Bert Hellinger / Los textos citados son las transcripciones autorizadas por el mismo Bert Hellinger de sus entrenamientos y conferencias. Algunos son extractos de sus libros.














































Respuestas

Revista Hellinger, Junio 2008

La promesa

Tengo una pregunta con respecto a la promesa, a su modo de atarnos y a la manera de librarnos de ella, según las circunstancias.

Hellinger: ¿Me puedes dar un ejemplo?

Antes de venir aquí, mi madre me dijo varias veces por teléfono: Cuida por favor que no te vuelvas demasiada lista. Después de escucharla un par de veces - sin reaccionar – le respondí con ligereza: Sí ya me las arreglaré para impedirlo.

Risas en el grupo.

Hellinger: ¡Qué lindo doble sentido! Se nota que el espíritu te vino al rescate.

No lo entiendo.

Hellinger: El grupo ha entendido. Que te lo expliquen luego.

Os diré algo acerca de la promesa.

No cualquiera se merece una promesa. Pero, si a pesar de todo, este alguien me la exige, se la doy pues. Y luego, hago lo que es justo.

La persona que pide una promesa no la merece. Pero se la doy. Entonces ella está contenta y yo me encuentro libre.

Me acuerdo de una anécdota, que aconteció en Los Ángeles en el Instituto de Terapia Primal de Janov. Me llamaron al despacho antes de que comenzara mi trabajo allí. Me presentaron un contrato de diez páginas, con todas las condiciones, el porcentaje de mis ganancias que tendría que pagarle a Janov, etc.…No lo miré atentamente. Pero lo firmé enseguida. Así obtuve mi paz.

Otros colaboradores dijeron que no podían aceptar eso y se rebelaron. Entonces, Janov se vengó con ellos. Conmigo no pasó nada puesto que yo había firmado.

Posiblemente, mi comportamiento parece inmoral. ¿O talvez, estoy más bien en el amor?

Pues bien, estas son cosas sencillas. Pero ¿qué acontece cuando alguien ha hecho una promesa a Dios? Aquí está la verdadera pregunta. Muchos niños le prometen algo a Dios. Casi siempre, es la promesa de coartarse. Los votos, por ejemplo, son promesas. No pueden existir votos frente a Dios. ¡No puedo, con una promesa a Dios, obligarle a hacerme un favor!

Lo mismo es válido para una promesa de matrimonio. Una promesa de matrimonio es algo serio, por supuesto. Pero nadie tiene el derecho a decir más tarde, si algo sale mal:”Pero me lo habías prometido…” y reclamar. No puede haber quejas con respecto a esas promesas. Si a pesar de todo uno lo hace, es que ya ha perdido al otro.

Esto es el contexto más amplio en que debemos considerar la promesa. Mirad por ejemplo lo que cuesta la fidelidad a la bandera, ¡cuantas vidas se ha llevado!

Me encontraba hace poco en Buenos Aires. En la bahía está hundida, desde la última guerra, la fragata blindada Conde Spee. Después de la tragedia, el capitán del barco se encontró en tierra, tendió la bandera de guerra del Reich en el suelo, se tumbó en ella y se pegó un tiro. Algo loco. Él temía volver a su país y pasar por cobarde por haber sobrevivido.

Así pues, la promesa tiene un peso. Distanciarse de ella implica lo siguiente: uno abandona el grupo que fomenta el sentido del honor. Todo lo que tiene que ver con el sentido del honor conlleva algo loco en sí. “Para la gloria de…” es siempre una locura.

Sin embargo, se puede acceder a un nivel más elevado y decir: “Soy fiel a la vida, tal como es”, esto hace una gran diferencia. También se puede decir: “Soy fiel al amor”.