Bert Hellinger / Los textos citados son las transcripciones autorizadas por el mismo Bert Hellinger de sus entrenamientos y conferencias. Algunos son extractos de sus libros.














































De actualidad

Revista Hellinger, Septiembre 2009

Lo pasado

En nuestros movimientos de conocimiento, obedecemos a muchas imágenes o ideas por las cuales nos orientamos, imágenes con respecto a una enfermedad, con respecto a nuestra vida o a la duración de nuestra vida. Tenemos también imágenes o ideas precisas con respecto a una organización o una empresa.

Así, se revelan imágenes del pasado y de cómo el pasado se manifiesta en el presente. Solemos seguir estas imágenes.

Aquí se muestra un movimiento de fondo que con frecuencia seguimos en nuestro trabajo, y es que a un problema corresponde una causa particular, un trasfondo. Además, a menudo es así.

Pero ¿cuál es el resultado de eso? Esas imágenes nos predeterminan. Por cierto, cuando interpretamos algo diciendo:”Eso tiene que ver con…”, nos encontramos encasillados por algo pasado. Permitimos que lo que ha pasado y que afecta el presente, nos determine incluso el futuro.

El futuro del espíritu

Cuando nos dejamos guiar por un movimiento del espíritu, por un movimiento creador del espíritu, no hay nada del pasado. El movimiento del espíritu está siempre orientado hacia el futuro. Por ser creador, es siempre nuevo.

En este curso, hemos vivido en muchos niveles lo que significa ser cogido por este movimiento hacia algo nuevo. A menudo, fue hermoso observar cómo algo que parecía complicado, con muchos muertos por ejemplo y que daba a ver que actuaba aun en el presente y el futuro, fue de repente llevado en un movimiento hacia el futuro, un futuro diferente.

Para ese movimiento y para el conocimiento que depende de ello, hay algo muy fundamental que se revela como revolucionario en este tipo de procedimiento. Lo explico aquí.

Sabemos que podemos reconocer lo que hay. Por ejemplo la causa de un problema. Estos movimientos, basados en el conocimiento, están girados hacia atrás, hacia algo que ya está. Por lo tanto, carecen de fuerza y lo podéis sentir en vosotros de inmediato. Lo que ya pasó no puede ser creativo, por el simple hecho de ser pasado.

Existe también el movimiento opuesto, un movimiento de conocimiento del espíritu. Al sintonizar con él, estamos llevados en ese movimiento de conocimiento.

¿En qué consiste ese movimiento? Pues, es el conocimiento de lo que está por venir, de lo que es nuevo. Nos sintonizamos con un movimiento del espíritu que es creativo pero del cual no podemos imaginar la dirección que toma. Este movimiento de conocimiento no prevé con anticipación. No tiene un objetivo que podamos alcanzar por iniciativa propia.

¿Cómo sintonizar con ese movimiento? ¿Cómo nos mueve él? Nos mueve hasta el siguiente paso, únicamente hasta el siguiente paso. Creativo significa en ese contexto: no lo sé aun pero sin embargo, de repente, tengo el conocimiento para el siguiente paso, sólo para el siguiente paso.

Andar con el espíritu significa, pues, una entrega total a un movimiento, sin saber hacia dónde. Estamos guiados de un instante hacia el próximo. Esta entrega es veneración, la entrega total es un potente movimiento de creación, en el que se derrumban nuestros límites y en el que nos esfumamos. En ese movimiento todo está bien, todo lleva más lejos. Nos encontramos abarcados por un movimiento del amor.

El amor del espíritu

Existe un amor estrecho. Se limita a poco. Ese es el amor dentro de nuestra familia, por lo general. Con eso, en casi todas las familias hay un excluido. Y por esa exclusión, surge un desarreglo en ella. El orden se restablece cuando el excluido es reintegrado en la familia.

Existe un orden de base, un orden fundamental del amor, que garantiza a todo el que pertenece a ella el mismo derecho a seguir en la pertenencia, sin excepción. Cuando se incumple este orden, surge en la familia un movimiento del amor que busca restaurar la integridad.

Ese movimiento recorre el nivel de la consciencia, pero una consciencia colectiva. Esta consciencia está dedicada a todos en la familia. Las tragedias se producen cuando alguien atenta contra ella, por ejemplo al excluir a alguien, alimentando aun su buena consciencia, por alguna lealtad.

Dejemos un rato este nivel del amor.

Es que nosotros también estamos excluidos de alguna manera. A veces buscamos directamente el vínculo con la familia o el grupo de los que estamos excluidos.

Pero podemos integrarnos en otro movimiento, que nos permite encontrar la conexión con nuestra familia sin por eso regresar a ella. Nos abandonamos a un movimiento del espíritu, un movimiento espiritual del que percibimos que está dedicado a todo y a todos de manera igual, tal como son, aún si nosotros ya no pertenecemos o si no podemos pertenecer. En ese otro nivel, estamos separados pero sin tristeza, porque gracias a él quedamos dedicados a todos, aunque sin ninguna exigencia. Al final, eso es el movimiento hacia un amor extenso y abarcador, más allá de la diferencia entre ganancia y pérdida, entre bien y mal, entre moral o inmoral, porque en aquel ámbito esas diferencias se vuelven irrelevantes.

Ahora, depende de nosotros que alcancemos en ese movimiento una ligereza que puede dejar atrás lo difícil, porque al fin y al cabo todo pasa después de un tiempo, todo se queda atrás mientras nosotros, gracias a ese movimiento, alcanzamos un nivel de consciencia, de amor y de profundidad que nos hace vivir un estado de libertad y de plenitud.

A la vez, es un camino místico. Místico aquí significa que todo está vinculado, tal como es. Nosotros también estamos vinculados con todo porque nos dirigimos a todos los lados con igual amor y respeto.

Eso se llama andar con el espíritu. Eso es también lo que experimentamos y entrenamos de muchas maneras, en sintonía con ese espíritu del que recibimos una fuerza especial para ayudarnos y ayudar a otros, más allá de los problemas y sus soluciones. En este nivel, los problemas y las soluciones no existen sino únicamente un movimiento de fuerza que está al servicio.

En el servicio, nos hallamos más allá de las diferencias. Incluso la culpa que, de un modo u otro hemos cargado, o que pensamos haber cargado, se queda atrás sin más sentido.

Este movimiento sigue su trayectoria, por sí solo. No necesitamos esfuerzos o práctica o más aprendizaje para seguirlo. De dedicación en dedicación, andamos con ligereza y todo florece alrededor nuestro.

Recogimiento ferviente

Hoy es domingo. Sintonizamos con un movimiento que, originalmente, relacionamos con el domingo.

El domingo, soltamos el trabajo y vamos a otro ámbito, con un recogimiento ferviente.

Lo que hacemos aquí nos obliga, en muchos aspectos, a la devoción y nos asombramos de las profundidades a las que el destino, la culpa, el amor, la vida y la gran felicidad nos llevan.

Sería distinto si opináramos que ejercemos algún control sobre las cosas, por ejemplo a la hora de ayudar a alguien que nos pide asistencia. ¿Se encuentra esta persona recogida ante algo mucho mayor, algo que reina sobre su destino y que la lleva, más allá de ello, a otro ámbito? Si, entonces, decimos:”Sí, lo hago yo”, abandonamos también el espacio de recogimiento, donde el secreto nos obliga a quedarnos quietos. Recogimiento significa ante todo: me detengo. No me atrevo a ir más lejos. Permanezco a una distancia respetuosa.

Ese recogimiento nos centra. Nos abandonamos a otro movimiento y a otra fuerza. Extrañamente, mientras nos detenemos en nuestro movimiento, somos llevados a otro sitio. Sin que lo queramos, sin tampoco poder resistir, nos sentimos llevados a otro sitio. En ese movimiento, todo está bien y todo encuentra un arreglo.

Lo que a veces vivimos en este trabajo, nos asombra. El asombro está vinculado con el recogimiento. Nos asombramos de algo que no entendemos, miramos con devoción al misterio de la vida, lo increíble que es contemplar a un recién nacido. Sólo podemos asombrarnos de que exista semejante maravilla. Ante la muerte somos también recogidos.

Imaginaos interviniendo para detener la muerte. Lo terrible que sería para las personas afectadas, como si la muerte fuera algo espantoso. Es un secreto que nos obliga a la devoción.

Lo mismo vale para la culpa grande. Nos obliga a mantenernos ante ella, sin inmiscuirnos, porque incluso en ella algo grande y oculto está obrando.

Cerremos los ojos.

Conectamos con nuestra alma y miramos con devoto recogimiento a todo tal como es, sea lo que sea que dentro de nosotros actúa, sigue en el movimiento o desea iniciar un impulso. Nos detenemos sin movernos, y esperamos el momento en que otras fuerzas tomen el relevo.

Miramos a la vida con reverencia, también a la muerte que se acerca. Miramos recogidos a nuestra culpa, con lo que causó y miramos sobre todo a nuestro amor.