

Recuerdo lo que ha significado para mí la seguridad. Me encontraba en un seminario, mi primer seminario sobre terapia de familias, de cuatro semanas de duración. El animador del grupo, Les Kadis se llamaba, trabajó conmigo dentro del grupo. Le estoy muy agradecido. De repente, se me hizo claro que mi madre siempre había estado ahí, siempre. Estaba siempre presente. Lo que esta presencia suya había significado me conmovió profundamente.

Yo tuve a veces reticencias en contra de mi madre, me parecía que habría tenido que ser diferente. Los adolescentes tienen estas reticencias de vez en cuando y las conservan quizá más adelante en la vida. De repente me di cuenta de cuán irrisorio era esto comparado con el hecho de que siempre estaba ella presente.

Al realizarlo, la tomé en mi alma durante el ejercicio que Les Kadis hizo conmigo. La tomé en mi alma tal y como era, exactamente como era. Esto se transformó en una profunda experiencia para mí. Todo lo que yo había criticado de ella, o quería criticar, se quedó afuera. Ella era sólo la madre. Y así entró en mi corazón. ¡Qué experiencia más prodigiosa!

Pues, con nuestros padres vivimos la experiencia fundamental de seguridad. Pero como no la podemos conservar para siempre, buscamos más tarde, al ser adultos, una nueva seguridad. Es la seguridad con una pareja, una seguridad semejante, así cómo la hemos conocido de niños en casa de nuestros padres.

Una pareja crea un hogar propio que disuelve aquel que conocieron de niños. Es una nueva asociación de vida, en la cual cada uno le asegura al otro:” Permanecemos juntos para toda la vida”.

Lo podemos ejercer una vez más juntos. Miramos a nuestra pareja y le afirmamos:” Me quedo aquí, nos quedamos juntos”. Y nuestra pareja nos dice lo mismo:” Me quedo aquí, nos quedamos juntos”. ¡Cuánta fuerza adquiere entonces el amor!

Mirando las cosas de más cerca aún, comparemos esto con un “contrato temporal de pareja”. ¿Os fijáis en la diferencia de fuerza? Se hace palpable la seguridad mutua en nuestro compromiso de matrimonio. Ésta es la declaración pública: "Somos una pareja para la vida, nos quedamos juntos".

Obviamente, sabemos que a veces no podemos cumplir con esto. Mucho imprevisto puede meterse en el camino y a eso voy. Pero lo decisivo es esa voluntad al comienzo de la relación: nos quedamos juntos, pase lo que pase.

El orden de precedencia entre las familias

Puede que algo venga a intrometerse en la pareja, separándola. Muy frecuentemente es algo que tiene que ver con nuestro propio destino. Un ejemplo corriente es cuando uno de los dos se vuelca hacia su propia familia porque se siente, de alguna forma, responsable por algo. Como consecuencia, la familia de origen vuelve a predominar sobre la familia actual. Se ve este caso a menudo.

Sin embargo, existe un orden de precedencia entre los sistemas familiares. Y es al revés del orden que rige dentro de la familia. Aquí, el nuevo sistema tiene prioridad sobre el anterior.

Cuando alguien se casa, el marido/la mujer tiene preferencia sobre los padres y la nueva relación tiene precedencia sobre lo que se pueda esperar de ella en la familia de origen. Existen excepciones, como el hijo único de una viuda que está sola. Su madre tiene derecho a que su hijo anime a su mujer y a sus hijos para cuidar de ella. Eso es una posibilidad.

¿Cuándo se justifican separaciones?

Lo que vemos a veces es que uno de los dos, en la pareja, quiere morirse. Al configurar una pareja, nos percatamos de que uno de ellos mira al suelo. Con esto sabemos que quiere morir. El otro no puede hacer nada, esta relación se está terminando. Se plantean entonces decisiones difíciles de tomar. Se puede dar el caso que uno de los dos le impone al otro su propia muerte, con todas las consecuencias, es decir con la consecuencia de una separación. Pero existen ciertos límites en la asociación de destinos entre hombre y mujer y es importante respetarlas.

Os doy un ejemplo. Una mujer tiene tres hijos. Su marido tuvo un accidente de equitación. Quedó tan discapacitado que no disfrutaba más del pleno goce de sus capacidades mentales. La mujer era joven, entre 35 y 40 años. Le dije que sería adecuado separarse de él y buscarse otro compañero. Ella lo fue a ver a la clínica y le dijo: “Estábamos casados y ahora te encuentras en un estado en que nuestra relación no se puede sustentar. Me busco otro compañero pero te guardo en mi corazón con todo respeto”. Aunque el hombre estaba inconsciente, de repente se despertó y se encontró aliviado.

Quiere decir que apreciamos si podemos imponer nuestro destino al compañero o si existen límites, donde le decimos:”Llevaré mi destino solo y tú estás libre de mí”. ¿Me podéis seguir aún?

Otro ejemplo, frecuente. Una pareja se casa y están deseosos de tener hijos. Pero se dan cuenta de que uno de ellos es estéril. Esto es un destino personal. Esta persona no puede exigir de su pareja que lleve este destino con él. Le dice entonces:”Esto es mi destino, así como es y lo llevo solo. Tu estás libre”. Con ello, se gana su dignidad y su grandeza y el otro queda libre.

Es frecuente que el que se encuentra en semejante situación espere del otro que se quede con él. Encuentran maneras de contornear el obstáculo, por ejemplo deciden: ”Adoptaremos un niño”, es decir “Robaremos a otros padres su hijo y lo tomaremos como nuestro”. Estoy exagerando un poco. ¿Qué pasa luego, a menudo? El que no puede tener hijos se queda con el niño y el otro se marcha igual. Esto es lo que vemos. Y está bien así. Corresponde a lo apropiado en el alma de aquél.

Una vez me vino a ver un hombre y más tarde su mujer. Después de un tiempo, ella me llama por teléfono y dice:” Mi marido ha asesinado a su madre y se ha entregado a la policía. ¿Qué debo hacer? ¿Nos puedes ayudar?” Le contesté: “Estoy dispuesto a hacerlo por respeto a la víctima”. Y agregué: “Tienes que separarte absolutamente de él. No puedes quedarte con él”. Luego me convocaron a la policía para testimoniar que el hombre sufría de incapacidad mental. Me negué a hacerlo.

Después de un tiempo, este hombre se presentó en mi puerta. Había quedado libre por no estar en pleno disfrute de sus capacidades mentales y devuelto a su casa. Me dijo:”Habrías tenido que ver que soy peligroso”. Le contesté:”Tu lugar está en la cárcel. Esto es lo justo”. Enfureció y se marchó.

En un caso así, es conveniente que uno asuma solo las consecuencias de su comportamiento y que el otro quede libre.

La fidelidad

Cada uno tiene un destino preciso que le corresponde. En una relación de pareja se puede ver, después de muchos años, que los dos han andado juntos un camino en el que concordaban. Pero a veces, después de este tiempo, uno de ellos está llevado hacia otra dirección, porque tiene otra vocación. Entonces, el otro intenta retenerle porque quiere seguir compartiendo destinos, con lo que llega a exigirle renunciar a su futuro y a su cumplimiento, por él. Le dice:” Me debes la fidelidad”.

Pero existen dos fidelidades: la fidelidad a la pareja y la fidelidad a la vocación propia. El que da preferencia a la pareja en lugar de la vocación, perjudica a los dos. Ninguno de los dos puede seguir creciendo.

Hay una frase secreta que se pueden decir mutuamente en situaciones de estas. Es una frase de amor. “Te quiero y quiero lo que nos guía, a ti y a mi”. Con ella, tomo mi vocación en consideración y confío en la capacidad del otro de aceptarla. Si el otro dice lo mismo:”te quiero y quiero lo que nos guía, a ti y a mi”, permanecen los dos en el respeto y el amor, aún si luego sigue una separación. Esto ya es otra dimensión, que hay que considerar.

Es necesario reflexionar acerca de esto en nuestro trabajo, cuando tratamos con una pareja. Tenemos a menudo la idea de que debemos hacer lo posible para mantenerlos juntos, sin tomar en cuenta que sus destinos les llevan a separarse. Conservando esto en mente, les podemos ayudar de una manera constructiva que les permite desarrollarse ambos.

Hay mucho que decir aún sobre las relaciones de pareja. Veremos en otra ocasión nuevamente las parejas, sus dificultades y cómo llegar a una solución satisfactoria para todos, sobre todo para los niños.