Bert Hellinger / Los textos citados son las transcripciones autorizadas por el mismo Bert Hellinger de sus entrenamientos y conferencias. Algunos son extractos de sus libros.














































Felicidad de vida

Revista Hellinger, Septiembre 2009

Las reglas de la felicidad

Existen ciertos obstáculos a la felicidad. Se originan en valoraciones erróneas, pues la felicidad sigue ciertas reglas. Debemos conocer esas reglas.

La primera de ellas es: más. El más es una regla de la felicidad. En cuanto me limito, se interrumpe la felicidad. Se reduce progresivamente hasta dejar de ser. Pues bien, la felicidad es la orientación interior hacia más.

Os podéis imaginar una pareja. Ambos han tomado a su madre y forman ahora una pareja. Su día empieza. Os imagináis que decís:”Un poco más, un poco más para hoy”. Decid un poco más. Cada día un poco más. Imaginad cuán rápido se vuelven felices.

Al revés, cuando alguien dice:”Hoy hay demasiado para mí”, ya se acaba la felicidad. Cuando la hay, cada día viene agregándole más, desde la actitud interior, desde la transformación, desde la serenidad, desde el servicio. La palabra clave aquí es: servir con amor.

¿Puedo decir algo más sobre las reglas de la felicidad? No os saciaréis de felicidad, lo puedo ver. Tampoco lo debéis. Saciar significa: ahora lo dejo. Pero en la felicidad siempre falta algo, es decir, no falta nada pero siempre puede acrecentarse.

Quedarse con lo suyo

La felicidad abarca, por un lado, siempre más. Por otro lado, nos pone un límite. En ese trabajo nuestro, observamos que muchas personas traspasan una divisoria por su amor ciego. Cuando nos hacemos cargo de algo que pertenece a otro, traspasamos esta divisoria. La felicidad profunda se mueve entre dos personas que permanecen con lo suyo. Esto contradice muchas ideas al respecto.

Volvamos a la madre y al padre. Lo miramos a través de un ejercicio.

Ejercicio: ser único

Cerrad los ojos. Miramos a la madre y al padre. Los vemos ambos completos. Ambos son completos, ambos son únicos. Y de esta forma, los contemplamos como pareja, la madre es única, el padre es único. Como seres únicos, se atraen mutuamente. Nuestra madre toma a nuestro padre tal y como es, con todo respeto hacia su particularidad, hacia su propio destino, hacia su propia felicidad. El padre toma a la madre de la misma manera, única. Cada uno permanece como es, pero sin embargo los une un amor en el que juntos, aunque cada uno por su cuenta, conciben una nueva vida. Somos el fruto de su amor. En nosotros, ellos se hacen uno pero no obstante somos distintos y, por lo tanto, estamos separados: aquí la madre, allá el padre, y nosotros, aunque reunimos a los dos en nuestro interior, nos vemos frente a ellos. Le decimos a la madre:”Respeto tu grandeza. Aquí eres la grande, yo aún soy pequeño”. Decimos lo mismo al padre:”Aquí, eres el grande, yo aún soy pequeño. Soy el niño. Como niño, yo tomo. Vosotros dais, yo tomo”. Y así nos enriquecemos, pero cada uno por separado, cada uno para sí.

¿Cuál es el efecto? Renunciamos a todas las preocupaciones con respecto a nuestros padres, con respecto a su destino. Están guiados de otra manera, tal como nosotros. Todos somos guiados por una fuerza eterna, cada uno con su propio servicio. Sólo entonces, percibiendo y reconociendo nuestros límites y nuestra autonomía, podemos realmente dar y tomar.

Permanecer dentro de los límites

Todos los problemas surgen cuando se infringen estas fronteras, sobre todo cuando el traspaso es de abajo hacia arriba, es decir cuando niños quieren hacerse cargo de algo por los padres. Luego, hay también el traspaso de arriba hacia abajo, de los padres a los hijos, cuando los padres esperan de los hijos ser aliviados de una carga, a pesar de que les corresponde llevarla y superarla. A todo eso, cada uno es completo sólo dentro de sus límites.

Las intrincaciones que a menudo observamos en ese trabajo se deben a una trasgresión de los límites. En la medida en que asumo algo del destino de otro, estoy transgrediendo un límite.

Los límites de la ayuda

Quiero decir algo más al respecto. No sé si me atrevo aquí. ¿Sois lo suficiente fuertes para oírlo? El querer ayudar es una trasgresión de límite. Algunos de vosotros asentís. Lo habéis entendido de inmediato.

A pesar de todo, ayudamos. He ayudado a varios de vosotros aquí. Pero he respetado los límites. ¿Cómo se respetan los límites en la ayuda? Renunciando a saber. Sin curiosidad, comenzamos con el movimiento del otro, dejándole moverse a partir de él mismo. De esta forma, le protegemos de nosotros, de nuestros objetivos, de lo que pensamos y le servimos mejor. Así, respetamos tanto sus límites como las nuestras. Y gracias a ese respeto, salta una chispa de un lado a otro.

Límites de la pareja

A veces, nos pasamos de los límites, sobre todo en la relación de pareja, donde cada uno se las salta durante un tiempo. Luego, cada cual reintegra su ámbito y es respetado con sus límites.

Meditación

Hagamos todavía un pequeño ejercicio más, un ejercicio de felicidad. Cerrad otra vez los ojos.

Miramos a nuestra pareja y vemos dónde nos hemos pasado el límite, por ejemplo con una expectativa determinada que va más allá de lo que vale en la pareja. Renunciamos a esa expectativa. Sentimos el efecto que eso tiene en nuestra alma, en aquel momento. Crecemos gracias a esa renuncia. Encontramos el suelo debajo de los pies y nos mantenemos firmes.

Entonces, colocamos un límite a las expectativas de nuestra pareja que se inmiscuyen en lo nuestro y que tal vez nos hacen perder lo que nos es propio. Sentimos cómo crecemos gracias a los límites que marcamos. Esto es un adiós a los desengaños. El otro se queda con lo suyo y nosotros con lo nuestro. De pronto, cada uno se siente más seguro, ambos firmemente asentados en su sitio. Ahora, la chispa salta, porque ambos pueden estar firmes y seguros.

Lo resumo en una frase:”Yo aquí, tú allí, los dos juntos”.

La felicidad completa

¿Por qué busca el hombre a una mujer y por qué busca la mujer a un hombre? Porque están incompletos, aunque dentro de sí formen una unidad.

¿Os podéis imaginar a un hombre sin una mujer? ¿Qué queda de él? ¿Y una mujer sin hombre, qué queda de ella? La palabra hombre sólo tiene sentido cuando se piensa en la mujer también y la palabra mujer sólo tiene sentido cuando se piensa en el hombre también.

Un hombre, un hombre completo busca una mujer completa, que realmente sea mujer. El hombre solo se siente separado como hombre y la mujer sola se siente separada como mujer. Cuando entran en una relación, ¿qué reconoce el hombre en la mujer? Se reconoce a sí mismo, a la otra parte de él que le completa. Y la mujer reconoce en el hombre lo que la hace completa. Por lo tanto, la mujer se reconoce en el hombre sólo cuando lo percibe como hombre y lo reconoce tal como es. Al revés, el hombre se percibe a sí mismo en la mujer cuando la reconoce tal como es. Entonces, ambos se vuelven uno, en un nivel superior, y se vuelven felices.

Esta es mi palabra final. Ahora, llenos de felicidad, podemos regresar a casa y disfrutar más y más de ella. A todos, lo mejor.

El asombro

Cuando nos adentramos en el campo de la felicidad, nos sorprende el asombro. Cuando tocamos sus pasmosas dimensiones, a veces nos asustamos. Más que todo porque somos impotentes ante el asombro. Entonces, buscamos comprender y controlar lo que nos deja pasmados.

Esto sucede en muchos ámbitos. Por ejemplo en medicina, en psicología y, sobre todo, en tecnología. Eso tiene sentido, mientras nos quedamos en el asombro.

Pero si intentamos hacernos con lo que es tan asombroso, aunque sea por una forma de comprensión determinada, nos empobrecemos. Pues, lo muy asombroso se retira y al final nos falla.

Al asombrarnos, mantenemos una cierta distancia, sin acercarnos demasiado. Esto desencadena el proceso inverso. Lo asombroso viene hacia nosotros, se desvela y se mantiene cerca, justamente porque nos quedamos en el asombro.

Así es cuando contemplamos la plenitud de lo asombroso en nuestro cotidiano, empezando con lo que, en nuestro cuerpo y en nuestra alma, es admirable. Si nos dejamos llevar por el motivo del asombro, es como si nos dejáramos llevar por la corriente aguas arriba, hasta la fuente. Ahí, no podemos proseguir. ¿De dónde surge el arroyo, desde que profundidades? Eso permanece oculto.

El asombro comienza dentro de nosotros, en lo que se desarrolla en nosotros, continuamente. Si conseguimos permanecer con el asombro, nos sentimos guiados, muy dulcemente y amados hasta nuestras últimas profundidades.