México, abril 2011
¿Se puede sentir este amor? ¿O solo es pura existencia, un estar presente? Una existencia que asiente, incluso a nosotros, tal como somos, y asiente al tiempo asignado a nuestra existencia. Para el amor del espíritu no existe ni más ni menos pertenencia. Para él no existe ningún derecho mayor o menor de pertenecer. Para él, nada va más allá del existir presente.
El amor del espíritu siempre se mantiene en movimiento. Se mantiene en un movimiento creador. De acuerdo con él, asentimos a este movimiento. Nos incluimos y dejamos llevar adonde sea que nos lleve, a nosotros y a los demás. En este movimiento siempre está presente con todo y en todo momento.
¿Cómo podemos saber si nos estamos moviendo en sintonía con el amor del espíritu? Cuando nos calmamos internamente y hasta el extremo último.
Nos sentimos intranquilos si queremos otra cosa que este movimiento.
Al perder la calma, sentimos que el amor del espíritu nos abandona. Nuestro viaje creador con él se detiene, por lo menos en nuestro sentimiento. Sin embargo, no es posible que podamos caer, ni nosotros ni nada que esté presente junto con nosotros.
En el amor del espíritu estamos sostenidos por una consciencia propia que nos permite percibir en todo momento si estamos en sintonía con él. A diferencia de la conciencia, que percibimos como culpa e inocencia, la conciencia espiritual se siente como calma o inquietud.
A veces esta inquietud la sentimos dolorosamente. El dolor va creciendo, conforme nos alejamos de la entrega hacia todo tal y como es. Esta conciencia nos mantiene en el sendero.
A pesar de que no sentimos de ninguna manera el amor del espíritu en nosotros, como amor, ya que es espiritual, los demás lo perciben como si fuera un amor benevolente. Se sienten aceptados y bien en presencia de aquellos que lo irradian. A su alrededor, todo puede ser, así como es.
“La sanación. Un manifiesto para la salud y la vida en siglo XXI. Sanar y mantenerse sano.”
Bert HELLINGER
Ed. Grupo CUDEC; México 2011
pp. 51 a 54